Pedro Pablo Peñaloza 08 de junio de 2021
@pppenaloza
El
rector de la UCAB destaca la importancia de las iniciativas ciudadanas para
enfrentar el drama social venezolano, y subraya que la sociedad y los partidos
deben reconocerse mutuamente y respetar sus roles
“Desde
que me conozco estoy metido en todos estos líos”, admite el sacerdote jesuita
Francisco José Virtuoso (Caracas, 1959), rector de la Universidad Católica
Andrés Bello (UCAB). El “lío” en cuestión es la lucha social, que ahora recibe
un espaldarazo por parte de la casa de estudios a través de la segunda fase de
la campaña “#Resetéate” (https://reseteate.ucab.edu.ve), que busca apoyar y
visibilizar con videos y testimonios la labor de los ciudadanos organizados en
las comunidades del país.
La
iniciativa se lanzó formalmente en noviembre de 2020, pero en realidad se
enmarca en los esfuerzos que la UCAB viene desarrollando desde los años 90 del
siglo pasado. En esta nueva etapa, también ponen los datos de la Encuesta de
Condiciones de Vida (Encovi) al servicio de las instituciones de la sociedad
civil, con el fin de que puedan focalizar los problemas, desarrollar proyectos
y alcanzar el apoyo financiero para sus programas.
“En
este contexto lo más normal es que todos escondamos la cabeza, porque se piensa
que los problemas son tan grandes que la solución no la tengo yo. Entonces, lo
que tengo que hacer es esperar, quedarme tranquilo, no soñar mucho y ver cómo
resuelvo el día a día. #Resetéate pone delante estos ejemplos y testimonios que
nos ayudan a reiniciar, salir del estado de parálisis y seguir adelante”,
sostiene Virtuoso .
– Hace
más de 20 años, Luis Miquilena se preguntó: “¿Con qué se come eso de la
sociedad civil?” ¿Usted tiene la respuesta?
– Sigue
siendo una gran pregunta. La sociedad civil es esa ciudadanía
articulada que hace valer sus derechos de asociación y de intervenir en la vida
pública defendiendo un conjunto de intereses que pueden ser parciales,
pero a la vez universalizables.
El
problema de “cómo se come” viene cuando intentas darle organicidad a la
sociedad civil, precisamente porque son intereses distintos, parciales, que
muchas veces entran en colisión. El gran filósofo Hegel hablaba de que la
sociedad civil es el reino del fraccionamiento, de allí su riqueza y también su
gran dificultad para congregarse.
Le temo
mucho a esos que dicen “yo represento a la sociedad civil”. Tú puedes congregar
parte de esos intereses, pero nunca te puedes presentar como la voz de la
sociedad civil. Creo que cuando Miquilena preguntaba “con qué se come eso”, se
refería a toda esa gente que se presenta con la bandera de los representantes
de la sociedad civil.
– ¿Por
qué la UCAB decide lanzarla en este momento la campaña #Resetéate?
– La
UCAB reforzó todo su empeño en medir el drama social venezolano a través de las
cifras y análisis de la Encovi. No obstante, al final, surgía la pregunta: cómo
ponemos este conocimiento al servicio de tantos grupos organizados que están
dando mucho de sí para responder a la emergencia humanitaria en medio del
descuido y el silencio del Estado.
Tenemos
registro de unas 1.600 organizaciones que de verdad están interviniendo en todo
el drama social, buscando organizar temas como alimentación, educación y salud.
Empezamos a trabajar en esa línea y nos encontramos con rostros de gente
emocionada en las comunidades, maestros y enfermeras que prácticamente sin
sueldo ni equipos de protección atienden a las personas en medio de la
pandemia.
Volviendo
a la pregunta de Miquilena, cómo se come: aquí está, gente de carne y hueso,
que se cuentan por muchos distribuidos en toda la geografía nacional dando lo
mejor de sí. Además, nos encontramos con todo un conjunto de relaciones
estructuradas, que nos animó a fortalecer esos lazos de la universidad con todo
ese gran tejido social.
Creemos
que esa ciudadanía tiene un papel estelar en el rescate y la construcción del
país que queremos. Los caminos de solución del país pasan porque efectivamente
tengamos una gran ciudadanía que se haga corresponsable de lo público, que se
convierta en interlocutor del gobierno y los partidos, que asuma la vocería
pública porque este país le duele.
