La supuesta matanza de yanomamis evidenció que el gobierno, protección militar, supervisión policial, amparo ambiental y la penetración económica, simplemente no existen
No tenemos suficiente conocimiento ni datos para afirmar si la denunciada -y negada por el Gobierno- matanza de yanomamis realmente sucedió; la Fiscal General señaló que la comisión enviada todavía el martes no había podido llegar a un sitio remoto que sólo se alcanza tras días de camino a pie, lo cual entendemos. Ha sido más prudente en sus declaraciones ella que el Poder Ejecutivo.
Al mismo tiempo este real o falso pero terrible suceso lo que revela, una vez más, es que el Estado venezolano no tiene el menor control de las extensas fronteras y todo el territorio nacional; y esa realidad significa también una falta de control de verdadera soberanía.
En la larga frontera con Colombia y estados aledaños, el bandidaje terrorista tanto colombiano como incluso venezolano campea a su gusto e impone su violencia, su chantaje y su retorcido sentido de la ley. En el enorme Estado Bolívar, más allá de las áreas urbanas e industriales en las riberas del Orinoco, y seguramente -confiamos- en las zonas inmediatas a las construcciones generadoras de electricidad, la realidad diaria es la de mineros ilegales, contrabandistas, alcohol y prostitución, además de la ruina de la naturaleza por la extracción incontrolada del oro, y en la interminable extensión de Amazonas, la presencia del Estado es mínima o simplemente ausente. Esto, aparte de la siempre abandonada frontera con Guyana, con todo y que se supone que Venezuela tiene -o debería tener- un interés fundamental en el vecino territorio Esequibo.
Mucho más organizados y garantes de soberanía son, en sus lados, los estados colombiano y brasileño -el Gobierno guyanés simplemente está dejando el control en manos de empresas concesionarias de explotaciones mineras y petroleras. Del lado venezolano Gobierno, protección militar, supervisión policial, amparo ambiental, penetración económica, simplemente no existen. La soberanía venezolana sólo llega hasta donde llegan sus carreteras, si es que no se derrumban por alguna lluvia.
Tomado de:
http://www.analitica.com/va/editorial/7037231.asp
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