Escrito por VICTOR MALDONADO C. el Sep 13th
victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
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El gobierno cree que tiene a sus
electores en el puño. Nada más falso. El acto de votación es secreto y
personalísimo, y no hay forma de saber cuál es la opción particular de los más
de doce millones de venezolanos que van a ejercer sus derechos ciudadanos.
Puede ser que nos perturbe la evidente parcialidad del CNE. O que nos
desaliente la impúdica hegemonía publicitaria que practica el gobierno. Todo
eso es cierto, está a la vista de todos y no vale la pena negarlo. Pero ninguno
de esas reprobables conductas puede atentar contra una certeza: el voto es
secreto, y lo administramos como nos venga en gana.
El gobierno está empeñado en cobrar
(por anticipado) las prebendas que ofrece a cambio de lealtad política. Dicen
por allí que promete lo que tiene y lo que no tiene, y si no le resulta
suficiente, amenaza veladamente con consecuencias personales catastróficas.
Mientras el régimen dure, con eso hay que vivir, haciendo oídos sordos a todo
ese discurso apocalíptico. El régimen es tan perverso que a veces hace “efectos
demostración”. Te hace ver cómo le va a aquellos que se atreven a contradecirlo
para que tu administres “apropiadamente” tus miedos y sepas a que atenerte.
Negar que el gobierno es capaz de la extorsión y el chantaje es tiempo perdido.
Ellos llegarán y te harán saber que estás en una lista y que ellos pueden saber
cosas de ti que te pueden perjudicar. Te dirán que está en juego tu trabajo y
tus beneficios. Y tú asentirás dócilmente sabiendo que a pesar de todo lo que
te digan no hay nada que pueda alterar el hecho de que el voto es secreto, y lo
administramos como nos venga en gana.
Probablemente te obligarán a entregar
un día de tu salario para apoyar la causa del partido de gobierno, y serás movilizado
a más de una manifestación donde el líder repetirá la misma cháchara de
siempre. Te obligarán a vestir la franela roja, y te advertirán contra
preguntas que puedan incomodar al candidato-presidente. Te mandarán a aplaudir,
agitarás banderas y gritarás consignas en las que ya no crees. Bueno, gajes del
oficio. Ocurre en todos los regímenes autoritarios que no creen en la
espontaneidad y persiguen cualquier conducta libertaria. Serás parte de una
puesta en escena agotada. No te sientas mal. No puede haber juicio moral cuando
no hay opciones dignas. Pero mientras asistes al enésimo acto político recuerda
que el voto es secreto, y lo administramos como nos venga en gana.
De repente, quien quita, te darán un
bono por lealtad. Y te harán saber que la revolución se dirige a nuevos y
mejores estadios de felicidad colectiva. Probablemente tú te preguntes si tanta
fiesta es sostenible. Te interrogarás sobre la equidad de esos beneficios
cuando al mismo tiempo las escuelas públicas están en el suelo, y las ratas
conviven con los pacientes del Hospital de Niños. Pero lo tendrás que recibir,
mientras otros hacen manifestaciones en las calles para que les honren sus
deudas o los saquen de los refugios de una vez y para siempre. Agarra esos
reales y gástalos con tus hijos. Reserva el 10% y haz caridad. Siempre hay
alguien en peores condiciones que uno. Compra, por ejemplo, una lista de útiles
escolares, y entrégasela al niño más pobre que conozcas. Tal vez hagas la
diferencia en su vida. Recibe el bono, celébralo, y recuerda que ese no es tu
precio. Que tú dignidad vale mucho más y que nadie es capaz de intervenir tu
conciencia, porque tú sabes que a estas alturas es más que oportuno un cambio
para que el odio no siga siendo la consigna. El bono no hace público tu voto.
Sigue siendo secreto, y lo administramos como nos venga en gana.
El 7 de octubre, muy temprano te
despertarán. Será la última vez que la impertinencia de una diana militar te
obligue al madrugonazo. Tómatelo con calma, como si estuvieras asistiendo al
ocaso de una época. Tocarán tu puerta. Te montarán en una camioneta. Pasarán la
lista y te llevarán a votar. Te advertirán cómo tienes que votar y dejarán
colar que ellos tienen como enterarse. Te reirás hacia adentro, y te dejarás
llevar. Llegado el momento, estarás solo, y únicamente tú sabrás cómo
contribuirás a cambiar el destino de la patria. Tendrás en tus manos la suerte
de la paz y la oportunidad para la reconciliación con justicia. Serás en ese
momento el hombre más libre del mundo, y podrás ser el más justo, porque a
pesar de todo lo que te digan, tu voto será secreto y lo decidirás con
responsabilidad y libertad. Y la patria agradecida te lo reconocerá.
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