Por Gioconda Cunto de San Blas
¡Mueran los
intelectuales! ¡Viva la muerte! son frases atribuidas al general José Millán
Astray en el acto protocolar de celebración del 12 de octubre de 1936 en la
Universidad de Salamanca, apenas iniciada la guerra civil española, en julio de
ese año. Con ánimos alterados, adversarios y partidarios de cada facción acaban
con la solemnidad del acto.
En medio de la
trifulca, Miguel de Unamuno toma
la palabra desde su autoridad como rector de la universidad salmantina. “Vencer
no es convencer y hay que convencer sobre todo. No puede convencer el odio que
no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y
diferenciadora” habría afirmado. Es entonces cuando Millán Astray lo increpa
con las palabras ya citadas.
Unamuno fue destituido
de su rectoría diez días más tarde y murió a los dos meses, el 31 de diciembre
de 1936. Murió su cuerpo, porque su espíritu ha quedado para siempre asociado a
las historias universitarias de la dignidad.
Traigo esta reseña a mi
memoria al recoger las noticias de lo que está pasando en nuestras
universidades. Un Millán Astray policéfalo, cual hidra de Lerna con mil
cabezas, anónimo a la vez que señalado, es ahora el responsable de cargar
contra las instituciones de educación superior y de investigación científica
del país, desde todos los flancos.
Sea por ahogo
presupuestario, por destrucción de las instalaciones, por quema provocada en
bibliotecas y laboratorios, por violación de la autonomía, todo es permitido en
aras de seguir los pasos de Martín Espinosa, aquel secuaz de Ezequiel Zamora
que durante la guerra federal posterior a la de independencia se enfrentó a la
juventud estudiosa al grito asesino de: “¡Mueran los que sepan leer y
escribir!”.
De los más recientes
ataques a la universidad venezolana, la destrucción a golpes de mandarria del
microscopio electrónico del Instituto de Investigaciones en Biomedicina y
Ciencias Aplicadas “Dra. Susan Tai” de la Universidad de Oriente (UDO) núcleo
Sucre, con valor de US$ 2 millones, resalta por su brutalidad y ha motivado el
firme reclamo de diversas instituciones ligadas al quehacer científico
nacional, entre ellas, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.
Las instalaciones de la
UDO han sido las preferidas por los malandros. Cables, ventanas, puertas,
techos, mobiliario, materiales de laboratorio y oficinas en sus cinco sedes han
sido robados o destruidos.
Entre marzo y diciembre
de 2020 se reportaron 65 robos en las diversas instalaciones.
El incendio provocado
de la Biblioteca de la UDO-Sucre en
junio pasado convirtió en cenizas el repositorio documental más importante de
ciencia y tecnología del oriente venezolano, a lo que se suma otro incendio en
los laboratorios de Ciencia de la Tierra en el núcleo UDO-Bolívar.
No es solo la UDO
víctima de espolios. El Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad de
Los Andes (ODH-ULA) contabilizó 223
hechos delictivos cometidos contra 13 universidades del país (UCV, USB, ULA,
LUZ; UPEL, entre otras) desde marzo hasta diciembre de 2020. Las agresiones
incluyen robos, hurtos, invasiones y otros actos de vandalismo. Durante los
primeros 10 días de 2021, otros 10 ataques se han perpetrado en cinco
universidades públicas.
La mayoría de estos
hechos permanecen impunes, a pesar de las reiteradas denuncias ante el
Ministerio Público, que con su inacción deja desmanteladas y desamparadas a las
universidades.
Sumemos a estos
despojos materiales la pérdida en talento humano provocada por el éxodo de
profesionales altamente capacitados, abatidos por los ridículos sueldos
(profesor titular, US$ 10 a 15 mensuales). El ahogo presupuestario, que entre
otras cosas impide a las universidades reponer lo hurtado, viene además en dos
vertientes: a las universidades autónomas, el
régimen les reduce las asignaciones de 2021 a cifras escandalosamente exiguas
(para la USB, apenas el 0,4% del presupuesto solicitado; para la UCV, el
2,27%), mientras que a las universidades privadas les
obligan a una congelación no consensuada de matrículas, en un escenario de
hiperinflación continua provocada por el régimen.
En la oportunidad de
inaugurar la UDO en 1960, en un acto de fe hacia la naciente democracia del
momento, el entonces Presidente de la República Rómulo Betancourt nos
señaló que «…en este país debemos hacer cierta la fórmula de que dentro de la
democracia la única aristocracia que existe es la del esfuerzo tesonero,
laborioso y creador”. Contra seres que alimentan sus resentimientos con
vandalismo y descreen de las virtudes del trabajo y el estudio para la elevación
personal y colectiva, tomemos en cambio el mensaje universal de Betancourt como
leitmotiv de nuestra actuación ciudadana en pro de una sociedad decente.
Gioconda Cunto de San
Blas es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y
Naturales. Investigadora Titular Emérita del IVIC.
14-01-21
https://talcualdigital.com/mision-millan-astray-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
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