Por Vladimiro Mujica, 27/09/2012
Esta será la consigna de un pueblo que se va
a rebelar el 7-O contra el miedo y la humillación
Se aproxima una jornada histórica que puede
marcar el comienzo del fin del Apartheid chavista
Cada 27 de abril se celebra en Sudáfrica el
Día de la Libertad.
En ese día del año 1994 se realizaron en ese
país las primeras elecciones libres después del fin del Apartheid, y las mismas
resultaron en la elección de Nelson Mandela a la presidencia con casi 63% del
voto popular. El significado de esas elecciones, no solamente para el país
africano, sino para todo el mundo, fue inmenso entre otras cosas porque se
demostró que después de un período terrible de división racista impulsada por
la minoría blanca, fue posible reconciliar al país y abrir un espacio al futuro
de una sociedad integrada. Este proceso no habría sido posible sin el liderazgo
de un estadista de la talla de Mandela, quien después de pasar 27 años en
prisión emprendió la tarea de reunificar a su nación.
Tres cineastas, Julie Hendersen, Thulani
Mokoena y Donne Rundle, produjeron un testimonio cinematográfico del día
histórico de una votación que cambió los destinos del mundo en un documental
titulado My vote is my secret.
Quizás mucha gente piense que la comparación
entre el fin del Apartheid y el fin de la era chavista sea un tanto exagerada,
pero en rigor existen muchos puntos interesantes de semejanza. La Venezuela que
heredó Hugo Chávez en 1998 tenía un sinnúmero de problemas, muchos de ellos
resultado del crecimiento incontrolado de la pobreza y la falta de equidad
social y oportunidades para todos que la democracia venezolana no pudo
garantizar. A eso se le unía una suerte de incredulidad ciudadana en los
partidos políticos producto de la corrupción y de años de alejamiento de la
gente y que eventualmente se tradujo en el crecimiento de la antipolítica, una
manifestación de rechazo a los partidos. Pero el tipo de fractura que el
chavismo ha traído al país no tiene precedentes en los últimos cien años de
nuestra historia, más bien hay que buscarlos en los capítulos más oscuros de
las guerras de independencia y federación y el esclavismo. La revolución ha
magnificado y depredado las divisiones regionales, sociales, económicas,
religiosas, e incluso raciales, que ha creado entre los venezolanos. La
condición de país mestizo por excelencia que antes exhibíamos con orgullo se ha
transformado, por virtud de la más abyecta manipulación política y cultural de
nuestra historia, en un escenario de enfrentamiento entre nuestras raíces
india, negra y blanca. En más de una dirección el chavismo ha construido una
versión tropical del Apartheid, una donde el gobierno de la oligarquía “rojita”
existe solamente para un sector de la población.
La jornada electoral del 7 de octubre puede
marcar el comienzo del fin del Apartheid chavista. Y es precisamente en
conexión con la misma que el título de la película sudafricana es especialmente
apropiado. La perversión de la democracia que ha ocurrido en estos 14 años no
solamente ha afectado a las instituciones sino que se ha traducido en un
intento por controlar todas las manifestaciones sociales. Es así como el
entramado de los programas de asistencia organizados por el gobierno y el
crecimiento desproporcionado del número de empleados públicos están orientados
a crear una cadena de dependencia entre la gente y quienes distribuyen los
empleos y los beneficios. A ello se le une una perniciosa campaña para
convencer a la gente de que el voto no es secreto y que en consecuencia, tarde
o temprano, todos estamos sujetos a las represalias de quienes se creen los
dueños del país sino se reelige a quienes nos gobiernan.
APROVECHAN IGNORANCIA El número de
venezolanos que piensan que el secreto del voto está comprometido no es para
nada despreciable. En esta materia el chavismo actúa como un ente depredador de
la ignorancia de muchos de nuestros compatriotas con menor grado de educación
quienes aceptan como posible cualquier especulación con un vago contenido de
palabrería tecnológica. Pero nuestro Big Brother tropical no se limita a eso y
arremete contra los empleados públicos y todos quienes le deben su subsistencia
a los programas de asistencia gubernamentales para lograr controlar con el
miedo lo que no pueden controlar por medios legítimos. La campaña del miedo por
supuesto no se restringe a amenazar a quienes voten en contra del candidato
Chávez, sino a esgrimir el fantasma de la violencia sino se reelige al
comandante.
La humillación que significa que a un
individuo se le confisque su libertad personal de decidir quién debe dirigir
los destinos del país sometiéndolo al chantaje del poder no es menor.
En esto, como en muchas otras cosas, al
chavismo se le pueden voltear las cosas en una avalancha de descontento que se
ha estado generando por la burla a las esperanzas de la gente y la intención de
controlar nuestra existencia que una pequeña pero voraz oligarquía revolucionaria
exhibe impúdicamente.
Un país que exige cambio se encuentra a las
puertas de una elección histórica.
El voto es mi secreto se puede terminar por
convertir en un mantra de quienes se van a rebelar el 7 de octubre contra el
miedo y la humillación que imponen quienes, bajo la consigna de la defensa de
la revolución, pretenden confiscar la libertad de todos. Un secreto personal,
surgido de la convicción de la confidencialidad del voto, puede expresarse en
las urnas electorales, fuera de la mirada indiscreta del Big Brother tropical,
y convertirse en una enorme fuerza social y política contra la cual poco
valdrán las pataletas y las amenazas del chavismo extremista.
Vladimiro Mujica es miembro de Compromiso Ciudadano
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