Ángel R. Lombardi Boscán 30 de septiembre de 2021
Esta
es una polémica rara vez debatida y cuando se produce apenas genera algún tipo
de interés y resulta que su tratamiento adecuado resolvería tantos asuntos
teóricos vitales sobre el tema de la presencia de España en América durante
tres siglos. Los historiadores venezolanos, hispanoamericanos y extranjeros en
su mayoría, no dudan en considerar que los territorios americanos fueron
colonias al servicio de una política de explotación bajo la dirección de la
Monarquía hispánica.
La gran mayoría de los americanistas españoles, por el contrario, reivindican que el trato ofrecido a las Indias fue el de reinos asociados a la Monarquía con iguales derechos jurídicos que el resto de sus territorios en Europa y en la propia península. Normalmente la verdad de las cosas siempre se encuentra en un término medio.
Fue
Colonia porqué hubo una explotación económica intencionada, programada y
dirigida, incluso ya en el siglo XVIII bajo el impacto de las reformas
introducidas por los Borbones, en los documentos oficiales aparece la
denominación de “territorios ultramarinos” y hay evidencia de unas nuevas
relaciones coloniales con toda la intención de hacer más racional la
explotación como política de Estado. La extracción de los metales preciosos, la
utilización de la mano de obra indígena y negra esclava, la explotación
comercial de los productos agrícolas y ganaderos, todo ello bajo una clara
definición y programa así lo demuestra; además la condición de monopolio que
asumió Castilla en detrimento de otras regiones dentro de la propia península,
y naturalmente, de sus rivales extranjeros.
Pero
jurídicamente la Monarquía impuso desde el principio su soberanía sobre los
habitantes de las Indias y les otorgó la condición de reinos o provincias del
imperio. Guillermo Morón, historiador venezolano, y Ricardo Levene, historiador
argentino, han podido constatar que en toda la documentación española vinculada
con América no se hace mención alguna de colonia o factoría, sino de reinos.
Jerónimo
Bécker también es muy enfático en ese sentido: «El título de Reyes de las
Indias que adoptaron Doña Isabel y Don Fernando, envolvía dos afirmaciones
capitales: 1era, la soberanía del Estado español en los países descubiertos y
conquistados; y 2da, la igualdad de condición ante la Corona de los antiguos
territorios y de los adquiridos por el descubrimiento y la conquista.
Consecuencia de esto fue que no se considerasen como colonias, sino como
provincias de la Monarquía, idénticas en derechos a las de la Península, las
constituidas al otro lado del Océano, y que Felipe II prohibiese que los
caudillos españoles se denominasen conquistadores, indicándoles los nombres de
pacificadores o pobladores».
Estudiar
el pasado con categorías que surgen del presente es un tanto inadecuado porque
estaríamos ofreciendo un retrato anacrónico de hechos que fueron asumidos en su
momento de una manera diferente. Denominar colonias a los territorios
americanos antes de la independencia es parcialmente un error, y reconocemos
que esto se hace bajo la visión dominante de quienes han prevalecido luego de
las guerras de independencia y bajo el impacto de todo el proceso
descolonizador ocurrido luego de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Si
somos respetuosos con la época y los hechos de ese entonces hay que asumir la
condición de Reinos y de súbditos o vasallos americanos otorgada por la
Monarquía española. Recuperar esa perspectiva histórica es fundamental para
poder entender procesos muy manipulados e interpretados interesadamente.
Ahora
bien, la historia es un discurso desde el presente y todas esas categorías de
épocas pasadas se reformulan de acuerdo no sólo a precisiones de tipo
científico sino también a la carga valorativa e ideológica, que en muchos
casos, es hasta lo predominante. A fin de cuentas hay tantos pasados como
historiadores y las versiones se entrecruzan. Ya lo dijo Paúl Valery: “La
historia justifica lo que sea”.
Ángel
R. Lombardi Boscán
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