Luis Ernesto Aparicio M. 07 de octubre de 2021
Más de
uno, venezolano o de otras latitudes, al ver que un grupo de habitantes de una
población llamada Iquique, ubicada al norte de Chile, arremetía con furia en
contra de unos supuestos “invasores” que aparecieron en sus lugares, quedamos
pasmados al ver hasta donde podría llegar el ser humano en contra de sí mismo.
Los atacantes gritaban consignas como para ahogar una xenofobia oculta que, al
parecer, todos llevamos.
Por otro lado, otros podrían decir que estaba bien que los pobladores manifestaran su hastió, al ver que unos ajenos a su entorno estaban ocupando, según, sus espacios en aquella localidad de apenas 190 mil habitantes.
Sin
duda lo ocurrido deja mucho que hablar. Se puede condenar, y no sé si atreverme
a decir “simpatizar”, la quema de enseres, ropa y hasta juguetes para niños,
por parte de, en apariencia, unos descontrolados habitantes. La acción, más
allá de ser condenada por representantes del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU, quienes, por cierto, hasta la fecha, solo han producido documentos que
sustentan las violaciones, pero que no se traducen en acciones concretas.
Pero
vamos a lo de Iquique. La mayoría de los emigrantes que intentan llegar a
Chile, entran en el túnel de las penalidades propias de quienes huyen de sus
países por razones políticas, económicas y de seguridad. Primero deben sortear
los posibles obstáculos que se imponen desde sus países, incluyendo aquellos de
naturaleza humana como, por ejemplo, el soborno a funcionarios, que es lo más
común. Luego se ponen en manos de seres inescrupulosos que trafican con las
personas y, por último, aquellos portentos de la naturaleza con sus imponentes
geografías, que para el caso de Chile son las grandes altitudes y el desierto
más inhóspito de la tierra, el de Atacama.
No
obstante, lo ocurrido en Iquique, no recae, de manera exclusiva, sobre los
habitantes de ese poblado, quienes, insisto, con razón o sin ella, ven sus
calles colmadas de personas ajenas a su localidad lo que les puede estar
alarmando; aún así no hay excusa para hacer lo que vimos a través de los medios
de comunicación y videos.
La
razón de esas reacciones va de la mano tanto de Nicolás Maduro, como de la
política migratoria de Chile y el populismo que siempre está a la caza de
cualquier síntoma de nacionalismo que permita abrirse paso en el mar de las
simpatías y los rechazos.
En
Chile están a las puertas de unas elecciones marcadas porque, por primera vez,
no hay un candidato que sea un ex del Palacio de la Moneda. Los candidatos que
se encuentran en la lucha por alcanzar la presidencia, al menos los más que
mayor ventaja muestran en las preferencias, nada tienen que ver, al menos con
un rol protagónico, con las anteriores administraciones. Hasta ahora, los de
mayor preferencia son, en este orden: Gabriel Boric, del Frente Amplio;
Sebastián Sichel, por Vamos Chile y Yasna Provoste del partido Demócrata
Cristiano. Esos son los favoritos y los de mayor opción hasta la fecha. Pero
hay un riesgo emergente y es la presencia del ultraderechista José Antonio Kast,
del partido Republicano de Chile, quien se ha mostrado como la versión de
Bolsonaro, Trump y simpatizante del discurso de VOX, partido ultraderechista en
España.
Como
ya lo hemos visto en otros de mis artículos, y en textos que no han sido de mi
autoría, el populista siempre suele estar vendiendo la opción nacionalista y si
el país en el que se encuentra es refugio para emigrantes, pues se convierte en
la mejor combinación para explotar el arte de ese falso patriotismo y el de
mentira, aprovechando la vulnerabilidad de las personas que se ven amenazados
por la llegada de emigrantes ante las promesas de puestos de empleo, el acceso
a los servicios de los que, en su mayoría, se encarga el gobierno de esos país.
Es el caldo de cultivo perfecto para el populismo, con sus discursos de
seguridad, de antinmigración y el cierre de fronteras para evitar al vecino
cercano y al lejano.
Lo
dicho con anterioridad, puede ser uno de los estimulantes para las reacciones
de los pobladores de Iquique en contra de los migrantes venezolanos – ¡Ojo!
También hay muchos provenientes de Colombia y Haití-, pero no posee
exclusividad alguna.
Para
el caso de los venezolanos, la radiografía que acaba de presentar la encuesta
de Condiciones de Vida (ENCOVI), ofrece muchos detalles que pueden explicar la
crisis migratoria regional promovida por el régimen de Nicolas Maduro y sus
camarillas con sus políticas absurdas y carentes de garantías de progreso.
Porque esta catastrófica gestión es el combustible para que ocurran casos como
los casos de Paracaima (Brasil) primero y ahora el de Iquique (Chile). ¿Verdad,
Nicolás Maduro?
Luis
Ernesto Aparicio M.
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