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sábado, 1 de septiembre de 2012

El show no debe continuar


Por Oscar Lucien, 31/08/2012

1. La aparición del comediante-presidente en las inmediaciones de la refinería de Amuay luego de la lamentable tragedia, pavoneándose en su absurdo empeño de acercarse al foco del incendio todavía no controlado, a pesar de las expertas recomendaciones de no hacerlo, y su ensañamiento contra la periodista de RCN, ofrece un buen retrato del teniente coronel Chávez que, en víspera de la elección del 7-O, vale tener presente. Descontado el respeto y la solidaridad con las víctimas, fallecidos, heridos y familiares, es imposible soslayar la dimensión política que la propia presencia del comediante-presidente y que el talante de su intervención pone de relieve. Desprovisto de su manual de citas célebres, Chávez no pudo recordar al filósofo (sic) autor de la frase "la función debe continuar" pero con ese humor llegó a Paraguaná a sentar cátedra sobre accidentes en áreas petroleras y en ética de periodismo. Fuera de lo inapropiado de la expresión, frente a un balance que en ese momento superaba la treintena de fallecidos y el centenar de heridos, la misma es reveladora del sentido profundo de la telepresidencia de Hugo Chávez.

Para Chávez, un acto de gobierno es un acto mediático; la función gubernamental no existe fuera de la acción comunicativa; y en el contexto de una campaña electoral su desempeño se coloca en esta dimensión valorativa, para él como actor (en sentido literal) y para la sociedad democrática que lo ve actuar. ¿No politizar la tragedia? Imposible. La politizó el propio Chávez en el lugar de los acontecimientos al descalificar destempladamente los comentarios sobre supuestos olores a gas en días previos, al adelantar consideraciones técnicas sobre un ámbito que no es de su especialidad y competencia, al imponer normas sobre el ejercicio y la ética periodística. Si yo fuera periodista, zanjó Chávez intentando amordazar el sentido de unas pesquisas que buscaban esclarecer si, en efecto, se habían seguido todas las normas y protocolos de seguridad que hubiesen impedido la horrible tragedia. ¿Acaso no existe preocupación por la excesiva partidización de una Pdvsa que se define como roja rojita en desmedro de la calificación técnica? ¿Por qué el Presidente quiere asumir un protagonismo, cuando el momento es el de la unidad solidaria de todo el país y la actuación independiente de investigadores y técnicos para establecer las causas de la tragedia? ¿La función debe continuar? Tres cadenas ha realizado el presidente Chávez luego de lo ocurrido en Amuay. Fuera de limitar el libre flujo de la información, en ellas el Gobierno pretende imponer su única visión sobre el accidente, se publicita al Presidente como dadivoso salvador de los pobladores de la zona afectada y se urde una gesta heroica de la acción profesional de los bomberos que dominaron el fuego. Y, colmo de la manipulación, se pretende sustraer lo acontecido del debate público bajo la condena de "la malsana politización de la tragedia". Pero los venezolanos, al reclamar una investigación profesional de las causas del accidente, no podemos renunciar a nuestra valoración política de esa situación, particularmente cuando estamos a poco más de un mes de la elección de un nuevo jefe de Estado, responsable principal de la gestión pública. Impunemente, la "función no puede continuar".

2. El desempeño público del comediante-presidente es un caso típico de telepresidencia. En palabras de Jesús Martín-Barbero la telepresidencia puede reconocerse cuando "la comunicación entre gobernantes y gobernados, entre Estado y ciudadanía, sufre de demasiado autoritarismo disfrazado, de un montón de paternalismo travestido de cercanía a la gente, y otro tanto del populismo que, a diferencia del histórico ­del de los años treinta a los cincuenta del siglo XX­ más que hacerse cargo de la voz de las mayorías la suplanta con todas las artimañas que las tecnologías y los expertos en marketing les prestan". Muchos gobernantes latinoamericanos califican dentro de esta categoría pero, sin duda, Chávez es el telepresidente por excelencia, el único gobernante que ha convertido el despacho gubernamental en un set de televisión y la acción de gobierno en un "reality show" personal.

Sometidos a más de 2.000 horas de abusivas e inconstitucionales cadenas que constituyen el mecanismo privilegiado de su perfomance, los venezolanos estamos convocados a elegir un nuevo presidente que salga del set y vaya al encuentro no mediático con necesidades y aspiraciones de la ciudadanía.

La función de Chávez no debe continuar. El 7-O baja el telón.

Oscar Lucien es miembro de Ciudadanía Activa

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