Por Mario
Villegas, 23/09/2012
Columna de
Puño y Letra
“Huele a
azufre”, fue la inesperada frase que soltó el presidente Hugo Chávez al iniciar
un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas horas después de
que el entonces presidente norteamericano George Bush ocupara el mismo podio en
el más alto foro internacional.
Ciertamente,
el olor que despedía el gringo no podía ser otro. Aquel gobernante llevaba
consigo el tufo de la muerte y de la destrucción. Tres años antes, había hecho caso
omiso a los llamados de la ONU y a las súplicas del Papa Juan Pablo II para que
no invadiese Irak. Así que el repudiado Bush no sólo era mal visto por la
comunidad internacional, sino que había perdido la simpatía de la mayoría del
pueblo norteamericano, incluida buena parte de sus correligionarios republicanos,
convencidos tras la sangrienta invasión de que en Irak no había armas de
destrucción masiva y que todo había sido un vil engaño.
Aquella
frase retumbó en la ONU el 20 de septiembre de 2006 y meses más tarde, en
diciembre, Chávez fue reelegido para un nuevo periodo de gobierno. Todavía le
acompañaba la esperanza de sus pacientes seguidores, mientras la oposición, dividida
y sin proyecto común, recién retornaba a la vía electoral bajo el peso muerto
de sus propios errores y contra la voluntad de algunos comecandela que persistían
en soñar con salidas rápidas o de fuerza.
Justo cuando
se cumplen seis años del episodio en la ONU, la situación es otra: el olor a
azufre se mudó de la Casa Blanca al Palacio de Miraflores, mientras en las
calles de Venezuela se respira la grata fragancia de la renovación y el cambio.
Chávez carga
consigo la fetidez de la derrota. Su triste campaña es la más clara
demostración. Moscas y zamuros bien resueltos y acomodados revolotean a su
alrededor, mientras el pueblo chavista respira el gas del malo de una nueva
frustración. Se agudiza la hediondez a comida podrida de PDVAL, a guisos
rancios en las contrataciones del estado, a viaductos y puentes caídos, a
escapes de gas y refinerías incendiadas, a apagones por todos lados, a empresas
básicas quebradas, a bolívar fuerte megadevaluado, a hospitales destartalados,
a presupuesto público expropiado y malversado, a propiedad privada confiscada,
a oficinas públicas partidizadas… El gobierno apesta a viejo, a ineficacia, a
engaño, a corrupción, a autoritarismo, a prepotencia, a militarismo, a
divisionismo y a exclusión.
El aroma de
victoria se ha instalado y se pasea entre la muchedumbre que en todas partes acompaña
la candidatura de Henrique Capriles Radonski, fruto de una correcta política
unitaria en la que confluyen los más amplios y disímiles factores políticos y
sociales que pugnan por un cambio progresista. El 7 de octubre ese olor
irradiará a cada hogar venezolano.
Imagino a
Capriles, ya juramentado y con la banda tricolor al pecho, descorriendo cortinas
y abriendo ventanales en Miraflores para expulsar todo el azufre y demás
fetideces acumuladas y abrirle paso a los nuevos y buenos aires que han de
oxigenar el rumbo de una Venezuela de bienestar para todos.
BREVES
- Me solicita el lector Juan F. González dar a conocer un llamado que le hace a Henrique Capriles Radonski para que renuncie públicamente a la posibilidad de reelegirse en forma indefinida en caso de ganar la Presidencia de la República, así como que propicie una reforma que impida a cualquier mandatario atornillarse en el poder. “No más al riesgo que implican los gobernantes permanentes”, me dice. No aclara el lector si estaría de acuerdo con mantener la reelección por un único periodo adicional, cosa que figuraba en la actual Constitución y fue modificada por la ambición de Chávez. - Fuentes vecinales revelan que varias gandolas con comida de Mercal fueron incautadas por funcionarios de dependencias nacionales en la urbanización Villa Crepuscular, sector H, en Barquisimeto, estado Lara. ¿Por qué la operación de rescate se hizo a la calladita? ¿Será que encubren a alguien?
Publicado en el Diario 2001 / Domingo 23 de septiembre de 2012
mariovillegas100@gmail.com
Twitter: @mario_villegas
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