Colette Capriles Viernes, 25 de abril de 2014
Como
todo lo que rodea la gran anormalidad que somos, el misterio, el silencio, la
desinformación y las operaciones de mitificación asedian también la relación de
Venezuela con Cuba, o del chavismo con el castrismo
En estos días se produce un acto más
de la reescritura totalitaria de la historia cuando le aparece, en un libro
para escolares según dicen, una “nodriza cubana” al bebé Bolívar, personaje que
además sería una “amiga de doña Concepción” (lo que sugiere cierta alcurnia),
desplazando a la negra Hipólita de la que siempre nos habían hablado. Lo
grotesco de la impostura muestra el tamaño de la operación que se quiere
acometer: construir una referencia “entrañable”, íntima; una metáfora de la relación
nutricia que tendría Cuba con Venezuela, aun cuando ninguna de las dos existía
como nación o identidad, trascendiendo así lo político, lo epocal, lo
histórico, para aterrizar en una asociación pavlovianamente emocional.
Lo que importa, parece, es legitimar
una relación que es, obviamente, ilícita. Una relación de dominación siempre
necesita justificarse. Pero esto es algo más (y menos) que una relación
política. Es una relación comercial de gigantesca envergadura. Se dice con
frecuencia que lo insólito de la situación venezolana es esa manera de anclarse
a una estampa congelada en la historia de la Guerra Fría que sería el
estalinismo cubano. Pero no se repara en que tal vez estemos ante una novedad
en términos de un modelo de negocio que ha funcionado bastante bien en los
últimos diez años, y del cual la hoz y el martillo no son sino los logos de un
branding extremadamente agresivo y eficaz. Cuba es una inmensa corporación
dinástica que vende, para provecho exclusivo de sus socios y dueños, un conjunto
de servicios de control social (corrientemente llamado socialismo) y obtiene
ganancias extraordinarias con costos mínimos.
Así, pues, estimado lector, si siente
usted tentaciones tiránicas y encuentra la oportunidad de hacerse del poder
legalmente con el voto de los desencantados de la política, no dude ni un
minuto: comuníquese de inmediato con Castro Brothers, Inc., quienes le
ofrecerán un menú de opciones ajustadas a su PIB, nivel de desarrollo
institucional, cohesión interna, resentimiento social y grado de paranoia,
garantizándole una limpia genealogía ideológica que lo conectará a usted con
los grandes relatos épicos del siglo XX y los antecedentes que sean necesarios
(guerras de independencia, héroes autóctonos, cosmovisiones locales), así como de
un certificado de supremacía moral que le permitirá eternizarse al mando,
amparándose en la defensa de los desposeídos, cuyo número –así asegura el
folleto– siempre se mantendrá dentro de los parámetros de pobreza requeridos.
El carisma, siempre una gran ventaja, es sin embargo opcional: el paquete
funciona con o sin él.
El modelo consiste en efecto,
esencialmente, en proveer tecnologías de control social a cambio de convertirse
en socio estratégico de los negocios medulares de la economía nacional. Hay una
versión all-in-one: servicios sanitarios de atención primaria e importación de
medicamentos, servicios educativos, de inteligencia y contrainteligencia, de
seguridad, de apoyo militar, de tecnologías de información y de registro de
población, de recaudación de impuestos, de deporte de alta competencia, de
administración y control de medios de comunicación, y sobre todo, métodos
represivos y sistemas de delación refinados durante generaciones desde la Rusia
zarista, leninista, estalinista, y aún más sofisticados por cortesía de la
Gestapo, muchos de cuyos miembros terminaron en Alemania Oriental entrenando a
la Stasi, luego escuela de los cubanos. Y en el núcleo, un servicio de
narrativa revolucionaria dirigido a la creación y distribución de mitos políticos
e identitarios (en los que el nacionalismo ocupa un lugar prominente) que
justifiquen el advenimiento de la nueva élite al poder. Se aceptan, por
supuesto, distintos medios de pago pero hay uno que no puede faltar: el cliente
se compromete a asegurarle al proveedor nuevos mercados como garantía, de modo
que el marketing queda a su cargo.
No es pues, una ideología lo que Cuba
exporta. Es un know-how de cómo construir, paso a paso y con 55 años de
experiencia, un sistema de dominación intemporal.
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