Por Olga Ramos, 20/04/2014
Tendencia irreversible, como título, sin estar en
época electoral, debe sonar un tanto extraño, pero en diciembre de 2013, fue
aprobado y promulgado lo que debería ser -de acuerdo al artículo 187, numeral
8, de la Constitución- un plan de desarrollo económico y social de la nación.
Sin embargo, no fue eso lo que se aprobó, sino algo
denominado "Líneas Generales del Plan de la Patria,
Proyecto Nacional Simón Bolívar, Segundo Plan Socialista de
Desarrollo Económico y Social de la Nación 2013-2019", que de acuerdo al decreto publicado en Gaceta Oficial
Extraordinaria número 6.118 del 4 de diciembre de 2013,
tiene efecto jurídico, y es de obligatorio cumplimiento en todo el
territorio nacional.
El texto aprobado, porque tuvo versiones previas en
tiempo de campaña, ha sido mi lectura en estos días de Semana Santa. Decidí releerlo, ahora con más detenimiento y detalle, dada
la "Consulta Educativa" que adelanta el Ministerio de Educación.
Tal como recordaba, a pesar de que en el cuarto considerando del decretolegislativo con el que se aprueba, dice
que el plan "se fundamenta en los principios y valores de la
Carta Magna", hay dos cosas que
resaltan en este texto: la primera, es una serie de objetivos
que contravienen lo establecido en varios aspectos
de la Constitución, por lo que atentan
contra la ya precaria institucionalidad que tenemos; y la segunda,
totalmente consustancial con la primera, es que buena parte de este texto, no
es más que un plan de trabajo del partido que está en el gobierno para
consolidar un modelo político-cultural que pretende imponer a la sociedad.
Y es que como ya sabemos, el modelo de ejercicio de poder que tienen los que hoy están en el gobierno, establece un solapamiento
entre Estado, gobierno, partidoque hace que, entre
muchas cosas, se utilicen tanto los recursos, como las instancias
gubernamentales, para beneficio de la parcialidad política que ocupa los cargos
públicos. Es la lógica de ejercicio de la hegemonía
del Estado-gobierno-partido, sustentada en la
legitimidad de origen del gobierno.
Sin embargo, la legitimidad de origen, que no es otra que
la que se le confiere a un gobierno, por haber ganado unas elecciones -una o
19, a los efectos del modelo, es la misma cosa- no le da derecho a tomar por asalto el poder violando, de hecho y
con cada hecho, lo establecido en la Constitución. Esa legitimidad no lo faculta para cambiar de facto la
Constitución a través de leyes, ni de actos legislativos, judiciales y
políticos de cualquier índole.
Dicho ésto, volvamos al texto del "plan".
Desde el lenguaje presuntuoso y rimbombante, con el
que este "plan" promete desde consolidar el proceso
revolucionario en Venezuela hasta salvar el planeta y a través de
sus 5 "objetivos históricos", -desarrollados en 24
"objetivos nacionales" y éstos a su vez, en múltiples objetivos
"estratégicos y generales"- se revela un modelo político-cultural basado,
entre otras cosas, en un esquema de "guerra popular prolongada y asimétrica".
La doctrina de seguridad y defensa nacional, la
ética revolucionaria, el control efectivo del Estado, el desarrollo del
"poder popular" consustanciado con las milicias, el empleo de las
milicias en las funciones de apoyo al desarrollo nacional, el desdibujo de las
organizaciones gremiales, la organización del pueblo para su participación en
la defensa integral de la nación, la formación de cuadros, la modificación
curricular para incluir estrategias de formación de valores socialistas y
patrióticos, la irrupción de un "Nuevo Estado Democrático y Social, de
Derecho y de Justicia", la construcción colectiva del nuevo Estado
Socialista, bajo el principio de "mandar, obedeciendo"; son elementos
que dibujan, a lo largo del texto, un modelo que se
sustenta en un enfoque belicoso de relación entre ciudadanos. (Para los resabiados, advierto que también el texto habla de
paz y convivencia, pero una paz y convivencia construidas a partir de la
identificación con el modelo revolucionario y forjadas en la guerra popular
prolongada).
Podría dedicarme a citar punto por punto los
elementos que constituyen este modelo y que están expresados en el plan, pero
este texto quedaría innecesariamente largo. Además, no hay nada como leerlo de
primera mano y descubrirlo de forma progresiva. (*)
Apuesto que, a esta altura, más de uno y con razón,
se preguntará ¿qué tiene que ver el título con el texto? ¿por qué hablo del modelo político-cultural que promueve este
plan y lo asocio con una tendencia irreversible?
Lo hago, porque creo que, dado el tenor de los
acontecimientos que hemos vivido en estos días, hay una peligrosa tendencia que
pudiera estar convirtiéndose en irreversible: la muerte de la Política y el predominio de la lógica de guerra
como sustento de la dinámica social y de las relaciones de poder entre las
personas. Creo que sobre eso tenemos que reflexionar.
Veamos algunos ejemplos:
Un día, los paramilitares del
gobierno se meten en una Asamblea en la Facultad de Arquitectura de la UCV y persiguen, amedrentan y vejan a los estudiantes. Días más
tarde, los mismos u otros paramilitares más descarados y mejor organizados, se instalan dentro de la UCV a sabotear una manifestación
estudiantil y desnudan y vejan a
un estudiante, agreden y roban a reporteros, siembran el terror en la Tierra de
Nadie.
Al poco tiempo, un grupo de personas obstinadas por la falta de seguridad en
Montalbán, agarran, vejan y desnudan a un ladrón, para luego
entregarlo a las autoridades. Y algo tan reciente como ayer, un grupo de manifestantes o vecinos o ciudadanos indignados ante el atropello de un borracho oficialista a una señora que
manifestaba pacíficamente, deciden tomar la
justicia en sus manos, propinarle unos
golpes al agresor y destrozarle su camioneta.
Unos con más argumentos que otros, con más
indignación que otros, más organizados que otros, más armados que otros, con
apoyo del gobierno o sin él, con el beneficio que da la impunidad o con la
amenaza de ir presos, en algunos casos protegidos por un escapulario o un
rosario y en otros, bajo la protección de la corte malandra; agreden, vejan y toman la justicia, o la venganza en sus manos.
Formas muy similares que toma esta guerra popular prolongada, en la que
consciente o inconscientemente, hay muchos participando.
Veamos otro ejemplo:
Un día una conocida y querida amiga, sale de su casa
y encuentra una barricada, se baja del carro para quitar los obstáculos que le
impiden pasar, es agredida por sus vecinos sin mediar razón, porque ellos se
sienten propietarios de la calle y asistidos por la verdad de los nobles
objetivos de la lucha. Ella, tan opositora y activa como ellos, pero
participante de otra estrategia de lucha, responde con igual indignación que
sus vecinos, porque si ellos tienen
derecho a obstaculizar, ella tiene derecho a pasar. En todo caso, no medió previamente ningún acuerdo, por tanto, a unos y otros parece asistirlos el derecho, a circular y a
protestar, al mismo tiempo. Gritos, insultos,
empujones y amenazas mediante, hemos visto y conocido escenas como esa en
múltiples ocasiones. El fondo de este desencuentro, revela la poca disposición
de unos y otros para debatir y coordinar acciones y el entendido, nos guste o
no, de que si creemos que nos asiste la razón, tenemos el derecho de
imponerle la misma y sus consecuencias a los otros.
Si seguimos escudriñando cómo afloran los matices de
esas premisas y esa conducta y nos trasladamos un rato a las redes sociales,
encontramos una de sus mayores y más floridas expresiones de ejemplos, que van
desde el "despierta" y "sal de tu indiferencia", que presume que quién no nos acompaña en las acciones que
consideramos adecuadas, son indiferentes o están dormidos y no se enteran de lo
que sucede en el país (estas agresiones son simultáneas, por cierto, al
uso, con mucha frecuencia, de imágenes de jóvenes mujeres
"guerreras" y de estudiantes encapuchados en plena
"batalla", para identificar la conducta heroica y a la calificación
de todo aquel que emprende una acción para la que parece imprescindible tener
coraje, como alguien que sí tiene bolas); pasando por el "colaboracionista" en múltiples tonos y volumen, por el que se supone que todo el que emprende una acción que
otro considera que puede favorecer al gobierno, está actuando en
complicidad con el mismo y para obtener beneficios personales; hasta llegar a
las múltiples y diversas acusaciones de culpabilidad que explican por qué,
después de 15 años, aún seguimos con este gobierno.
Y en esta última variante, hay una expresión que se
basa en la defensa de unos, a los que se considera que se están atacando
injustamente, mediante el ataque férreo a otros, que alguna vinculación tienen
o se presume que tienen con los que consideramos que están atacando a quién
defendemos. Parece un trabalenguas, ¿verdad?
Pero no, se trata, entre otras combinaciones
posibles, de los que defienden a Capriles o a la MUD, atacando con furia a
Leopoldo o a María Corina y viceversa. Ataques que van y vienen, como si alguien tuviera una especie de
"legitimidad" otorgada por la "lucha" para desconocer el
esfuerzo y sacrificio que todos, con sus errores, garrafales o menores,
esporádicos o reiterados, le han dedicado al país hasta este momento.
A esta altura, si aún se mantienen leyendo, es
posible que muchos estarán arrechos con mi postura, y se preguntarán cómo se me
ocurre comparar una cosa con la otra y meter todo en el mismo saco, pero creo
que así debemos verlo, que hemos perdido la capacidad para ver la violencia y
la lógica de guerra en nosotros, y por eso nos resulta tan fácil y sin
cuestionamiento, jugar el juego del gobierno, el mismo juego que adversamos, el
de la "guerra popular prolongada y asimétrica".
Y antes de que se vayan a arrechar más, no se trata
de no reconocer el sacrificio de todos y las vidas que han dado estudiantes y
manifestantes, así como tampoco, ignorar que en el país hace tiempo que no
hay justicia, que los malandros siempre salen premiados y que si los llegan a
agarrar, los sueltan, mientras que a nuestros manifestantes, los agarran, los
meten presos, los torturan y hasta los violan; que no tienen miramientos con
los médicos y los abogados que sólo hacen su trabajo; que cada día las cosas se
ponen más difíciles y que la última medida es que, para evitar que se divulgue
lo que aquí está pasando, la orden es quitar los celulares a quienes
manifiestan o andan por la zona; que estos tipos violan la Constitución a
diestra y siniestra, usan el ventajismo y la impunidad para violar nuestros
derechos y para que sus grupos paramilitares y los órganos de seguridad del
Estado puedan amedrentarnos.
Tampoco se trata de desconocer que nuestros líderes,
dentro y fuera de los partidos, excluidos de la toma de decisión formal en la
MUD, o incluidos y aprovechándose de ello, han abusado de la confianza de la
gente, y que a falta de espacios de entendimiento, en este tiempo todos, sin
ninguna excepción, han participado en una batalla de agendas en los medios y en
la calle, porque creen, a la vieja usanza, que quién impone la agenda en la
calle, logra imponer los temas y la conducción de la agenda. Unos apuestan a un
discurso más racional y otros a una acción más "contundente", pero
todos usan el mismo mecanismo de guerra para dirimir la agenda opositora, para
lograr imponer liderazgos y estrategias, pero el resultado es la
exclusión, cuando deberíamos estar construyendo un liderazgo colectivo y una
estrategia coordinada, que se ha demostrado, son nuestros mejores fuertes.
Teniendo claro de qué se trata y de qué no, tenemos
que preguntarnos si en efecto y hasta qué punto, la lógica de guerra nos tiene
invadidos, si vamos a avalar a quiénes emulan lo que
adversan con sus acciones, si esa es nuestra única posible respuesta.
La lógica mediante la que se lucha y por la que se toma
del poder se sustenta en el mismo modelo ético-político con el que se
ejerce el poder cuando se tiene.
Pensemos si eso es lo que queremos para Venezuela.
Mirémonos en el espejo de aumento que tenemos hoy en
el gobierno. Muchos de ellos, hace 3 décadas hacían guerrilla urbana para tomar
el poder y hoy, atacan con grupos paramilitares para mantenerse en él; otros
conspiraban en los cuarteles para tomar el poder y hoy, reprimen brutalmente a todo
el que manifiesta.
Pensemos que ese modelo político-cultural que
declara enemigo a todo con el que no estoy de acuerdo, no es exclusivo de los
que se encuentran ejerciendo el gobierno en este momento. El odio se expande del que piensa diferente y apoya al gobierno,
al que piensa diferente pero apoya a otro dentro de la oposición, que no es al que yo apoyo. El odio se expande en la medida que
crece y se internaliza la práctica del maniqueísmo, de dividirnos en buenos y
malos.
Mientras tanto, la inseguridad y el
desabastecimiento crecen, así como crecen las restricciones y las horas
haciendo cola. Aparecen dos muertos en el Guaire desechados en bolsas
negras. Cada día caen más estudiantes presos, más tiempo pasa para
los presos políticos que tienen meses y años en la cárcel.
Deberíamos estar todos solicitando la nulidad del
"plan" por inconstitucional, pero, en su lugar, pareciera que el
comportamiento que se desprende del modelo político-cultural que lo
sustenta, representa, para muchos, una tendencia irreversible.
(*) Para leer el Plan de La Patria, pulsa aquí:
Tomado de:
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