Miguel Méndez Rodulfo Caracas, 25 de abril de 2014
A lo mejor exagero pero se me antoja
que el ambiente anti MUD que mucha gente y también muchos sectores, expresan me
recuerda la antipolítica que colmaba los espacios de opinión en el último
lustro del siglo XX. Entonces el rechazo a los partidos políticos
tradicionales, y no tanto como el MAS; la negación de virtudes a los que habían
sido los líderes naturales, salvo Caldera que astuta y oportunistamente se
había mimetizado contra el sistema político; el asqueo de la gente contra la
corrupción y en general las falencias propias de la democracia, que aunque
imperfecta siempre ha demostrado ser la mejor forma de gobierno que la
humanidad ha encontrado, calaron en la población y sobre todo en un sector de
la clase media, obraron el milagro de acabar con una era y dar paso a la
aventura política que más cara nos ha costado a los venezolanos. De repente
comenzamos a ver en los carros banderitas de Venezuela y en las emisoras de
radio a oír música llanera de manera más regular; es decir, hubo un
resurgimiento del chauvinismo al mejor estilo de la época perejimenista. Estos
y otros signos preludiaron la debacle política que nos condujo infierno en que
nos encontramos hoy.
Por eso es bueno recordar el
comportamiento de la gente de la clase media de entonces, que de simpatizantes
de los partidos tradicionales: AD y Copei, pasaron a ser hipnotizados por un
charlatán militarista que prometía derribar en un lapso muy corto todo el
andamiaje institucional que costó 40 años construir y al cual el voto de esos
venezolanos le había otorgado legitimidad. Así las cosas, ni los intelectuales,
ni la gente más educada logró convencer a una clase media con capacidad de
consumo, producto de su esfuerzo, pero con muy pocas luces en materia política,
que aquello que les ofrecía el militar golpista era un espejismo que se
volvería contra ellos. Todo esto me recuerda también la forma compasiva, por
decir lo menos, como nos ven los pensadores de países desarrollados, al analizar
nuestra eterna fatalidad en América Latina por desandar caminos que nos había
costado mucho tomar y que nos llevaban al éxito, pero como éste no se producía
en forma rápida, nos tornamos presa de la impaciencia así como de la
improvisación y buscamos entonces una salida fácil y más corta que generalmente
la ofrece un populista charlatán, todo lo cual es la vía más directa al abismo.
El rechazo público y notorio contra la
MUD que hacen los estudiantes, que aunque no se expresó en esos términos en el
comunicado que produjeron, la intención de recalcar la autonomía del movimiento
estudiantil frente a la mesa trasluce a las claras un distanciamiento real; el
deslinde de la MUD que hacen los defensores de derechos humanos, los ataques de
opinadores contra la federación de partidos que coordina Ramón Guillermo, las
críticas desconsideradas por haber aceptado concurrir al diálogo, son motivos
para preocuparnos porque nos coloca nuevamente en el terreno de la antipolítica
y ello es terrible sobre todo en un momento en que la unidad es más necesaria
que nunca.
La posibilidad de que a la postre el
régimen no pueda controlar la crisis económica con sus secuelas de inflación y
escasez, el hecho de que se pueda acentuar la crisis política y la eventualidad
de que se le vaya de las manos la gobernabilidad del país por la irrupción de
una enorme crisis social, podría agarrarnos sin una unidad sólida y coherente,
sin un liderazgo natural que pueda encauzar al país en esos momentos tan
dramáticos. Oigamos a Vargas Llosa cuando nos recuerda que la unidad es sagrada
y el mayor valor por el que debemos luchar en estos aciagos momentos para la
nación.
Miguel Méndez Rodulfo
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