Miguel Méndez Rodulfo Caracas
3 de mayo de 2013
Agredir,
atacar con saña, dañar a otra persona en su integridad física, es un acto de
desespero y sin razón. Es la respuesta primitiva de los que a falta de
argumentos apelan a la fuerza bruta. La violencia se condena a sí misma en
cuanto proviene de alguien que no sabe perder, que no razona para entender que
es en el plano de las ideas y en el ámbito de la tolerancia como se entienden
los humanos. Los seres civilizados hace siglos que dirimen sus diferencias
mediante el diálogo porque la mejor guerra es la que se evita y la peor discusión
es la que no se da. La negociación, entonces, la capacidad de ceder, de
intercambiar, de ponerse en el lugar del otro y sobre todo de entender que las
partes deben ganar lo justo para que haya paz, es el secreto de la convivencia
política.
Decía
el presidente de la Asamblea Nacional que tuviera cuidado la oposición porque
el que contenía a los radicales del Psuv era el difunto; sin embargo, pienso
que los que deben prestar atención son precisamente los herederos del caudillo
de Sabaneta porque si algo tuvo éste que le permitió sostenerse tantos años en
el poder fue el gradualismo, una manera de hacer política que apretaba el
torniquete implacablemente pero con precisa lentitud, combinando esta decida
acción a largo plazo con retrocesos tácticos, para volver a retomar la
estrategia cuando los tiempos políticos eran convenientes, e irnos ahogando
paulatinamente. En este arte macabro nos mantuvo en ascuas todo su largo
período, pero se cuidó mucho de tensar la cuerda en forma violenta para evitar
un estallido social.
Si
tan seguidores del caudillo son, debían ser los primeros en continuar sus
enseñanzas, a menos que nada aprendieron y que políticamente sean unos enanos.
Pretender que en el país nada ha pasado y que desde el gobierno pueden realizar
atropellos y abusos que antes no se cometían, es una torpeza descomunal que
pone en riesgo la paz social del país. Pero el hecho es que lo están haciendo
de una forma irresponsable. Las vejaciones y torturas que les infringieron a
los estudiantes que protestaron el 15 de abril, la detención de Rivero, el
incumplimiento del acuerdo de Unasur con respecto a la realización de la
auditoría, las cadenas abusadoras para tapar las alocuciones de Capriles, el
desconocimiento del derecho de palabra de los congresistas, la agresión contra
el diputado Dávila (16 puntos de sutura) y la increíble emboscada que instigó
el presidente de la asamblea contra los parlamentarios: atraso de 3 horas en la
sesión, cierre de puertas del hemiciclo, orden de arremeter contra los
parlamentarios de oposición, cámaras enfocadas hacia el escudo del techo y la
golpiza generalizada en la que llevaron la peor parte Julio Borges (fractura
del pómulo) y María Corina (4 fracturas en la nariz), revelan la consumación de
una salvajada sin nombre, que constituye la peor afrenta contra el Congreso
Nacional en 150 años.
Nadie
puede argumentar que el uso de la violencia es justificado cuando hay una
provocación, porque además ejercer un derecho constitucional nunca podrá ser
considerado un desafío sobre todo si no se acata una decisión arbitraria de un
personaje infeliz. Ahora defenderse de una agresión creo que es un derecho que
asiste al agredido para proteger su integridad física y preservarse de males
mayores, de manera que esos videos editados que maliciosamente presenta el
gobierno, más que incriminar, revelan que nuestros diputados, al igual que a
nosotros, les corre sangre por las venas.
El
Furrial, El Corozo, San Vicente, La Cruz de la Paloma y el Alto de los Godos en
Maturín, sienten vergüenza de cierto personaje que nació y se crio en esos
lares, tierra de hombres sencillos, sanos y buenos, de valores y principios,
que le tiene un respeto sagrado a las mujeres.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
3 de mayo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico