FERNANDO EGAÑA 27 de diciembre de 2016
La
tradicional expresión de estos días decembrinos, suena, en esta Venezuela
menguada, a chiste de mal gusto, si no a punzante ironía. No hay derecho a que
ello sea así. Pero la hegemonía despótica y depredadora que aún impera ha
conducido al país a una gran crisis humanitaria en medio de una bonanza
petrolera. Y en este mes de diciembre, todo se ha hecho más notorio por las
“loqueteras monetarias” que han dejado a gran parte de la población sin
efectivo.
Todos
quisiéramos disfrutar de una Feliz Navidad, sobre todo después de un año tan
agobiante. Pero ni eso podemos hacer. Entre la creciente escasez, la
hiperinflación, y la falta de dinero en efectivo, poder preparar una cenita
navideña es toda una hazaña. Y en pleno siglo XXI y luego de varios lustros de
millardos de petrodólares, que tan pronto han entrado, han sido despachados por
la verdadera vanguardia de la “revolución”: la boliplutocracia.
Consecuencias:
un país socio-económicamente en la ruina, y políticamente en la ruindad. Cómo
entonces hacer creíble la realidad de una Feliz Navidad. Pero todavía menos
creíble es el segundo deseo de la tradicional expresión: y un Próspero Año
Nuevo… El 2017 podrá ser cualquier cosa menos próspero. Incluso de producirse
el ansiado cambio político en el país, ello no significaría un salto a la
prosperidad, sino por lo menos un encaramiento sólido de la crisis humanitaria,
con visos, eso sí, de irla superando y de ir desarrollando el inmenso potencial
de Venezuela.
Maduro
y los suyos están encapsulados en sus propio mundillo de mentiras, de
privilegios, de impunidad, de depredación de todo lo depredable. Por eso no se
conciben fuera del poder. Han abusado tanto –por decirlo con levedad—que ellos
mismos no encuentran una alternativa a la burbuja en la cual se mantienen. Y no
importa que el país se siga destruyendo, lo que les importa es continuar
encaramados en el poder, por las malas o las peores. De eso se trata, en
esencia, la supuesta “revolución bolivariana”. La peor estafa de toda la
historia de Venezuela. Y la peor porque ha sido eficaz en la persuasión de
mucha pero mucha gente.
No.
Nuestra patria ni tiene una Feliz Navidad ni puede aspirar a un Próspero Año
Nuevo, a partir del 2017. Por ello repetir la tradicional expresión, en estas
circunstancias, o es un acto de suprema hipocresía, o una manifestación de
insania. Da dolor reconocerlo. Dolor personal, familiar y dolor de patria.
Desde luego que la Navidad es mucho más que un conjunto de satisfacciones
materiales y su fundamento principal es la renovación de la esperanza que nos
da el nacimiento de Jesús. En este sentido nadie nos puede robar el sentido
profundo de la Navidad, pero son tantas las dificultades que padecen los
venezolanos que cuesta bastante encontrar la alegría natural y merecida de
estas fechas.
Por
todo ello, lo que sí se podemos y debemos hacer es unir los esfuerzos para
impulsar el cambio político de fondo –que la propia Constitución no sólo prevé
sino facilita, y concentrarnos en esa dirección. Los venezolanos tienen el
derecho a disfrutar una Feliz Navidad y a desearse, honestamente, un Próspero
Año Nuevo. Pero eso será factible cuando la hegemonía sea superada. Y cuanto antes, mejor.
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