Lea Gimenez 28 de febrero de 2020
@lea_g_d
A menudo pensamos que la solución a todos los
problemas pasa por gastar más. Pero en el sector público, gastar es
tan importante como gastar bien. Y para gastar bien,
hay un pre-requisito fundamental: instituciones sólidas.
Un buen ejemplo de la relación estrecha entre calidad
institucional y calidad del gasto es la seguridad ciudadana. En América Latina
y el Caribe, el crimen nos cuesta cada año un 3.5% del PIB regional. Eso es,
aproximadamente, la misma cantidad que invertimos en infraestructura esencial
como carreteras, aeropuertos u hospitales. También es la mitad de lo que
gastamos en salud o educación. En la última década, los países de la región han
aumentado un 34% su gasto en seguridad. Pero la aguja del crimen no se ha
movido. Es más, en los países donde más esfuerzo fiscal se registró entre
2010-2012, solo unos pocos tuvieron un éxito
proporcional en la reducción del crimen y la inseguridad. En la mayoría de
los casos, el crimen aumentó.
Instituciones sólidas para que el gasto sea una
inversión: El caso del sector seguridad
Si hay un sector clave donde la efectividad del
gobierno es esencial, ése es sin duda la seguridad ciudadana. América Latina y
el Caribe es la única región del mundo en donde el homicidio es la principal
causa externa de muerte. Y, sin embargo, es un sector donde las instituciones
están muy poco valoradas. Según el Latinobarómetro, menos del 40 por
ciento de los ciudadanos de la región confía en la policía y la justicia,
comparado al 65% que se registra en Europa.
¿Cómo pueden las instituciones sólidas invertir esa
tendencia?
1. Más coordinación equivale a más eficacia. Los desafíos
en seguridad hunden sus raíces en problemas multidimensionales (sociales,
económicos, educativos, urbanísticos…). Una política de seguridad efectiva
requiere la coordinación de muchos actores institucionales: policía, centros
penitenciarios, tribunales, escuelas, centros de salud… Una herramienta
interesante que se está empezando a implementar en algunos países son los delivery
units (unidades de gestión estratégica), que permiten eliminar silos y
favorecen la implementación de políticas públicas transversales.
2. Una cultura (y un sistema tecnológico) que permita
compartir información. En el
caso de las políticas públicas complejas, es fundamental promover plataformas
de interoperabilidad que permitan la colaboración entre todas las instituciones
implicadas. En el sistema de justicia criminal, por ejemplo, se ha demostrado
que los
juicios se resuelven antes en aquellos lugares donde existen plataformas
interoperables que vinculan de manera instantánea los datos de los
juzgados, policías y los sistemas penitenciarios.
3. La transformación digital es un abanico de
oportunidades. La tecnología y la
innovación están permitiendo alcanzar unos niveles de precisión en la gestión
que hasta hace poco eran inviables. ¿Qué avances ha traído la burocracia
digital a la seguridad ciudadana en concreto? En una región donde la mitad de
los crímenes no se reportan, las nuevas comisarias virtuales está favoreciendo
que las víctimas denuncien más. O la digitalización
de la justicia, que va desde la tramitación digital de expedientes hasta la
introducción de juicios virtuales. Sin duda, un adelanto que puede
descongestionar las cárceles de la región, donde el 44% de los presos está en
prisión preventiva. Algunos países como Chile, de hecho, han venido
construyendo sistemas de justicia digital desde hace varios años. Otros, como
Perú y Colombia, han priorizado en sus agendas la digitalización de sus sistemas
de policiamiento.
4. Los datos de calidad son la gasolina de las políticas
públicas basadas en evidencia. La
revolución digital ha puesto a disposición de los gobiernos un volumen de datos
sin precedentes. Sin embargo, aunque la información y la tecnología ya existen,
las instituciones públicas no siempre tienen la capacidad de analizar los datos
e incorporar las conclusiones en la toma de decisiones públicas. En materia de
seguridad, por ejemplo, cada
vez son más los cuerpos policiales que están usando los datos masivos para
entender cuales son los “puntos calientes” del delito y, en base a eso, asignar
las dotaciones policiales de manera más estratégica.
5. El recurso humano sigue siendo el más importante. Por muy bien diseñada que esté una política pública,
gran parte del éxito reside en que exista en las instituciones el talento
humano adecuado para implementarla y llevarla a buen puerto. En el caso de la
seguridad ciudadana, la incorporación, la formación y la retención de policías
es esencial. El
ejemplo de Honduras ha sido ilustrador: invirtió en equipamiento
tecnológico, profesionalizó las fuerzas de seguridad y adoptó una filosofía
comunitaria, e impulsó la inclusión de un mayor número de mujeres en la
policía. En cinco años la tasa de homicidios bajó a la mitad.
Desafíos importantes, avances alentadores
Reducir la alta tasa de criminalidad es uno de los
grandes desafíos que necesitamos abordar de manera urgente. Los ciudadanos
latinoamericanos no sólo pagan las consecuencias de vivir en la región más
violenta del mundo… también tienen que convivir con que muchos de los delitos
nunca se resuelvan. En el 2016 se registraron 24 condenas por cada 100
víctimas, comparado con las 78 en Europa.
Un buen ejemplo de la relación estrecha entre calidad
institucional y calidad del gasto es la seguridad ciudadana.En la última
década, los países de la región han aumentado un 34% su gasto en
seguridad. Pero la aguja del crimen no se ha movido.
En política pública, abrir
la billetera del Estado para apalancar reformas es importante pero no
suficiente. Además de un buen diseño de una política, es
decisivo tener un ecosistema institucional que pueda llevar las medidas a buen
puerto. Los países de América Latina y el Caribe necesitan gastar mejor y, para
eso, es necesario contar con instituciones sólidas y planes estratégicos que
marquen una hoja de ruta clara. La buena noticia es que muchos países están
haciendo importantes esfuerzos en modernizar sus estructuras. Y eso, sin duda,
es un avance alentador.
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