FERNANDO OCHOA ANTICH 25 de diciembre de 2016
Los
gobiernos de Carlos Andrés Pérez y su polémica son presentados, con gran
objetividad y justicia, en el extraordinario documental, titulado “CAP dos
intentos”, realizado por el reconocido cineasta venezolano Carlos Oteyza. En
apenas cien minutos de filmación logró resumir, de una manera sorprendente, los
diez años de gobierno, resaltando sus grandes aciertos y señalando, al mismo
tiempo, los errores que, sin lugar a dudas, cometió, pero que con el pasar de
los años han empezado a valorarse, de una manera diferente, por una importante
mayoría de venezolanos que han rechazado, por falsa y calumniosa, la campaña
que en su contra desarrollaron sus adversarios políticos y en particular el
chavismo, que ha buscado, sin lograrlo, destruir su figura histórica. Muchos de
sus ministros, principalmente aquellos que en su tiempo llamaron los “chicago
boys”, analizaron las distintas medidas económicas que tomó, primero, en el
disfrute de un gran esplendor y después, en medio de una importante recesión
económica. Lo que más resalta el documental es su trascendente obra de gobierno
y los firmes valores democráticos que rodearon su recia y, a su vez, cordial y
bondadosa personalidad.
En el
documental se exponen algunos de los acontecimientos militares de esos
complicados años, pero sin profundizar, por razones de tiempo, en sus causas y
consecuencias. Por ello, interesado como estoy, en que se conozca lo que, en mi
criterio, es necesario conocer, dedicaré mis próximos artículos, de este tiempo
de vacaciones, a analizar el problema militar que tuvo que enfrentar Carlos
Andrés Pérez durante sus dos gobiernos. El ambiente que existía en las Fuerzas
Armadas Nacionales al iniciarse su primer período presidencial era de orgullo y
optimismo. La derrota de la izquierda radical en sus aventuras guerrilleras y
la alternancia republicana entre partidos políticos de distinto signo
ideológico mostraban un importante fortalecimiento de la institucionalidad
democrática. Nuestra organización empezó un retorno progresivo al entrenamiento
para la guerra convencional, con miras a dar una adecuada respuesta disuasiva a
las diferentes amenazas, en medio del surgimiento del diferendo limítrofe con
Colombia, la reclamación territorial del Esequibo y la penetración de nuestras
fronteras por la guerrilla colombiana. Con la adquisición de los nuevos
sistemas de armas: tanques AMX30 y AMX MK F3l, aviones F-16 y Mirage y las
fragatas misilísticas, entre otros, se fortaleció en alto grado nuestra
capacidad de disuación. Ese moderno material exigió a su vez un gran incremento
cualitativo del nivel académico de nuestros institutos militares de formación
profesional.
Durante
la campaña electoral de 1973 se acusó a Carlos Andrés Pérez, de manera
insistente, de tener la nacionalidad colombiana. La veraz respuesta a ese
señalamiento, que ya había producido inquietud en los cuadros militares, dejó
en claro la falsedad de la acusación. Sin embargo, esa inquietud se reactivó al
hacerse pública la tesis sostenida por el presidente López de Colombia y el
presidente Pérez de una posible explotación conjunta de los recursos naturales
del golfo de Venezuela. Esa tesis fue criticada severamente por nuestra opinión
pública. El rechazo militar a dicha tesis fue percibido por el presidente
Pérez, lo cual influyó para que diera término a esas conversaciones. Otro
aspecto que exigió especial atención del presidente Pérez fue el enfrentamiento
entre sectores que eran percibidos como cercanos a Acción Democrática y a
COPEI. Tan absurda lucha surgió en el período de Rafael Caldera, pero se
incrementó al iniciarse el nuevo gobierno. La presencia en el ministerio de la
Defensa del general Fernando Paredes Bello, durante los dos últimos años de
gobierno y cuya aceptación por los dos partidos era importante, coadyuvó a que
esas inconvenientes luchas internas tomaran un camino institucional.
A
partir del año 1979, se mantuvo la práctica, con muy contadas excepciones, de
continuar designando ministros de la Defensa a generales en servicio activo,
nombrarlos por un año en sus funciones y principalmente provenientes del
Ejército. Esta forma de selección, agravada aún más por ser escogidos oficiales
en su último año de servicio, debilitó gravemente el ascendiente necesario que
requería mantener el ministro de la Defensa para poder ejecutar una política
militar coherente. Para colmo produjo, debido a las naturales ambiciones, una
inconveniente lucha, con las negativas consecuencias institucionales, entre los
aspirantes a ese cargo. Esta forma de escogencia no sólo ocurría con el
ministro de la Defensa, sino que también se realizaba en todos los cargos de la
estructura organizativa. Esa permanente rotación impidió que muchas funciones
vitales se realizaran eficaz y eficientemente. Un buen ejemplo de este problema
fue la elevada rotación en la dirección de los organismos de inteligencia. Esta
circunstancia afectó seriamente la continuidad en las actividades
investigativas, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. La
consecuencia de esa equivocada política militar, lo percibimos actualmente, fue
la permanente penetración de las Fuerzas Armadas por agentes políticos de la
izquierda radical, sin que se tomaran a tiempo los correctivos necesarios.
Continuaremos…
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