– La
sociedad civil venezolana es débil por distintas razones: unas estructurales,
en un país donde los partidos y el Petroestado han monopolizado el espacio
público, y otras que derivan de la persecución ejecutada por el régimen
chavista. Siendo así, ¿Qué tanto se puede esperar de organizaciones que tienen
una limitada capacidad de conexión y movilización popular?
– El
gobierno de Chávez reclamó la atención a los sectores populares como un coto
particular suyo. Trataron de crear organizaciones propias del Estado y del
gobierno para monopolizar el espacio de la atención social y para eso sacaron a
todo grupo que reclamara cierta autonomía.
Yo lo
viví en el barrio Catuche, donde participo de un esfuerzo organizativo autónomo
de los propios vecinos para llevar adelante su proyecto de desarrollo local. La
respuesta del gobierno ha sido: “Cómo sacamos a estos del medio porque tú no
puedes estar allí, ese espacio me pertenece”. Igualmente, sacaron a los
partidos. Esa división política limita el radio de acción y las posibilidades
de muchos de estos esfuerzos.
Pero a
lo largo de estos últimos cuatro años hemos visto que paulatinamente muchas de
estas organizaciones estamos recuperando los espacios que el Estado simplemente
olvidó y relegó. Hasta la misma organización del gobierno ha tenido que
retirarse o ha sido rechazada por los vecinos. Estamos en un contexto de
muchas limitaciones; sin embargo, cada vez más muchas de estas organizaciones
están muy presentes en la vida de las comunidades. Por eso también interesa
resaltar a nivel comunicacional que estamos recuperando espacios.
–
Grupos de la sociedad civil parecen buscar una posición de equilibrio o
equidistancia entre el régimen chavista y la oposición política. ¿Ese equilibrio
es posible cuando el país está sometido por el autoritarismo?
– No
soy partidario de esos esfuerzos en donde muchas veces los que intentan hablar
desde un sector de la sociedad civil, se ubican en algo así como una posición
equidistante: “Nosotros no somos políticos, por lo tanto, nos sentimos con la
autoridad moral para hablar sobre el país porque lo que nos interesa es la vida
de la gente”. Algo así como que la vida de la gente no tuviera que ver con la
política, como si estas condiciones salieron de la nada.
Es
imposible separar el mejoramiento y la transformación de las condiciones de
vida de la gente, de la situación de las instituciones públicas y del modelo
político en general. No me puedo presentar en las luchas sociales como
equidistante políticamente.
La
defensa de las condiciones de vida de la gente necesariamente conlleva una
posición frente al estado de las instituciones y una crítica necesaria para la
transformación. A lo mejor pueden pedirte que no te sitúes como militante de un
partido sino como un ciudadano crítico. Eso me parece que está bien, pero ser
un ciudadano crítico que no necesariamente representa a un partido no implica
que soy una suerte de apolítico o de equidistante. Eso no pasa de ser una
ficción que no lleva a ninguna parte.
–
Desde la sociedad civil se levantan voces que dicen a los partidos qué hacer
para lograr la transición a la democracia. ¿Cree que deben pasar ya de la
teoría a la práctica?
– Creo
que las distintas expresiones de la sociedad civil sí le podemos decir a los
partidos lo que pensamos. Es más, creo que a los partidos eso les hace falta,
mirar y escuchar más a la ciudadanía. Una de las dimensiones de la democracia
que está muy inmadura en el mundo es lo que se llama la democracia
deliberativa. No es solo participar, movilizarte, sino debatir con otros y con
los interlocutores, que son en definitiva los responsables de la vida política,
acerca de qué nos conviene e intentar llegar a acuerdos.
Allí
lo importante es que no se desdibujen los roles. La gran ventaja que
tiene un partido es que puede hablar en nombre del colectivo porque de alguna
manera hay un mecanismo que legitima su voz. Hay un grupo de venezolanos
que está de acuerdo con que una persona sea su líder y eso lo expresan
políticamente a través del voto y el respaldo.
