Por Marino González
Las últimas semanas han
evidenciado el total desastre que significa el actual gobierno para la vida de
los venezolanos. Ya no solo es la ideologización y la incompetencia que han
caracterizado estos casi 18 años de gestión. Ahora es mucho más evidente la
indolencia y el maltrato que infringe en la cotidianidad de la inmensa mayoría
de las familias del país. El mundo ha quedado atónito con la palmaria mezcla de
daño deliberado con ignorancia e incapacidad para el manejo del Estado. Con las
medidas económicas de los últimos días, el actual gobierno ha dejado muy claro
que es la peor gestión en la historia de la República y la peor del mundo en el
Siglo XXI.
El gobierno entiende su
acción con el objetivo de destruir. Así ha sido desde el primer momento.
Recordemos que, en su mensaje de toma de posesión, allá en 1999, el presidente
Chávez anunció la sustitución de la Constitución de 1961, la tildó de
“moribunda”. No hubo en sus palabras ninguna actitud comprensiva con el marco
institucional que facilitó el período más largo de estabilidad y gobierno civil
que habíamos conocido. La idea era destruir, con el supuesto nunca comprobado
de que se iba a construir un orden mejor. Ya estaba claro que comenzar así era
justamente la demostración de que la intención no tenía nada que ver con crear
y fortalecer, más bien con aniquilar, con venganzas y retaliaciones.
En su primera aparición, el
gobierno estableció sus parámetros de destrucción. Y así ha continuado. Una
primera fase de destrucción fue intangible. Está relacionada con la percepción
del futuro. Las primeras acciones del gobierno, por allá entre 1999-2002,
afectaron la visión de futuro del país. Colocaron cortapisas sobre nuestras
posibilidades de desarrollo. Prueba de ello es que empezamos a dejar de ser
atractivos para las inversiones internacionales y comenzó el éxodo de empresas
y personas a sitios con mejores perspectivas. Mientras tanto, el gobierno se
concentró en sus ansias de controlar el Petro-Estado, con la visión ideológica
atrasada de que era posible una sociedad controlada por el recurso fiscal
derivado del petróleo.
Con esa intención comienza
en 2006 una nueva fase de destrucción. Esta vez contra toda la capacidad
productiva instalada del país. Se agrede al sector privado, se estatizan
empresas, se vulneran derechos de propiedad, se asaltan fincas, plantas,
instalaciones. Con el soporte de la mayor entrada de recursos provenientes de la
venta de petróleo, se inicia la mayor destrucción de recursos productivos que
se ha visto en el mundo en el Siglo XXI. Y ese ímpetu no se detiene allí,
continúa hacia toda la institucionalidad disidente de esa visión.
En la parte de este largo
gobierno que se inicia en abril de 2013, se ha avanzado en una nueva fase de
destrucción. Esta vez es la moneda. Tal como decía Keynes después de la I
Guerra Mundial, destruir la moneda es afectar la propia esencia de las
sociedades. Y esa la situación que se ha desencadenado en las últimas semanas:
el extraordinario aumento de la inflación y la literal aniquilación de los
billetes como medios de intercambio. La devastación causada por este gobierno
no puede ser mayor. Toda esta destrucción ha dejado muy evidente que la
sustitución del actual gobierno por los medios constitucionales y democráticos
es la tarea más urgente que tiene la sociedad. Establecer la ruta para alcanzar
ese objetivo lo más rápido y al menor costo será la tarea fundamental en 2017.
Será el reto central de la Unidad de los venezolanos. Sigamos.
21-12-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico