Trino Márquez Jue May 02,
2013
@trinomarquezc
El comportamiento de Diosdado a simple
vista carece de explicación racional, si se examina desde la perspectiva de los
intereses de Nicolás Maduro. El hombre del Furrial exige que los diputados de
la Asamblea Nacional reconozcan a Maduro como el Presidente legítimo del país.
Él, mejor que nadie, sabe que tal reconocimiento resulta imposible. Henrique
Capriles, el Comando Simón Bolívar y, de forma indirecta, la MUD objetaron el
ajustado y sospechoso resultado de las elecciones del 14 de abril. Ese
cuestionamiento hasta ahora ha sido fundamentalmente político y jurídico. La
Asamblea es un órgano de naturaleza política. Sería una incongruencia
incompresible que la representación parlamentaria opositora acepte la
legitimidad del heredero de Chávez, sin que se hayan agotado los trámites
políticos y legales en el ámbito nacional.
Esta clase de controversias no tienen nada de excepcional en las democracias. Forman parte de la rutina. La coronación de Guillermo de Holanda fue objetada por 16 congresantes que se negaron a reconocer la autoridad del nuevo monarca. El jefe del Parlamento los critico, pero admitió que estaban en su derecho de negarse a admitir al soberano. Asunto concluido. No se le ocurrió amenazarlos con quitarles el sueldo, impedirles que hablaran, o cualquier barbaridad por el estilo. Eso sucede en Holanda y con un monarca. ¿Por qué no puede pasar en Venezuela con el Presidente de una República democrática?
El comportamiento autoritario y gansteril del teniente Cabello a quien más afecta es a Maduro. A este le conviene que las aguas vuelvan a su cauce lo más pronto posible. La comunidad internacional puede entender y aceptar que en Venezuela se desaten querellas entre fuerzas políticas contrapuestas. Lo que no puede admitir es que el Presidente de la Asamblea se arrogue atribuciones que no le corresponden y que, por añadidura, están reñidas con la democracia y la esencia del Parlamento, lugar donde, como señala el sustantivo, se parla, habla, dialoga, negocia y se llega a acuerdos. La Asamblea, desde la Grecia clásica, se fundó con el fin de evitar que los conflictos se desborden y pongan en riesgo la paz y existencia de las sociedades.
Este rasgo esencial del Parlamento no lo comparte Diosdado quien considera al Parlamento un campo de concentración y a los diputados opositores sus rehenes. Su actitud de pran, de azote de barrio, está afectando seriamente la imagen internacional de Maduro. Este, en vez de proyectarse como el digno sucesor de Chávez, luce como un ser débil, sometido a los designios de un caporal. Incapaz de ponerle límites al hombre que está perjudicándolo. Venezuela debería aparecer en los medios internacionales como la nación que trata de estabilizarse después de la ausencia del comandante y que, a pesar de que los resultados fueron impugnados, activa los mecanismos legales existentes y mantiene el funcionamiento de las instituciones de la República.
Esta no es la estampa que se transmite por culpa de Cabello. Las fotografías y grabaciones que circulan por el planeta son las del Presidente de la Asamblea prohibiéndoles hablar a los diputados, la de un matón golpeando salvajemente a Julio Borges, las denuncias bien fundamentadas de esa heroína llamada María Corina Machado. Las necedades de Pedro Carreño, quien carece de talento hasta para ser cínico, no logran desviar la atención, ni confundir acerca de quiénes son los violentos. A Maduro, Diosdado le está colocando un collar de bolas criollas que terminará por hundirlo.
¿Cuál es su agenda? ¿Qué es lo que pretende? Trata de pescar en río revuelto, desde luego. Tiene su propio proyecto, que no coincide con el de Maduro. Intenta demostrar que este es un gobierno bicéfalo, y que su cabeza es la más importante. Probablemente se ha creído la historia de que cuenta con el apoyo de la mayoría de los militares y del PSUV para una aventura que lo coloque en la cima del poder más pronto de lo que la Constitución señala. El plan de esperar seis años para ser el candidato del oficialismo le parece muy lejano e incierto. Se da cuenta de que el gobiernito de Maduro es famélico y que su desmoronamiento, en el mediano plazo, lo alejaría de Miraflores. Quizás esté tratando de demostrarles a los cubanos que él sí les garantiza la seguridad que la tiranía caribeña necesita para seguir sobreviviendo. El destinatario final de sus amenazas y abusos no son los diputados, sino los miembros de su propio partido. Pronto veremos qué es lo que trama.