Cuando
la sociedad civil pretende suplantar a los partidos y viceversa, cuando los
partidos pretenden suplantar a la sociedad civil, tenemos un problema, o cuando
la sociedad civil pretende suplantar al Estado. El Estado tiene unas
obligaciones que cumplir por ley y la sociedad civil lo que puede hacer es
coadyuvar con eso y, por otro lado, exigir al Estado que haga lo que tiene que
hacer. Creo profundamente en la deliberación, en la discusión política,
en la capacidad de cuestionamiento que pueda haber, siempre y cuando no
perdamos de vista el lugar desde el que lo estamos haciendo y el papel
que tenemos en ese debate.
– ¿Qué
fórmula podría aplicarse para sumar los esfuerzos de partidos y sociedad civil
sin atentar contra los espacios naturales y la autonomía de estas
organizaciones?
– Desde
los años 90, en la sociedad civil venezolana se fue generando una especie de
tendencia apolítica o de cuestionamiento fundamental de la política sustentado
en la desconfianza. Y desde los partidos siempre ha habido un afán de control
de estas iniciativas de la sociedad civil. Los partidos tienen que reconocer la
autonomía propia de las organizaciones sociales, y la sociedad civil tiene que
reconocer la autonomía de los partidos, su rol, su importancia, y no pretender
sustituirlos.
Manteniendo
cada quien el papel que le corresponde, hay un conjunto de luchas en la que los
venezolanos podemos unirnos y hacer mucho, siempre y cuando lo concibamos como
una gran coalición. La pandemia ofrece la oportunidad de que los partidos y las
organizaciones de la sociedad civil podamos luchar juntos en la exigencia de un
plan de vacunación adecuado.
El
tema electoral en Venezuela representa la posibilidad de iniciar realmente una
transición hacia la democracia, y es otra gran bandera que nos puede unir a los
venezolanos desde distintas instancias. Allí el liderazgo fundamentalmente
recae en los partidos, pero eso no implica que la ciudadanía quede por fuera.
– El
régimen chavista puede preferir sentarse a negociar con sectores de la sociedad
civil, consciente de que eso no pone en peligro su permanencia en el poder e
incluso le ayudaría a avanzar en dos terrenos: 1) la “normalización” de la
situación política y 2) la división de la oposición. ¿La sociedad civil
venezolana tiene el músculo suficiente para arrancarle alguna concesión
relevante al chavismo?
– Yo
en este punto apoyo totalmente los planteamientos de Juan Guaidó. Guaidó ha
señalado clarísimamente que no se puede negociar por pedacitos. Hace falta una
negociación de carácter orgánico porque los temas están muy vinculados unos con
otros.
Si
quiero mejores condiciones económicas, necesariamente eso va a repercutir en
una serie de transformaciones institucionales cuya respuesta termina siendo
política. Lo que sí puedes plantear es que esa solución
estructural tiene unos ritmos. No necesariamente porque la solución es
estructural tiene que ser todo o nada, puede ser un proceso en el tiempo,
avanzando en un conjunto de aspectos, pero dentro de una visión global.
Este
proceso que se está llevando adelante paulatinamente, ir logrando un gran
acuerdo, primero entre los factores políticos de la oposición para luego con la
comunidad internacional también sentarse en una negociación integral, me parece
que es el camino adecuado.
– En
Venezuela se ha puesto de moda que los políticos digan que los políticos son
malos. No parece el estilo de Chávez o Trump, sino más bien el de Caldera tras
el golpe del 92. Como los políticos son malos, ¿solo queda aferrarse -y
acercarse- a la sociedad civil?
– Me
parece que esa es una visión muy equivocada. La acción de los políticos se
enmarca en la tarea muy profesional de construir estrategia y procesos que
hagan posible la incidencia sobre el poder político y sobre las instituciones
que lo representan. Eso es un saber profesional, técnico, que da la
experiencia. No todos podemos aspirar a ser políticos.
El
liderazgo político es tal si y solo si tiene una legitimidad de base. Un
verdadero liderazgo político debería estar en capacidad de decir: “Estoy en
esta mesa con la autoridad que me dan 5 millones de venezolanos”. El liderazgo
político no es que yo me nombre líder o tenga unas ideas muy preclaras de qué
es lo que se debe hacer, sino que en verdad represento a un sector de la
sociedad y de allí proviene mi legitimidad. Tenemos que ser capaces cada vez
más de darle su lugar, su preeminencia y su importancia a esos roles en la
sociedad. Que yo salga como líder de la sociedad civil a pretender sustituir
esos roles, no me parece que nos ayude.
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