Por Yedzenia Gainza, 31/12/2016
Para los venezolanos no es fácil despedir un año
terrible sin temor a que el próximo sea igual o peor. No importa el lugar del
mundo donde hoy las campanadas sonarán a diferentes horas, no importa cuántos
deseos se pidan con la mirada al cielo o los ojos apretaditos para intentar
contener las lágrimas. En el corazón de cada una de las personas de bien que
independiente del punto cardinal que pisen sienten cómo el pie se les va solito
cuando suenan los tambores, late con fuerza un deseo común: la próxima
Nochevieja todos juntos.
Porque en este año a las muchas desgracias que
aquejan a nuestro país se ha sumado una pobreza tan grande que ha dejado miles
de mesas sin la tradicional cena de estos días, o peor aún, sin un pedazo de
arepa que llevarse a la boca. La vida de los venezolanos se ha convertido en
una carrera de obstáculos en la que las medallas se muerden porque de verdad se
comen. Ahora más que nunca las fotos familiares están cojas de seres queridos
que desde lejos sufren por la imposibilidad de ayudar a todos los que
quisieran.
Con semejante panorama no es de extrañar que las
calles del país estén en silencio por el desasosiego generalizado y la ausencia
de los cohetes que muchos más de una vez deseamos callar por un rato. Tampoco
resulta incomprensible que por solidaridad con nuestra tierra, más allá de las
fronteras se renuncie a celebrar como se haría en condiciones normales. Si bien
es cierto que hacer ayuno de hallacas no cambiará la situación del país,
también lo es que cada uno tiene su propia manera de acompañar a sus seres
queridos.
Durante décadas hemos sabido cómo los cubanos
cada diciembre suspiran deseando celebrar el siguiente en su amada isla, y
aunque somos más novatos en esto de las dictaduras, ya llevamos años con la esperanza de
volver a casa para estar rodeados de nuestra familia compartiendo en una mesa
llena del fruto de nuestro trabajo. Si uno está o se siente solo no le sirven
de nada esas reuniones donde la abundancia y hasta el despilfarro hacen de las
suyas. Cualquiera cambiaría en este momento su ración de marisco y champaña por
un abrazo con su vieja y una hallaca aunque fuera a medias.
Lo siento por quien esperaba encontrar alegría en
estas líneas, pero hoy no hay ganas de jugar a la alegría o el disimulo, ni de
desconectar para sentirse menos triste. Hoy hay tristeza que juega garrote, hay
corazones arrugados, guarapos aguados, nudos en la garganta y lágrimas muy
amargas. En Venezuela este 31 diciembre como desde hace un tiempo,
millones de familias se acostarán con la barriga pegada al espinazo, y las que
tienen algo que comer no están para fiestas. Hoy la cosa está fea como nunca la
imaginamos, estamos bajo la sombra de la corrupción, la violencia y la
carestía, haciendo de tripas corazones para seguir luchando por una vida mejor,
por recuperar lo que nos han arrebatado, por volver a ser el país más feliz del
mundo de verdad y con razón.
La única forma de usar esta tristeza es
convertirla en energía para seguir adelante, pelear sin descanso hasta
conseguir lo que queremos, utilizar esta sombra como certeza de que sin la
misma no hay luz. Del túnel de la dictadura han salido muchos, nosotros también
somos capaces. Es nuestra responsabilidad hacer lo posible para que la próxima
Nochevieja estemos todos juntos sin asientos vacíos, comiendo lo que nos hemos
ganado y brindando sin sentimientos de culpa. Que las maletas salgan a pasear
por cada rincón del planeta pidiendo ir a Venezuela.
Queridos venezolanos echándole pichón en nuestra
tierra o cualquier otro lugar del mundo:
Feliz Año Nuevo y muy pronto una Venezuela libre
en la que podamos volver a abrazarnos con la fuerza de nuestro inconfundible
cañonazo.
Yedzenia Gainza
@Yedzenia
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