Como dice María Corina: Maduro, ¡cuídate de Diosdado!
Tomado de: http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=963350
Esta clase de controversias no tienen nada de excepcional en las democracias. Forman parte de la rutina. La coronación de Guillermo de Holanda fue objetada por 16 congresantes que se negaron a reconocer la autoridad del nuevo monarca. El jefe del Parlamento los critico, pero admitió que estaban en su derecho de negarse a admitir al soberano. Asunto concluido. No se le ocurrió amenazarlos con quitarles el sueldo, impedirles que hablaran, o cualquier barbaridad por el estilo. Eso sucede en Holanda y con un monarca. ¿Por qué no puede pasar en Venezuela con el Presidente de una República democrática?
El comportamiento autoritario y gansteril del teniente Cabello a quien más afecta es a Maduro. A este le conviene que las aguas vuelvan a su cauce lo más pronto posible. La comunidad internacional puede entender y aceptar que en Venezuela se desaten querellas entre fuerzas políticas contrapuestas. Lo que no puede admitir es que el Presidente de la Asamblea se arrogue atribuciones que no le corresponden y que, por añadidura, están reñidas con la democracia y la esencia del Parlamento, lugar donde, como señala el sustantivo, se parla, habla, dialoga, negocia y se llega a acuerdos. La Asamblea, desde la Grecia clásica, se fundó con el fin de evitar que los conflictos se desborden y pongan en riesgo la paz y existencia de las sociedades.
Este rasgo esencial del Parlamento no lo comparte Diosdado quien considera al Parlamento un campo de concentración y a los diputados opositores sus rehenes. Su actitud de pran, de azote de barrio, está afectando seriamente la imagen internacional de Maduro. Este, en vez de proyectarse como el digno sucesor de Chávez, luce como un ser débil, sometido a los designios de un caporal. Incapaz de ponerle límites al hombre que está perjudicándolo. Venezuela debería aparecer en los medios internacionales como la nación que trata de estabilizarse después de la ausencia del comandante y que, a pesar de que los resultados fueron impugnados, activa los mecanismos legales existentes y mantiene el funcionamiento de las instituciones de la República.
Esta no es la estampa que se transmite por culpa de Cabello. Las fotografías y grabaciones que circulan por el planeta son las del Presidente de la Asamblea prohibiéndoles hablar a los diputados, la de un matón golpeando salvajemente a Julio Borges, las denuncias bien fundamentadas de esa heroína llamada María Corina Machado. Las necedades de Pedro Carreño, quien carece de talento hasta para ser cínico, no logran desviar la atención, ni confundir acerca de quiénes son los violentos. A Maduro, Diosdado le está colocando un collar de bolas criollas que terminará por hundirlo.
¿Cuál es su agenda? ¿Qué es lo que pretende? Trata de pescar en río revuelto, desde luego. Tiene su propio proyecto, que no coincide con el de Maduro. Intenta demostrar que este es un gobierno bicéfalo, y que su cabeza es la más importante. Probablemente se ha creído la historia de que cuenta con el apoyo de la mayoría de los militares y del PSUV para una aventura que lo coloque en la cima del poder más pronto de lo que la Constitución señala. El plan de esperar seis años para ser el candidato del oficialismo le parece muy lejano e incierto. Se da cuenta de que el gobiernito de Maduro es famélico y que su desmoronamiento, en el mediano plazo, lo alejaría de Miraflores. Quizás esté tratando de demostrarles a los cubanos que él sí les garantiza la seguridad que la tiranía caribeña necesita para seguir sobreviviendo. El destinatario final de sus amenazas y abusos no son los diputados, sino los miembros de su propio partido. Pronto veremos qué es lo que trama.
Como dice María Corina: Maduro, ¡cuídate de Diosdado!
Tomado de: http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=963350
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