Gabriela Magilbray 30 de septiembre de 2021
@GabyMagilbray
Carlos
Romero nació el 7 de enero de 2009 en La Grita, municipio Jáuregui,
estado Táchira; tiene 12 años de edad y proviene de una familia de
orfebres. Su padre y sus hermanos se dedican a ello y son dueños de una joyería
donde exhiben y venden su arte.
Carlos se inició como orfebre hace cuatro años de la mano de su padre, quien es joyero desde hace tres décadas y lo llevaba a diario a su taller. Ahí él veía con esmero y atención el proceso de elaboración de anillos y otras prendas. Poco a poco se fue interesando hasta que llegó el momento en que le pidió a su papá que le enseñara y él aceptó.
“Yo,
más o menos, aprendí en tres o cuatro años y fui perfeccionando mi técnica.
Siempre estaba observando a mi papá y mis hermanos: la forma en que trabajaban,
el proceso, las técnicas. Todo eso hacía que cada vez fuera aprendiendo más y
practicando”, dijo Carlos en exclusiva para El Diario.
Admite
que al principio le pareció difícil, pero su empeño por aprender era más fuerte
y no desistió. Cada día dedicaba tiempo a la orfebrería y así fue mejorando,
aunque asegura que todavía sigue en constante aprendizaje debido a la infinidad
de técnicas para elaborar joyas.
“Mi
familia me apoya en este hermoso arte de la orfebrería y le tenemos fe a un
gran plan que tenemos en mente y que estamos proyectando porque es muy bueno.
También la receptividad ha sido increíble y la gente se ha impactado mucho al
saber que un niño tan joven como yo haga esas joyas”, contó.
Carlos
se siente feliz al saber que otras personas quedan satisfechas con su trabajo y
eso lo motiva a mejorar cada día más para convertirse -a futuro- en un
reconocido orfebre con una prestigiosa joyería. Ese es su sueño.
“Yo me
quisiera ver haciéndole joyas y prendas a famosos, celebridades, artistas,
cantantes, personas reconocidas en todo el mundo. Así me veo en un futuro y
estoy plenamente agradecido con Dios por darme este gran don”, puntualizó
Carlos.
Tiene
una cuenta en Instagram (@joyeríaeldorado_oficial) donde comparte su trabajo y
el de sus familiares. Su papá y sus hermanos le han enseñado cómo interactuar
en las redes sociales y eso le ha servido para llegar a más personas.
Su primera
creación
Aprender
cualquier arte es un proceso que requiere constancia y disciplina. La
orfebrería no es la excepción y Carlos, pese a ser tan joven, ha demostrado
tener el compromiso de un adulto para formar parte del negocio familiar.
Recuerda
con nostalgia y emoción su primera creación. Fue una prenda que regaló a su
abuela cuando estaba cumpliendo 57 años de casada con su abuelo. Estaban en una
celebración familiar y todos los invitados en la fiesta quedaron asombrados al
ver que un niño tan joven hiciera un trabajo tan pulcro y complejo.
Respecto
a la primera prenda que vendió en la joyería de la familia en La Grita, indica
que fue muy satisfactorio.
“Fue
genial vender mi primera joya porque la gente no me conocía y les parecía algo
increíble. Así, poco a poco, han conocido y les ha gustado mi trabajo”, expresó
Carlos.
Pero
él no solo disfruta de la orfebrería como pasión y trabajo, sino que tiene
otras aficiones. Le gusta practicar deportes como el motocross, ama el diseño
gráfico y también le gusta dibujar, incluso asegura que cada vez que realiza un
boceto lo imagina en una joya.
Carlos
estudia primer año de bachillerato. Se considera un jovencito feliz, que
disfruta de su talento sin dejar de lado la esencia de ser niño.
“Todos
lo apoyamos al 100 %”
Camilo
Romero Manrique tiene 22 años de edad y es uno de los hermanos de Carlos.
Camilo afirma que es muy satisfactorio y agradable saber que su hermano menor
tenga ese talento y lo esté aportando al negocio familiar, especialmente en
estos momentos cuando tienen tantos planes juntos.
