Por Vanessa Davies
Los hijos de Yelmira
Jiménez sí pueden decir, con orgullo, “mi mamá es mi chofer”, porque esta
profesora caraqueña es presidenta de la línea AC La Voluntad de Gandhi
Mi papá fue
transportista, somos una familia de transportistas de generación, pero yo no
manejo sincrónico. Soy Yelmira Adela Jiménez Bravo, y ese Jiménez, con jota y
zeta al final. Me llamo Adela por mi abuela. Mi mamá, carupanera, y papá, de
Capacho. Tengo lo educado del andino y lo atravesado del oriental. Estudié en
el Pedagógico de Caracas, egresé como profesora de contabilidad y matemáticas.
Soy docente jubilada del Ministerio de Educación, tengo cinco años jubilada;
fui subdirectora administrativa del Pedro Emio Coll, con posgrado en
planificación y evaluación. Estuve 25 años de servicio ininterrumpidos.
Tengo tres hijos, y
ninguno es conductor. Los tuve después de que me gradué. Mi hija mayor tiene 23
años, termina su carerra de contaduría en la UCAB. La segunda se acaba de
graduar en idiomas modernos, y el más pequeño acaba de comenzar contaduría. Mi
esposo también es docente y maneja.
Me enseñó a manejar mi
papá cuando yo tenía 25 años. Le tenía temor al manejo porque un tío, Dilman
Jiménez, falleció en un accidente trágico en la vía hacia Maracay. Era el
administrador de los peajes; saltó un carro del canal contrario y le cayó
encima.
Mi papá me dijo “este
es el acelerador, este es el freno, este es el volante. Siempre por el canal
lento, ese la lleva al fin del mundo”. Mi papá era transportista y mecánico.
Todos somos aguerridos, mujeres y hombres muy trabajadores. Mi mamá, Dunia,
también manejó. Cada uno vino de sus pueblos en busca de mejores situaciones.
Soy la hija mayor de seis hermanos, así que imaginen mi responsabilidad:
presidenta de una línea de transporte, la hija mayor.
Observé que en el mundo
del transporte el abogado no le interesa esa área, y como soy luchadora me
motivé a inscribirme en la UCAB, aunque por razones económicas migré a la
Universidad Santa Rosa. Estoy en el séptimo trimestre; soy casi abogada.
Vivo en Caricuao. De
mis hermanos, otros dos manejan. Otro tío, Miguel, también fue conductor. Era
mi fan número uno. Son mis ángeles maravillosos.
En estos días cambié
las bujías, conozco de repuestos, donde comprarlos. Por los años y la
experiencia uno aprende. Comencé a asistir a las reuniones, a la gente le
gustaba muchísimo, porque en las asambleas aplazaba a los contadores; por muchos
años me buscaron para formar parte de la directiva, pero no contaba con el
tiempo. Con la muerte de mi papá, Rigoberto Jiménez Pastrán, me llené de mucho
trabajo, y acepté el reto de ir a la directiva de la línea AC La Voluntad de
Gandhi, ubicada en Caricuao y fundada en 1979.
Me lancé como
presidenta y, hum, sorpresa, gané. Fue en 2012. Me metí por dos años y ya llevo
nueve. Cada vez que renuncio, los socios no quieren. Recuperé una organización
que presentaba pérdidas, los poquitos ahorros se recuperaron, pagué una deuda
impagable del IVSS.
Al tercer mes de ser
presidenta comencé a asistir a las reuniones de los gremios, y me comenzaron a
tomar en cuenta por mi oratoria. He llegado a formar parte de las mesas de
negociaciones de los ministerios. Comencé en la mesa de seguridad social y
educación con el entonces ministro Ricardo Molina. Esa mesa a nadie le
interesa, pero es la más importante, porque con la educación comienza todo.
En esa mesa, hace unos siete u ocho años, comenzamos a retomar la universidad del transportista, tema muy interesante porque era la propuesta de educar al transportista, certificarlo en cada una de sus áreas. El transportista tiene un aprendizaje experimental, aprende a manejar por ensayo y error. ¿Cómo aprenden a cambiar un caucho, un carburador? Viendo a otros. Es un buen aprendizaje, pero vale la pena multiplicarlo y certificarlo. Tenemos personas que no saben leer y escribir, pero saben armar un motor. Entendimos que había transportistas que no saben usar un teléfono. Nos pareció interesante hacer cursos de primeros auxilios, porque trabajas con usuarios y si pasa algo en la unidad tienes el conocimiento para auxiliarlo.
Al cambiar de ministro
el proyecto se paralizó. La universidad ahora no ha tenido el apoyo. El transportista
es independiente, le gusta que las cosas nazcan de ellos mismos. Y en este
momento no pueden dejar de trabajar para ir a estudiar. En un país normal lo
ideal sería formar la generación de relevo; a lo mejor tu hijo es
transportista, pero un transportista educado, con un certificado que le puede
servir hasta en el exterior.
He cargado pasajeros. No soy una presidenta de maletín. No me da pena cargar pasajeros. Manejo bien, tengo precaución, a la hora de estacionarme lo hago de manera correcta, aunque no es lo mismo un carro que una camioneta de 21 puestos. He manejado incluso un encava de 32 puestos. La experiencia es maravillosa; mientras más grande es el carro, mayor es la visibilidad para manejar. Este es un gremio de más hombres que mujeres. Creo que es por el trabajo de calle, el trabajo de la mecánica, el estar lleno de grasa. Eso no les gusta mucho a las mujeres.
La línea tiene permiso
de ruta de 100 cupos. Tengo 66, de los cuales 59 están en funcionamiento. Es la
línea más antigua y que tiene más vehículos trabajando en la parroquia. Somos
una gran familia, gente luchadora y trabajadora. Hay otras socias, pero no
manejan los carros. Son unas seis mujeres, tienen avances o los vehículos los
maneja un esposo o un familiar. Cubrimos la ruta interna de Caricuao y también
el Hospital Miguel Pérrez Carreño. En vista de las fallas del Metro montamos
una ruta provisional Caricuao-Bellas Artes y Caricuao-Plaza Venezuela. El grupo
del transporte lo integran los socios o dueños de vehículos; avance, que suple
al dueño en algún momento; los fiscales, que están en las paradas; y los
colectores, que los ayudan a cobrar o a estacionarse.
¿Cómo se mantiene los
vehículos? Con recursos propios de los socios; no tenemos ayuda del Estado, ni
incentivo, que en algún momento se mantuvo para mantener el precio del pasaje o
el subsidio estudiantil. Ricardo Molina eliminó el subsidio estudiantil, y
quienes por muchos años subsidiamos a la tercera edad somos los transportistas.
En los actuales momentos es muy difícil, aunque no se ha dejado de hacer el
trabajo social, de recibir a alguien que no puede pagar.
Ya no te encuentras con
un conductor de ensayo y error. En la línea tengo ingenieros y docentes, gente
que ha migrado de su carrera y por razones económicas se pone a trabajar.
Me ha tocado muy
difícil, porque de cinco años para acá se ha desmejorado para conseguir insumos
y repuestos, la discusión del pasaje, cómo ajustarlo de acuerdo con la
inflación para no paralizar las unidades. Se ha puesto más duro en los últimos
5 años.
Y encima, la pandemia, que ha implicado la reducción del combustible, la reducción de las horas de trabajo y de ingresos. En promedio están trabajando 15 días al mes, ha sido muy fuerte. Organizamos grupos de trabajo; no tiene sentido tener un carro dando vueltas todo el día solo. Nos unimos varias organizaciones , varias líneas en un punto, para salir con los pasajeros “butaqueados” sin desperdiciar el combustible.
Nosotros consideramos
que 10 centavos de dólar es el costo del pasaje. Nos referimos al dólar porque
es la moneda que está en el mercado. Entendemos que el usuario no tiene los
suficientes ingresos; por eso tenemos la propuesta de que el Estado dé una
compensación a los usuarios para que ellos cancelen el trabajo completo. Si lo
ves objetivamente la movilidad en Venezuela la garantizamos los transportistas
privados, porque el metro no funciona como debe. Nosotros tenemos sentido de
pertenencia, ese carro lo quiero y lo cuido; es mi bien.
En los últimos meses
hemos notado con preocupación que ha habido fallecidos, socios de
organizaciones que murieron por COVID-19. En la Gandhi no ha fallecido nadie,
no tenemos socios, avances o familiares infectados. El fallecifue miento del
dirigente José Sayago fue una pérdida invaluable. Era un luchador por este
gremio, ad honorem; un caballero chapado a la antigua, montado en un proyecto
con otro luchador, Hugo Ocando.
¿Qué necesitamos los
conductores? Vacunación contra la COVID-19. Estamos dando la cara por la
movilidad a escala nacional, y estamos en contacto directo con un sinfín de
personas que no podemos determinar si estamos contagiados o no, ponemos en
riesgo al conductor y a su familia. Hasta este momento no ha sido vacunado
ningún transportista, ni hemos sido llamados a una jornada específica. Nos
protegemos con la limpieza de las unidades con agua y jabón. El uso de
mascarilla obligatorio dentro de la unidad es lo que exigimos. Ventanas
abiertas.
Una ayuda integral: la
vacuna. Que el Estado coloque gel para los usuarios es imposible. Queda de
parte de cada ciudadano tener su gel.
Hace un año no creíamos
tanto en la COVID-19. Hoy conoces vecinos, otros transportistas,y ya sientes
que lo tienes muy cerca. ¿Tenemos temor? Sí. Tenemos miedo. Pero tenemos que
decidir entre trabajar o morirnos de hambre, porque no hay ninguna compensación
del Estado para que el transportista diga “quédate en casa”. No hay
compensación del Estado, como sí la hay en otros países.
09-05-21
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico