Por
Luis Ugalde mayo 2, 2013
Nuestro país está en “grave
dificultad”, como lo dijo el papa Francisco en su mensaje y oración dominical.
Lo sabemos nosotros y los titulares de los periódicos del mundo. Es la hora de
la sinceración y de la verdad, si queremos salvar la paz y la democracia.
Abuso del nombre de Cristo. Nunca
antes en nuestra historia republicana se ha usado y abusado tanto del nombre de
Cristo: lo cristiano como disfraz para la campaña electoral, y no como verdad
del corazón. Jesús antes de curar a un enfermo no lo llamaba “canalla”,
“criminal”, “golpista” “asesino” y “drogadicto”, y un cristiano (ninguna
persona sensata) no descalifica al otro en su saludo de bienvenida al diálogo.
Los que invocan a Dios para manipular votos son –dice Jesús– “como los
hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas públicas
para exhibirse ante la gente”. (Mat. 6,5).
Esa falsa oración es rechazada por
Yahvé: “Aunque multipliquen las plegarias no los escucharé. Sus manos están
llenas de sangre (…) Cesen de obrar mal, aprendan a obrar bien; busquen el
derecho, socorran al oprimido; defiendan al huérfano, protejan a la viuda…”
(Is. 1,15-17) y los escucharé. En Venezuela se ha sembrado mucho odio, se envía
al infierno a cardenales, y a quienes piensan distinto, a la cárcel, el exilio
y la exclusión. Quien cultiva el odio en su corazón está muerto y ya es un
asesino (1 Juan 3).
Gobierno constitucional. Tenemos una
Constitución que consagra los derechos y deberes de todos los ciudadanos y nos
obliga a reconocer a los adversarios “en igualdad de derechos”; sin ello no hay
democracia civilizada, ni paz. La Constitución establece los derechos y deberes
de los diputados elegidos a la Asamblea y consagra el voto libre y el derecho
al trabajo. Nadie, por alta que sea su investidura, ni ministro, ni director ni
presidente de la Asamblea Nacional puede quitar esos derechos. Hacerlo es un
delito y proclamarlo como modo de gobierno es defender la dictadura e incitar al
crimen. Criminal y contra todo derecho humano es el patrón, estatal o privado,
que bota del trabajo por el hecho de votar libremente y en conciencia. Lo mismo
se diga de la brutal represión armada contra estudiantes en Barquisimeto y
otros lugares, o la criminalización a Provea, ONG mundialmente reconocida
defensora de los derechos humanos. Ni el Gobierno ni la oposición pueden azuzar
el odio ni mentir.
Gobierno sensato y acuerdos. Venezuela
está metida en tales problemas que no saldremos sin entendimientos en algunos
puntos básicos:
La auditoría electoral (inicialmente
aprobada por el CNE) es imprescindible para que con transparencia se reconozca
al legítimo ganador y presidente y se logre la aceptación general del
resultado. Cualquier regateo y triquiñuela para reducir o deformar el sentido
de la auditoría empeorará la desconfianza y la legitimidad del árbitro.
La población quiere empleo digno y
freno a la devaluación empobrecedora de su salario. Esto requiere una revisión
total y políticas muy complejas acompañadas de inversión, emprendimiento,
productividad, abastecimiento, sinceración de precios y tarifas de servicios, y
gasolina y educación de calidad que sólo es posible con un acuerdo entre las
partes. Lo contrario es ingobernabilidad y miseria creciente.
La calidad educativa es lamentable y
hay que valorar los aportes plurales a la calidad y convertir la educación en
verdadera prioridad. Nada será posible sin devolver a los educadores de todos
los niveles la dignidad que tienen y los ingresos que les faltan. Luego de
cinco años con disminución de ingresos reales, las universidades están en
ruinas, con gravísimas y duraderas consecuencias para el país.
El régimen nazi de Hitler aniquiló a
los disidentes alemanes y lo mismo hizo el régimen comunista en la Alemania
Oriental. Sólo los míos son gente y los demás se convierten en cucarachas para
ser aplastadas o fumigadas: la cárcel, el campo de concentración, la tortura y
la obligada confesión de crímenes inexistentes.
Todo presidente, si es demócrata e
inteligente, se convierte en el primer defensor de las aspiraciones de vida y
derechos de todos los venezolanos y los convoca a un gran esfuerzo. Si defiende
sólo a los suyos y persigue a quienes no lo eligieron se convierte en dictador.
Equivocarse en esto es firmar el fracaso del gobierno y desatar la violencia.
Diálogo no es posar juntos para la
foto. Significa reconocimiento democrático del otro para desde el “nosotros”
reconstruir la República.
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