“Tenemos
muchos proyectos con Carlos y de verdad nos hemos visualizado en grande porque
aparte de que ya tenemos una joyería física en La Grita, estamos viendo la
posibilidad de abrir una sucursal en Cúcuta. Eso nos facilitaría muchas cosas
que aquí no podemos hacer”, dijo para El Diario.
Camilo
expone que tener una tienda en Norte de Santander, Colombia, les permitiría
expandirse como negocio y como marca, sobre todo porque la situación económica
en Venezuela limita sus posibilidades de venta.
“No
todos los días uno vende una prenda de oro o un diseño asombroso por los
costos, en cambio en Colombia el mercado es más amplio, entonces ese es nuestro
objetivo”, agregó.
De los
cinco hermanos, los mayores se interesaron por la orfebrería cuando tenían unos
13 o 14 años de edad, pero en el caso de Carlos fue diferente, pues se inició a
una edad más temprana.
“El
mundo de la orfebrería en mi familia ha sido una tradición familiar que viene
de mis padres y hermanos. Todos somos orfebres y Carlitos desde muy pequeño se
interesó por esto”, aseveró Camilo.
A
propósito de ello, indicó que han intentado contactar al libro de los Récord
Guinness pero -hasta ahora- no han obtenido respuesta alguna por parte de esa
organización. Aunque no pierden la esperanza de establecer comunicación y así
asentar el registro de Carlos como el orfebre más joven del mundo.
Camilo
recuerda que ‘Carlitos’ (como le dicen de cariño) los acompañaba a la joyería,
los veía hacer las prendas y eso, junto a los conocimientos adquiridos gracias
a su padre, le permiten tener “la experiencia para hacer prendas, aspecto que
los llena de regocijo”.
Añade
que en una joyería se trabaja con ácidos y materiales con los que se debe tener
cuidado y ‘Carlitos’, a su corta edad, ya sabe usarlos con cautela. Conoce
desde cómo aplicar un químico hasta terminar una prenda y perfeccionar su acabado.
“A él
se le ha desarrollado todo muy fácil, siempre investiga más, busca cómo se
hacen algunas cosas que no sabe, incluso nos enseña a nosotros aspectos que
desconocemos”, acotó Romero.
Camilo
expone que hacer una joya va más allá de aprender lo básico. Es imperativo
tener cautela, pasión y esmero por ese arte.
El
proceso para elaborar un anillo
El
anillo es una de las prendas que más se elaboran en una joyería, sin embargo,
requiere de conocimientos para que el acabado final de la pieza sea pulcro y
sin imperfecciones.
“Si
vamos a elaborar un anillo, primero se hace un molde con una cera que es muy
flexible, se perfecciona ese material y cuando ya está en el punto que deseamos
se llena de yeso. Posteriormente se introduce en un horno a temperatura de 500 a
600 grados centígrados y allí la cera se evapora para que solo quede el vacío
dentro del yeso”, expuso.
En ese
punto se funde a unos 700 grados centígrados el material con el que se va a
elaborar el anillo (oro por ejemplo) para que quede en estado líquido. Luego se
inserta el molde de yeso a un aparato llamado centrífuga y se enciende.
“La
centrífuga da unas vueltas de, más o menos, 40 o 100 kilos de presión y es
cuando el material en estado líquido se inyecta y llena ese vacío que es el
molde del anillo”, continuó.
Acto
seguido, se saca el anillo de la centrífuga y el orfebre procede a
perfeccionarlo, pulirlo, quitarle la porosidad, incrustar la pedrería y se
obtiene el resultado final.
“También
hay muchas formas de hacer un anillo. Los de matrimonio se funden, se laminan,
se les da forma y es un trabajo un poco más manual”, puntualizó Romero.
Carlos,
a sus 12 años de edad, ya conoce el procedimiento explicado previamente por su
hermano Camilo para elaborar un anillo. Cadenas, pulseras, zarcillos y dijes
son algunas de las prendas que elabora y exhibe en la cuenta de Instagram de la
joyería.
Carlitos
anhela expandirse y ser reconocido en su arte. Afortunadamente cuenta con el
respaldo de su familia y quiere seguir aprendiendo y perfeccionando las joyas que
elabora con gran ingenio y profesionalismo.
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