Publicado el 23 d diciembre de 2016
Un técnico en sistemas de 28 años que se cansó un
día de lo rutinario de su vida y decidió hacer una pausa. Comprensible hasta
aquí. La diferencia es que él escogió tomarse este tiempo pedaleando desde su
natal Uruguay hasta Panamá ¡Unos 13 mil kilómetros! Esto definitivamente no lo
hace cualquiera.
Esta es la historia de Tabaré Alonso
y su viaje en bicicleta por América, con especial énfasis en lo que halló en su
paso por Venezuela.
Punto de partida
Una ruptura amorosa le mostró que las certezas
son frágiles. La rutina de trabajo le confirmó que el anhelo de apostar por la
aventura y la incertidumbre valía la pena, y el viejo mapa en el que había ido
marcando durante años lugares para visitar, le dio alas a esa secreta esperanza
y le proporcionó la voluntad necesaria para enfrentar el reto.
Un amigo de la infancia radicado en Bogotá le
debía un café, así que decidió ir a buscarlo, recorriendo en bicicleta el
trecho kilométrico que los separaba.
“No serán vacaciones, sino una aventura
diaria donde cada día tendré que ir superando los obstáculos y miedos que vayan
presentándose, sumándole el deporte y la vida sana”. Así presentaba
Tabaré el proyecto que estaba por iniciar, en la web que creó para ir
compartiendo su travesía.
Recorrió Uruguay, Argentina, Bolivia, subió hasta
Perú y allí, la Cordillera Andina, a 5mil kms de altura, le presentó una nueva
encrucijada: incluir a Venezuela en el trayecto y conocer el Mar Caribe con el
que tanto soñaba… o seguir hacia Colombia por Ecuador, tomando el camino
seguro. Era una decisión de 4 mil kilómetros en bicicleta. No podía dudar.
¡No vayas a Venezuela!
Tan pronto comentó en sus redes su decisión de
visitar Venezuela empezó a recibir advertencias y rogatorios, uno tras otro,
que intentaban hacerlo desistir de la idea.
“La gran mayoría era de gente venezolana. ‘Te
van a robar, te van a secuestrar’, me decían cada dos por tres. Odiaba que me
dijeran eso, porque yo sí quería ir”, relató Tabaré a Sumito
Estévez, quien lo entrevistó en su programa de radio “El Diario de un
Chef”.
La decisión estaba tomada: giró hacia Brasil,
remontó ríos, llegó hasta Manaos y finalmente se encontró frente a la frontera
con Venezuela.
“Incluso el último día antes de cruzar la
frontera, un chico venezolano me dijo: ‘Te recomiendo no que cruces a
Venezuela. Vas a tener que dormir en la copa de los árboles para que no te
roben’. Eso me dolió porque tienes un sueño y no quieres que 99 de 100 personas
te digan que lo abandones”, cuenta el ciclista.
… Pero no había llegado tan lejos para apartarse
ahora.
La tierra prometida
Haciendo caso omiso a todas las advertencias,
Tabaré entró a Venezuela por Santa Elena de Uairén, encontrándose con la
plenitud de la Gran Sabana.
“Apenas crucé sentí la primera diferencia: el
respeto hacia el ciclista. Los carros que en Brasil parecía que hacían
competencia a ver quién te pasaba más pegado -solo a cinco o diez centímetros-,
aquí en Venezuela se abrían hasta metro y medio y hasta bajaban la velocidad
para no afectar tu andar”, relató el uruguayo en su entrevista.
El segundo impacto se lo llevó con la Guardia
Nacional, cuerpo de seguridad sobre el cual le habían prevenido mucho:
“Te van a sembrar droga, decían, te van a robar la comida y todo lo que
lleves… ¡y resulta que son las personas más increíbles! ¡Los que más me han
ayudado! No uno o dos, sino todos los que me he encontrado en Venezuela”,
contó en la entrevista radial.
