LUDMILA VINOGRADOFF 04 de febrero de 2014
El presidente venezolano
lleva ya más de diez meses en el poder, pero todavía no ha podido mudarse, lo
que se interpreta como un signo de debilidad en el seno del Chavismo
Nicolás Maduro no ha podido dormir ni
una noche siquiera en La Casona, la residencia presidencial, con su mujer Cilia
Flores, desde que se alzó con la Presidencia de la República Bolivariana de
Venezuela por un escaso margen de 1,49 puntos a su favor el 14 de abril pasado
cuando disputó el cargo con su rival Henrique Capriles.
Y es que no ha podido consumar lo que
por ley le corresponde o tomar posesión de la residencia presidencial de una
vez por todas porque La Casona sigue ocupada por las hijas de su antiguo
inquilino Hugo Chávez, a pesar de que falleció oficialmente el 5 de marzo
pasado y el sitio debía estar ya desocupado.
Y es que la codiciada mansión
presidencial, la que se asigna a la familia que ha sido electa en los comicios,
todavía no ha podido ser transferida a los nuevos inquilinos en estos diez
meses que Maduro lleva en el poder. Diversos motivos que van más allá de los
regularmente permitidos lo han impedido hasta ahora.
Sea cual sea el caso, las hijas del
presidente Hugo Chávez a las que también llaman “las infantas”, a saber, Rosa
Virginia, María Gabriela y Hugo, se aferran a la residencia como si fuera un
legado que les ha dejado su padre y no han mostrado ninguna intención de
mudarse para que la puedan ocupar Maduro y su mujer Cilia Flores, con quien se
casó en junio pasado tras pasar una discreta y breve luna de miel en la isla de
Margarita.
Las hijas de Chávez han convertido La
Casona, que cuenta con una sala privada de cine y piscina, en un club de
entretenimiento para sus amigos. Son ruidosas las fiestas que organizan, según
cuentan los vecinos de la urbanización La Carlota y Santa Cecilia donde está
ubicada la residencia presidencial.
Cuentas sin pagar
Los restaurantes de comida rápida y
las agencias de festejos de catering ya no llevan los pedidos de pizza,
hamburguesas y bebidas espirituosas porque alegan que los inquilinos de La
Casona no les pagan las facturas. Las empresas de espectáculos también se
quejan de que deben suministrar unas 30 entradas a las hijas de Chávez cada vez
que traen un artista internacional para repartirlas entre sus amigos.
Rosa Virginia es la hija mayor de Chávez
y está casada con Jorge Arreaza, el actual vicepresidente. Este matrimonio que
surgió a la sombra del caudillo patriarca ha tenido tropiezos, el más reciente
de ellos causado por veleidades de terceros, y ha estado a punto de separarse.
Pese a las peleas de la pareja, Rosa
Virginia ha continuado viviendo en la residencia con sus dos hijos y su marido
Arreaza se mudó por una temporada a Fuerte Tiuna, sede del Ministerio de la
Defensa, mientras duró la crisis matrimonial. Al final se reconciliaron por conveniencia
para ambos y el vicepresidente regresó a La Casona.
La segunda hija, María Gabriela, la
consentida de Chávez, también intentó irse de la residencia presidencial y se
mudó a una casa en la caraqueña urbanización de la Alta Florida prestada por uno
de los aliados de su padre para escribir un libro dedicado a su memoria.
Con el amanecer del nuevo año 2014
María Gabriela parece que no soportó vivir más en Alta Florida sin los
privilegios del lujo y el poder que tenía en la residencia presidencial, sólo
permitidos por ley al presidente, su esposa e hijos menores de edad.
La única de los 4 hijos reconocidos
oficialmente menor de edad es Rosinés, que hoy debe tener unos 16 años, hija de
Marisabel Rodríguez. El resto de los tres hijos: Rosa Virginia, María Gabriel y
Hugo, tenidos con la primera esposa Nancy Colmenares, también debían desalojar
la resdiencia, pero no lo han hecho.
Lo que todos los venezolanos se
preguntan es por qué las hijas de Chávez no han entregado La Casona a Maduro y
su mujer Cilia, que continúan viviendo en La Viñeta, una residencia destinada
al vicepresidente y a los jefes de Estado visitantes, después de once meses en
el cargo.
Las malas lenguas en el ámbito
presidencial comentan que el ex canciller José Vicente Rangel ha aconsejado a
las hijas mantenerse en la emblemática residencia para evitar que Maduro tome
posición, lo que indica que es vulnerable, débil y no controla todo el poder
presidencial. La otra hipótesis es que María Gabriela, de 33 años, la favorita
de Chávez, es el talón de Aquiles de Maduro porque sabe muchas historias de
cómo fue preparado su ascenso al poder.
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