Paulina Gamus 10 de octubre de 2021
Estuve
tentada de dedicar esta nota al escándalo del momento: los Pandora Papers. Casi
imposible pasar por alto la proeza de 600 periodistas, de 117 países, que
investigaron más de 12 millones de documentos para sacar a la luz la trama de
corrupción, evasión de impuestos y lavado de dinero en el que están
involucrados personalidades políticas, deportistas y estrellas del espectáculo.
La lista de figuras de renombre de quienes parecía imposible sospechar una conducta al margen de la ley o al menos de la ética pública, me ha hecho recordar y citar una vez más la anécdota atribuida a Mark Twain, quien además de excelente escritor era un gran bromista. Se dice que llegó a una pequeña ciudad de los Estados Unidos y preguntó al boticario quienes eran los diez prohombres de la localidad, los más prominentes y respetados. Al tener la lista envió a cada uno un telegrama anónimo que decía ¡Huid todo ha sido descubierto! Al día siguiente los diez personajes habían viajado con rumbo desconocido.
He
pensado que si alguien quisiera repetir esa experiencia en la Venezuela del
yugo depredador socialista y enviara centenares de Whatsapp y correos
electrónicos a los hampones del régimen (perdonen la redundancia) además de
enchufados, ninguno se movería de su zona de confort y robo. El descaro es la
característica más prominente de estos asaltantes.
Si
volvemos a los Pandora Papers ¿sería posible que por una vez el nombre de
Venezuela no apareciera vinculado a esa trama tan perversa? Imposible
escaparse, Venezuela es el séptimo país del mundo con más cuentas en
paraísos fiscales según los mismos investigadores de los Pandora Papers
Debido
a la mala fama que nos precede, esa misma que ha hecho que miles de migrantes
venezolanos sean aborrecidos y maltratados en los países a donde llegan con sus
miserias como equipaje, he procurado divulgar los éxitos en el mundo de
médicos, científicos, músicos, investigadores, creadores y emprendedores venezolanos.
La mayoría es el producto de universidades públicas modelo como fueron la
Central de Venezuela y la Simón Bolívar. Beneficiarios de la Fundación de Becas
Gran Mariscal de Ayacucho creada en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez,
del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, fundado también
en ese gobierno.
Privilegiados
por la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y el respeto al
profesorado que recibía salarios dignos y contaba con seguros de
hospitalización y cirugía. Beneficiarios en fin de la democracia que
privilegiaba el talento y lo estimulaba. Todo eso hoy es pretérito
Hemos
llegado no solo a la intervención de la UCV y de la Simón Bolívar y a la
aniquilación de la autonomía universitaria, sino también a la resurrección de
Millán Astray, aquel general franquista al que se atribuye haber gritado en el
paraninfo de la Universidad de Salamanca. ¡Muera la inteligencia. Viva la
muerte!
¿Existirá
de veras la reencarnación? Porque si existiera, Millán Astray ha reencarnado en
un ser abominable y perverso llamado Delcy Rodríguez cuyos guardaespaldas han
destrozado en su presencia, las puertas del Aula Magna de la UCV para que la
susodicha hiciera una inspección.
Me
había prometido a mí misma no escribir sobre temas deprimentes o angustiantes,
bastante tenemos con el día a día. Pero confieso que pocos hechos me han
indignado tanto como el atropello bárbaro a ese recinto declarado por la Unesco
Patrimonio Mundial de la Humanidad. Pero que puede importarles nada que sea
cultura a estos bárbaros que nos invadieron hace veintidós años.
Paulina
Gamus
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