Jesús Heras el Aug 31st, 2012
Las trágicas explosiones de Amuay,
precedidas por la caída del Puente de Cúpira y los sucesos en la cárcel de
Yare, sumados a la creciente rebeldía que se observa hacia las ejecutorias del
Presidente, bien expresada en Carabobo por militantes de su propio partido o en
Guayana por los trabajadores del hierro, son sintomáticas de un proceso muy
profundo de deterioro que nos obliga a insistir en la Unidad.
Cuando los acuerdos se conciben, son
apenas formulaciones vacías. Es la acción posterior de sus protagonistas,
acompañada de un ideal y de un propósito compartido, la que sumando voluntades
les va dando contenido y valor.
La MUD escogió el camino de la Unidad,
así, en mayúsculas, y propuso escoger al candidato presidencial por la vía de
elecciones primarias. Pero fue la acción posterior de los protagonistas, líderes
políticos, sociales y profesionales, de partidos y gremios, de empresarios y
sindicatos, aunada a la presencia combativa de la juventud, la que, al
celebrarse la consulta, convirtió aquella fórmula original en un dato político
de primer orden.
No era tarea fácil. Venezuela tiene
liderazgos consolidados y otros que vienen emergiendo y que con legítimo
derecho, aunque no siempre con suficiente sentido común, pugnan por presentar
sus nombres y propuestas en los procesos electorales.
Para alcanzar la Unidad, una Unidad
muy distinta a las anteriores, porque esta vez no se trataba de un frente
político, sino de una unión nacida de un hondo requerimiento nacional, era
preciso encontrar un rasero que garantizara a los aspirantes un trato
democrático e igualitario. De manera que el acuerdo nacional incluyó
reglamentos suscritos por todos los partidos para la escogencia de candidaturas
en cada estado y municipio del país. Y el objetivo se logró.
Parece que la gente hubiera intuido,
que ante a un gobierno desgastado que pretende convertir su enorme Poder en los
votos que ya no tiene, sólo una férrea Unidad podía congregar la masa crítica
necesaria para triunfar. Y por si aún se requería de un aval popular, ese aval
lo proporcionaron los tres millones de aguerridos venezolanos que concurrieron
a votar en las primarias, duplicando en número las más elevadas expectativas.
La suerte hoy está echada. La
teoría quedó atrás. Del lado del gobierno, hay una sola voz de mando, el
control de las instituciones fundamentales y un gigantesco presupuesto. En
cambio, la alternativa democrática cuenta con una sola herramienta. Su
herramienta única es la Unidad.
No puede haber entonces desviaciones.
No se pueden tolerar. Demasiado está en juego. En circunstancias como la que
vive un país como el nuestro, al borde del abismo y a la vez del caos y la
explosión social, la Unidad es un mandato que por el bien de Venezuela, estamos
obligados a acatar.
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