Por Fernando Pereira
“Prefiero
que esté en la casa pegado a la pantalla y no en la calle del barrio donde
corre peligro”. Ese fue el
comentario de una madre que participó en un taller antes de la pandemia. La inseguridad
y violencia forzaron a que algunos niños y adolescentes sustituyeran el
patio y la cancha real, por los virtuales.
Para
muchas familias que debían trabajar el control de las horas de conexión
constituía un motivo de permanente fricción, para mantener un equilibrio en el
uso de la tecnología. Asignaciones escolares no cumplidas, tareas domésticas
pendientes, higiene del sueño afectada tras noches de vigilia, sedentarismo y
obesidad.
La
organización educativa Common Sense Media hizo un censo en 2019 sobre el uso de
medios de pre y adolescentes, que arrojó datos para pensar. Los preadolescentes
(8-12) pasan un promedio de 5 horas frente a las pantallas. Los
adolescentes (12-18), siete horas y media. ¿Cuáles serán los resultados en
tiempo de confinamiento?
Con
la llegada de la pandemia la situación se trastocó. La educación a distancia exige la conexión, de acuerdo a la
realidad de cada familia, a los dispositivos disponibles. En algunos casos,
horas de conexión sincrónica y posteriormente horas de conexión asincrónica
para hacer trabajos, responder cuestionarios.
“Todo
el esfuerzo que veníamos realizando por años se ha venido abajo”, escribe una
madre frustrada en un foro chat sobre el tema. Hay que asumir que el momento
que vivimos tiene unas características particulares y tenemos que lidiar con
él. Se impone la flexibilidad en el pensamiento.
“Si no puedes con la tecnología, únete a ella”
Este
precepto de María Sánchez-Monge nos puede ayudar a entender que los niños y
adolescentes son generaciones digitales, y no conciben el mundo sin estar
conectados. De hecho, en estos tiempos no estarlo implica estar rezagados en
los estudios, comunicación con sus familiares, compañeros, recreación.
El
psicólogo Marc Massip expresa que desde la niñez se debe comenzar a aplicar una
dieta digital y se deben poner límites en su uso. Respetar los horarios
de las comidas en familia o cuando estamos conversando, no llevarlos a la cama,
tenerlos fuera de la habitación, por ejemplo.
El psicoterapeuta Dennis Guzmán sugiere que la dieta tecnológica no sea absoluta, ni de golpe, pues, va a generar resistencias y malestar. Sugiere comenzar reduciendo minutos cada día de la semana y estableciendo acuerdos. Se deben establecer horarios de uso de acuerdo a la edad.
Deben tener alternativas
Para
reemplazar el tiempo de pantalla debe contarse con opciones, para que puedan
realizar actividades que les gusten o que les permitan explorar otras facetas.
La realización de ejercicios y actividad física, la música, tocar un
instrumento, realizar actividades artísticas o manuales pueden constituir
alternativas.
El modelaje
va a ser fundamental. Si
los adultos no podemos despegarnos de los dispositivos desde que nos
levantamos, cuando estamos en la mesa, manejamos, de paseo a un parque,
difícilmente vamos a ser un referente para ellos. Por lo que el primer paso es
revisarnos y entender que la dieta tecnológica también nos debe incluir.
El
inminente fin del año escolar y la llegada de las vacaciones constituye un
momento ideal para poner en práctica un plan familiar, para buscar un
equilibrio entre la tecnología y las ventajas que le ofrece a nuestros hijos, y
el peligro que puede constituir su omnipresencia en su vida, privándolos de
oportunidades para desarrollarse plenamente.
10-06-21
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