Por Golcar,
10/09/2012
Cuando salgo a la calle y veo tantos afiches del
Saliente por todos lados, tantas vallas gigantes contaminando visualmente la
ciudad, tantos carros a los que les pagan un dineral para que porten las
calcomanías del corazón a lo largo y ancho del vidrio trasero. Cuando hago
zapping en la TV., recorro los diales de la radio, veo la cantidad de
publicaciones impresas con las que cuenta el oficialismo, me siento apabullado
por el gran aparataje comunicacional del régimen, me desilusiono y entro en
pánico al pensar en lo difícil que es vencer tanto dinero y poder dedicados a
obtener la victoria el 7 de octubre y perpetuarse en el poder.
Pero mis temores se disipan cuando al pasar por VTV me
encuentro con una edición de La Hojilla o de La Iguana en las que en lugar de
dedicar las más de 3 horas que duran esos espacios a promocionar las propuestas
del candidato de gobierno para un nuevo mandato, se dedican a insultar a
Capriles. En esos escatológicos programas, no escatiman en ofensas para el
candidato opositor. Para desacreditar a Capriles se valen de mentiras, medias
verdades, manipulaciones y montajes. Entonces siento que el miedo que ellos
están manifestando indica que algo debe estar pasando.
Cuando veo a Vanessa Davis entrevistando a gente del
oficialismo, manipulando la información de manera descarada, induciendo al
entrevistado a responder a sus preguntas de la forma como ella quiere escuchar
las respuestas, no tengo más remedio que pensar que el desespero demostrado a
tal punto que no le importe perder el poco respeto que como comunicadora social
pueda aún tener, habla de que debe tener números guardados bajo llave en los
que su candidato no queda muy bien parado de cara a las elecciones de octubre.
Y cuando veo y escucho al saliente con la yugular
brotada de tanto gritar insultos contra Capriles, queriendo meter miedo en el
electorado diciendo que el candidato de oposición tiene una agenda oculta, que
eliminará las misiones, que le quitará las pensiones a los viejitos, que le
regalará el país al imperio, que es un majunche, un jalabolas, un judío de
mierda, un maricón de closet. Que va a privatizar hasta el aire que respiramos,
que es el demonio disfrazado de angelito. Apátrida, imperialista, fascista,
golpista… La memoria no me da para recordar toda la retahila que en sus cadenas
de medios vocifera el Presaliente, para enumerar aquí todos los insultos que en
grandes derroches de creatividad espeta a los cuatro vientos mico- mandante
presaliente sin importarle irrespetar los horarios infantiles ni poner a los
pies de los caballos la dignidad y majestad del cargo que desde hace 14 años
ostenta.
Cuando el saliente se fija y habla tanto del bojote y
del paquete oculto de Capriles y quiere meternos miedo a todos con un supuesto
programa de gobierno de la unidad que llevará al país a un infierno, que
eliminará las misiones, cuando amenaza con guerra civil si él pierde, con
crisis si el capitalismo vuelve, y le dice 20 veces jalabolas a Capriles en
menos de 2 minutos. Cuando ordena a sus manganzones que se dediquen vía twitter
a desmontar y manipular los discursos del candidato opositor inventando
hashtags que pretenden subir en los trending topics. Cuando veo semejantes
desafueros y desespero, respiro tranquilo porque la sensación que transmite el
saliente es de tener terror de perder y de derrota.
Las últimas escasas apariciones y discursos del
candidato de gobierno, ¡me recuerdan tanto la campaña de 1998! Cuando sus
oponentes querían asustar a los venezolanos diciendo que Chávez era un
comunista, socialista, come niños, ateo o, por lo menos, evangélico. Golpista,
fascista, de ultraizquierda. Con que si él ganaba nada sería de nadie, porque
lo que se nos venía encima era comunismo ultroso. Ante lo cual, el líder del
golpe de febrero del 92, tenía que salir a decir que él no era socialista y
mucho menos comunista. Que no irrespetaría la propiedad privada y que
entregaría la presidencia al finalizar su mandato. Que él no era un político ni
un dictador.
Como todos sabemos, y muchos lamentamos, la guerra
sucia en el 98 no rindió frutos. El miedo que quisieron inocular en los
votantes no surtió efecto. Por el contrario, parece que hizo que la gente se
decidiera a votar por el líder golpista del 92.
Ahora al oficialismo le incomoda y molesta que
Capriles ofrezca lo que en el 98 ofrecía Chávez y que después de 14 años en el
poder no cumplió. Muchas de las cosas que se le endilgaban a Chávez en el 98
para asustarnos terminaron siendo ciertas y eso me hace pensar que cualquier
día el candidato del gobierno dirá, en su frenético desespero:
-Hagan caso. No voten por Capriles. Vean lo que pasó
conmigo, no creyeron lo que decían de mí y ya ven que tenían razón en casi
todo.
No entiendo por qué el oficialismo piensa que esa
guerra sucia que está llevando a cabo en la campaña actual sí funcionará esta
vez. Parece que creen que en esta oportunidad los venezolanos sí nos
asustaremos por un posible gobierno de derecha. Como pretendieron asustarnos en
el 98 con un posible gobierno de izquierda. Es difícil de entender que un
hombre que ganó, entre otras cosas, porque la gente no lo veía como un
político, ahora pretenda descalificar a Capriles y a los que lo acompañan en el
equipo de campaña diciendo que “no son políticos”.
Cuando el saliente sale a hablar del “paquete oculto
del majunche” lo que nos recuerda es el paquete socialista oculto que él tenía
en el 98 y que negó hasta el último momento. Como negó admirar a Fidel hasta
que ganó y terminó diciendo que la momia cubana era como un padre.
En fin, que lo errático de la campaña del oficialismo,
el desespero manifiesto en insultos, patrañas y mentiras, hacen que me vaya
tranquilo a mis próximas vacaciones. Pasearé feliz por tierras uruguayas,
argentinas y panameñas. Trataré de escribir algunos posts sobre mi nueva
experiencia turística y publicarlos con sus respectivas fotos. Me voy por
quince días tranquilo y regresaré tranquilo -y a tiempo para votar- porque la
campaña de Capriles me llena de confianza pero, sobre todo, porque la campaña
del saliente me indican que, definitivamente, “Hay un camino”.
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