Por Jordy Enrique
Moncada, 27/09/2012
La boina se cae de lado, la mejilla se sonroja y las lágrimas comienzan
a evaporarse, la alegría y la esperanza se apoderan de la mirada de un país
relegado a la violencia, al insulto desaforado, a la imposición de una
oscuridad teñida de roja obsesionada con la uniformidad de pensamiento, de
acción y de sumisión.
Con el agua al cuello nació una idea, de esas que son irrebatibles, una
idea llena de colores, carente de resentimiento y enfocada en una sola cosa, el
progreso de todos. Y con lo complejo que puede ser entender el progreso cada
uno salió al encuentro de la puerta más cercana, en busca de ese punto en
común, en busca de esa esperanza que nos acompaña cuando la violencia nos quita
el sueño.
La emoción del futuro nos hizo entender que el pasado se deja atrás con
la valentía que demanda enfrentar a una máquina que nos ofrece dos caras, a su
encuentro saldrán millones, bastará sólo con tener la certeza de que el país ya
no es adolescente, así demostraremos que no necesitamos afiches de pared, sino
herramientas para superarnos.
Y cuando las papeletas anuncien que el país se contagió de quien rescató
nuestra bandera en forma de gorra, de aquel que nos recordó que la patria es
tricolor y no roja, nunca opresora y menos manipuladora, en ese momento, sólo quedará
colmar las calles de alegría y juntar los esfuerzos en la dirección necesaria,
la del progreso.
Después de todo Venezuela creció, ya no es adolescente, el llanto
nocturno producto de la miseria y la incertidumbre se venció con la alegría de
todos los que salimos al encuentro de un futuro más próspero, con la esperanza
de quienes sabemos que el sueño se puede vivir, con la certeza de todos los que
hemos visto a la gente cambiar de opinión, con la intención de aquel que se
burla de la encuesta y le dice la verdad a la máquina.
Nos espera el día de la confidencia tecnológica, nuestro índice indicará
el camino, nuestra gorra mostrará la amplitud de la decisión y la boina quedará
para hacer documentales de antaño, dentro de dos domingos firmaremos la consigna
del nunca más.
Cuando lleguemos a descansar ese domingo sabremos que enfrentaremos un
lunes diferente, aunque siempre llega el lunes, decidiremos nuestro estado de
ánimo desde el día anterior, tenemos en nuestras huellas la posibilidad de
dejar huella, de hacer historia, de cambiar la historia, de poner la primera
piedra.
Y aunque el país continúe, aunque las calles sean las mismas, aunque el
cielo sea igual, aunque el Ávila nos siga resguardando, aunque el Guaire tenga
más cuerpo, aunque Bolívar siga inmóvil en cada plaza, aunque los afiches sigan
ensuciando nuestras calles, aunque el salario siga sin alcanzar, aunque la
morgue siga desbordada de trabajo, el 8 de octubre el país puede amanecer
distinto.
El camino estará en una pantalla, que nos regalará un papel que
guardaremos en una caja y llegaremos a casa a buscar esa gorra que nos llena de
esperanza, entrará la noche con sus rumores y por las venas de Venezuela
correrá la decisión de irnos a dormir sin miedo, pues habremos sentenciado el
cambio.
@JordyMoncada
http://www.eluniversal.com/opinion/120927/una-gorra-es-la-esperanza
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