Por Piero Trepiccione
El ejercicio de la política ha estado signado durante
mucho tiempo y a gran escala por la “bidimensionalidad”, vale decir, por un
abordaje métrico que solo ha considerado lo largo y ancho de las situaciones
olvidándose de la profundidad, del volumen de las cosas.
Esta superficialidad ha llevado a una cada vez mayor
desconexión de la gente con el liderazgo político al no tenerse en cuenta una
“cubicación” de los procesos y narrativas que le aporten una tercera dimensión que atienda los
problemas reales.
“Cubicar” la política es algo realmente urgente y
necesario. Para ello hay que
cambiar el orden de prioridades bajo el cual se realizan los debates y
discusiones en las agendas públicas nacionales, regionales y locales. No se
entiende, por ejemplo, que un tema relacionado a un conflicto interno en un
partido o una coalición de partidos tenga mayor prioridad en el liderazgo que
una discusión profunda sobre cómo resolver los problemas eléctricos de un país
o una región en particular. Para la gente común, no tiene ningún o escaso
interés lo primero, mientras que las carencias eléctricas golpean fuertemente
su cotidianidad y le hacen complicar su calidad de vida.
Este sencillo ejemplo muestra cómo se van abriendo enormes grietas entre la
percepción ciudadana y la percepción del mundo político con
el consiguiente deterioro de la credibilidad y confianza de la población hacia
su liderazgo.
Otro ejemplo esencial tiene que ver con las etapas del
discurso político. Muy
comúnmente apreciamos que la narrativa se concentra en el diagnóstico
exclusivamente para afianzar, o bien las críticas, desde los lados opositores,
o bien justificantes para hacer anuncios que nunca terminan de atinar con las
soluciones, desde los lados gubernamentales. Ante esto, la gente se cansa y se
va desilusionando con el paso del tiempo. Son muy pocos los líderes políticos que plantean soluciones
reales o posibles en sus intervenciones y en paralelo,
ejecutan acciones que tienden a consolidar alternativas.
Por ello, es
altamente necesario entrar en una etapa de “cubicación” del ejercicio de la
política para generar dos respuestas claves. La primera de
ellas tiene que ver con la recuperación de la confianza ciudadana en los
asuntos públicos y en la convivencia democrática. Este es un paso vital si queremos avanzar
hacia estadios civilizatorios plenamente humanísticos y
en absoluta armonía que nos lleven a un verdadero desarrollo humano. Y la
segunda de ellas, tiene que ver con el procesamiento de las políticas públicas
llevadas a una serie de debates con alto contenido de profundidad analítica que
respondan con mayor eficiencia y rapidez a las demandas ciudadanas.
“Cubicar la política” nos va a hacer abandonar un mundo
plano de solo dos dimensiones y llevarnos a
un mundo profundo accionando en tres dimensiones. Nos va a permitir contar con una conexión emocional y
racional permanente entre el liderazgo y la gente. Nos va a dar
sistemas políticos democráticos no solo legítimos en la acepción jurídica del
término sino realmente eficientes en las capacidades de respuesta frente a los
problemas comunes y globales.
Puede parecer esto como un sueño irrealizable, pero cada
vez estamos
observando el surgimiento de una categoría de líderes con profundo trabajo
social y de vinculación con comunidades, que han entendido
que deben ser parte de la solución y que las narrativas sin fundamento y
acciones reales, se pierden en las redes sociales y en el “mundillo” de la
política. Creo firmemente que, en medio del caos y la desorientación, está
naciendo una nueva generación de líderes envueltos y practicando un humanismo
pleno.
28-02-21
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico