Por Alfredo
Infante SJ, 08/05/2013
En 2013 el país político cambió.
Dos acontecimientos son el punto de inflexión en este cambio: la muerte del presidente de la República Sr
Hugo Rafael Chávez y los resultados electorales del domingo 14 de Abril.
Hoy el país se encuentra más polarizado que nunca. La correlación de fuerzas ha
cambiado y ambas partes representan dos mitades del país con intereses
contrapuestos. La actual polarización es de carácter ideológico-político entre
dos proyectos de país antagónicos y aparentemente irreconciliables. El cambio
que ha acontecido consiste en que ya la polarización social, representada por
la brecha entre ricos y pobres, no se expresa en la polarización política.
No cabe duda
que en el 2000 decir ‘chavismo’ era decir mayorías populares y decir oposición
era señalar al sector medio y alto de la sociedad. Para entonces, la brecha
social entre ricos y pobres se expresaba políticamente en las urnas mostrando
una desproporción en la correlación de fuerzas entre el chavismo y la
oposición; esta desproporción era favorable al oficialismo. Hoy, 14 años
después, ninguno de los proyectos puede arrogarse para sí la representatividad
de los intereses de los pobres. Cualquier pretensión de este tipo no es más que
una ceguera ideológica que coloca de espalda a la realidad al actor que lo
pretenda.
Al hacer un
recorrido por la historia electoral de estos años de revolución se evidencia,
tal como era de esperarse en un prolongado ejercicio de gobierno, un progresivo
desgaste en la credibilidad de quien está en el poder. Desgaste que ha sido
lento y prolongado gracias a la presencia carismática del finado Presidente Sr Hugo Chávez quien
interpretó y se conectó cabalmente con el sentir de las mayorías populares.
Este hecho se constata en el gráfico que encabeza este artículo donde se
muestra cómo la brecha entre la línea roja y la azul va acortándose
progresivamente, dando un salto imprevisto en el lapso de octubre de 2012 a
Abril de 2013, llegando a encontrarse ambas líneas en un empate técnico.
Los resultados del domingo 14 de Abril revelan que la línea que
divide a Venezuela políticamente en dos mitades iguales, no se identifica con
la línea que separa a una clase social de otra. Dos mitades iguales significa
que la línea de las fidelidades políticas transversa a la mayoría de las
familias venezolanas por igual en todos los sectores sociales. Por ello,
podemos afirmar que estamos en un nuevo escenario político que exige a los
actores (chavismo y oposición) dos cosas, en primer lugar, una autocrítica y
diálogo interno para resituarse y responder adecuadamente al país en este nuevo
escenario, y en segundo lugar, reconocer a su contrario y abrirse al diálogo
para llegar a un acuerdo de convivencia democrática que garantice la
gobernabilidad, teniendo como marco la Constitución.
Autocrítica
se refiere a que el chavismo debe auto- examinar su modo de gobernar y
preguntarse por las razones que han llevado a miles de venezolanos a abandonar
progresivamente sus filas. Los injustos señalamientos de “apátridas”, “vende-patria”,
“fascistas” para quienes han dejado de creer en la propuesta revolucionaria
indican ceguera e incapacidad de ir a la raíz interna del problema. Un dato
importante que tiene que ver con este fenómeno, por ejemplo, es el hecho de que el porcentaje más alto de
protesta social viene de organizaciones y grupos fieles al proceso bolivariano
que desean una revolución que les escuche y sea más eficiente en la inclusión.
Este importante sector protesta exigiendo una auténtica revolución. Criminalizar
las protestas sociales aplicando la ley anti-terrorista como algunos voceros
del establecimiento parecieran proponer, en vez de escucharlas, va a ir
generando un mayor distanciamiento de las élites políticas del chavismo
respecto a las bases. Si no escuchan el clamor interno de sus bases, continuará
el desplazamiento hacia la oposición u otras alternativas políticas como la
abstención, y poco a poco, el partido de gobierno (PSUV-Polo Patriótico) será
sólo élite y maquinaria distanciada de las bases; un destino parecido a la
Acción Democrática (AD) de Alfaro Usero. El poder desgasta y más cuando se
ejerce en disonancia con la vocación originaria del propio proyecto y deja de
responder a los intereses de las grandes mayorías.
La
oposición, por su parte, debe leer estos resultados sin triunfalismos y cómo un
indicador para la auto- reflexión y un dialogo interno que busque reducir por
la vía de la razón democrática a los representantes de la extrema derecha que
aún perviven en sus filas. Debe convencer a los sectores extremos que la vía democrática es
la única vía legitima para llegar al poder y que dada la vocación social del
pueblo venezolano, más aún después de Chávez, sólo tendrá legitimidad un
gobierno y una oposición democrática con vocación social. Es claro que el
camino democrático al que le ha apostado la MUD, después del fracasado golpe de
2002, le ha ido fortaleciendo y legitimando al punto de representar la mitad
del país.
En la actual crisis tiene la MUD como desafío convencer a la otra
mitad del país, por la vía de los hechos, que el modo democrático no es sólo
una táctica sino una convicción, por ello sus operadores políticos deben
mantenerse estoicamente en el marco democrático e insistir en condenar las
muertes y los hechos violentos que se les señalan como reacción ante los
resultados de las elecciones y pedir a las instituciones del Estado llevar el
asunto a sus últimas consecuencia exigiendo una investigación imparcial que
haga justicia dentro del marco del debido proceso. De igual modo, a lo interno
debe dar señales a sus seguidores que más allá de los resultados electorales
hay un interés real por la vida y la integridad de las personas, lo que implica
un importante trabajo de campo para fundamentar los señalamientos sobre
detenciones arbitrarias, torturas, acoso laboral y falsos positivos sobre los
daños a las instalaciones de los CDI.
Lo que esperamos los venezolanos de a pie es que los actores en
conflicto tomen conciencia del nuevo momento en el que nos encontramos como
sociedad y respondan poniendo como bien superior la paz social del país, se
reconozcan como adversarios con igual respaldo de parte del pueblo y lleguen a
un acuerdo político de paz y gobernabilidad.
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