Según relató Tabaré, los efectivos de la GN le
daban agua y café, se interesaban por su historia y al conocer lo que está
haciendo, le permitían asearse y hasta hacían colectas entre ellos mismos
para darle alimento o dinero para el viaje.
“Incluso algunos me piden el número de
teléfono y todos los días me mandan mensajes, me preguntan cómo voy y me piden
que les mande fotos”, le contó el uruguayo a Sumito.
Retrato de los venezolanos
Un momento de gran tensión en el viaje estaba
alrededor del kilómetro 88, en la carretera de “Las Claritas” hacia El Dorado.
Explica el ciclista que sentía temor porque era el sitio sobre el que más le
habían advertido; incluso varias personas le pidieron que hiciera ese tramo en
un vehículo y no se expusiera andando en bicicleta y sin compañía.
Pero justo allí ocurrió otra gran anécdota, que
relató a la periodista Valentina Quintero en su programa de
radio: “Me bajo en Las Claritas para comprar unas cuatro naranjas y me
siento en la acera, afuera de la bodega, a comerme una. Pronto la señora del
local me dice que pase, que me siente en una silla, que no tenía que estar
comiendo en la calle”, relata.
“Yo entré descalzo porque tenía el pie un
poco infectado e hinchado por una lesión que me hice en el Roraima, y de
pronto se acerca otra señora -de la nada- con agua caliente para limpiármelo… y
llega otro señor y me trae antibiótico… y se acerca el hijo de la señora y me
devuelve el dinero y me da más fruta… Y de repente tengo como 10 personas
alrededor de mi, ayudándome ¡Sin conocerme de nada! Ahí me emocioné mucho”,
le contó el ciclista a Quintero, conmoviendo a su entrevistadora.
Tabaré asegura que los venezolanos son gente
amable y solidaria como no había encontrado en todo su viaje. “Si necesito
ayudo, yo la pido, no tengo problema con eso. Pero aquí la ayuda viene a mí.
Las personas son las que se acercan. ¡Eso me impresiona! No les importa si no
me he bañado, si tengo el pelo largo o estoy lleno de barro. Se acercan para
cuidarme, para preguntarme si estoy bien, si comí hoy. Esto no me pasó en
ningún otro lado”, afirma el uruguayo.
Sin trueques
Otra cosa que ha llamado la atención del viajante
uruguayo es el desprendimiento con el que ha visto actuar al venezolano.
Acostumbrado en su travesía a hacer pequeños
trabajos a cambio de alimentos o un lugar para pasar la noche, ha sido
desbordado con la generosidad local. “El venezolano no hace las cosas por
trueque: Aquí un plato de comida, un vaso de agua te lo dan a cambio de nada,
solo por la tranquilidad de saber que estás bien”.
Agrega que en otros países por donde ha
pasado le dan lo que sobró de la comida, o lo que van a botar, lo cual igual
agradece. “Pero aquí, a pesar de las dificultades que están pasando, la
gente me da de lo mismo que están comiendo ellos. Que coman un poquito menos
para darte a ti, como si fueras de la casa, te arruga el corazón”.
Sin embargo, Tabaré aseguró a Valentina Quintero
que aquí le ha ayudado tanto el humilde como la gente con poder
adquisitivo: “Aquí es diferente, me ha ayudado la gente humilde, pero
también gente en grandes y lujosas camionetas se me han acercado para ayudarme.
No solo una o dos, sino muchas me han dado dinero para que me compre algo”.
Aunque aún le falta un largo tramo por este
territorio caribeño, asegura que desde ya se lleva la mejor impresión de
nuestro país. “En una aventura como esta te vas a encontrar personas buenas
y malas. Pero en Venezuela yo solo me he encontrado personas geniales. Hace un
mes que estoy aquí y hoy te digo esto: Llegue al paraíso cuando entré en
Venezuela”.
Para saber más sobre la historia de este
cicloturista y acompañarlo en su travesía, pueden seguirlo en sus redes: Viajando por
América en Facebook y @tabarealonso
por Instagram
Tomado de:
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