EMILIO NOUEL 30 de diciembre de 2016
Cierran
con broche de oro el año la asociación transnacional para delinquir conocida
como Corruptos sin fronteras y el socialismo del siglo XXI.
En
esta ocasión son las investigaciones sobre los negociados ilícitos de la
empresa brasileña Odebrecht y el inicio del proceso penal contra la señora
Kirchner, los que hacen estallar la cloaca.
Ya era
vox populi que aquella poderosa firma mercantil obtenía enormes contratos bajo
el ala de altos funcionarios del gobierno brasileño, mediando, por supuesto,
ingentes sobornos dentro y fuera del
país.
Lo
eran también las repugnantes denuncias contra la mafia kirchnerista, cuyas
andanzas han quedado al descubierto con abundante documentación, incluso
fílmica.
Y la
diplomacia bolivariana no podía quedar por fuera de esta deriva podrida.
En
tanto que actor principal de una danza de miles de millones de dólares
provenientes de contrataciones públicas transfronterizas logrados por métodos
nada sanos, Odebrecht gozaba de los favores y la protección de políticos de
diversas ideologías, que en los últimos años se ubicaban, principalmente, en el
campo del izquierdismo suramericano, verbigracia, el lulapetismo, el chavismo y
el kircherismo, cuyos gobiernos cabalgaron sobre la última ola de altos precios
de los commodities.
Sólo
en Brasil se había iniciado la investigación de esta enorme corrupción, aunque
se conocía las conexiones con gobiernos de otros países.
Cómo
una corriente política que se vanagloria de luchar por los más pobres y
necesitados, que se llena la boca de una retórica contra las oligarquías y se
rasga las vestiduras enarbolando un discurso anticorrupción, pudo contagiarse
hasta los tuétanos de la mayor porquería nunca vista en materia de negociados
ilegales con las administraciones gubernamentales de la región.
Es la
pregunta que se hacen los ingenuos que creyeron en la supuesta sinceridad y
honestidad de estos revolucionarios, que históricamente no se han comportado en
la práctica de otra manera.
Una
vez más dan muestras de su tartufismo en funciones administrativas públicas.
De
“Asociación destinada a cometer delitos” habla el juez de la causa contra
Cristina Kirchner. En cristiano: delincuencia organizada, banda creada para
robar al fisco nacional.
En
Venezuela, la corrupción militar-cívica ha alcanzado en los últimos lustros
cotas inauditas. En términos cuantitativos, se pierde de vista si la comparamos
con la kirchnerista.
Lo que
diferencia la situación venezolana de las demás es una grosera impunidad. El
control de los tribunales por parte de la tiranía que impera en nuestro país
impide que se persiga y sancione la delincuencia que se ha enseñoreado a lo
largo y ancho del aparato del Estado.
El
latrocinio, como siempre, a quien perjudica mayormente es al pobre. Es dinero
que se sustrae de las obras y servicios públicos que los más desprovistos de
recursos de la sociedad requieren.
Sin
leyes adecuadas ni jueces independientes, en ausencia de transparencia en la
administración gubernamental, y sin una voluntad política para combatir la
corrupción administrativa dentro y fuera de los ámbitos nacionales, la
delincuencia política transfronteriza, como parece ser el caso de nuestra
región latinoamericana, perdurará y causará enormes daños a nuestras
naciones.
Sin
embargo, y a pesar de todo, este fin de año concluye con buenas noticias.
Brasil y Argentina, sus jueces y fiscales, están asestando duros golpes a un
flagelo social destructor, que hoy tiene nombre y apellido: el populismo
izquierdista del socialismo siglo XXI.
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