EL PAÍS 11 MAY 2013
Ni
los desplantes ni la chequera darán a Maduro la legitimidad internacional que
busca
El bronco arranque del mandato de
Nicolás Maduro ha tenido estos días su traslación a la política exterior. Si el
presidente venezolano ha sido hasta ahora incapaz de articular una salida a la
crisis desatada tras las elecciones del 14 de abril, impugnadas por la
oposición, en el terreno internacional Maduro se ha estrenado con excesivo
estrépito.
En apenas dos semanas en el cargo,
Maduro ha provocado cuatro incidentes diplomáticos que no han ido a más por la
prudencia de la contraparte. Decirle al ministro español de Exteriores que
“saque sus narices” de Venezuela (por mucho que la del ministro no fuera una
declaración afortunada), abrir una crisis con Perú y acusar de “injerencia” a
su canciller por promover en Unasur un llamamiento “a la tolerancia y al
diálogo” o calificar a Barack Obama de “jefe mayor de los diablos” y promotor
de la violencia de “la derecha fascista”, después de que el presidente de EE UU
expresara su preocupación por el país caribeño, no parecen los pasos más adecuados
para apuntalar una imagen de estadista. Maduro ha logrado incluso que el
Gobierno del colombiano Juan Manuel Santos, que maneja la situación de Caracas
con guante de seda, exprese su malestar por la arremetida contra el
expresidente Álvaro Uribe, a quien el venezolano acusó de querer asesinarlo.
Mal remedo de su mentor, Hugo Chávez,
Maduro alterna las peleas con las dádivas y ofrece petrodólares a cambio de
apoyo. Empezó garantizando el suministro del crudo subvencionado a los 18
miembros de Petrocaribe y ha seguido esta semana con los países del Mercosur.
Maduro recibió palmadas en la espalda en Uruguay, un baño de masas en Argentina
y honores militares en Brasil, al que la desastrosa situación económica de
Venezuela abre oportunidades por el desabastecimiento alimentario y el
deplorable estado del suministro eléctrico. El férreo pragmatismo de Dilma
Rousseff —si bien preocupada por controlar los excesos del chavismo— no ayuda a
dar a Brasil solidez como referencia diplomática regional.
Maduro haría bien en rectificar el
tiro. Ni la chequera (cada vez más delgada) ni los desplantes van a afianzar su
legitimidad en el exterior. Como tampoco el acoso a los opositores ni las
palizas a los diputados van a disipar las dudas de muchos venezolanos sobre la
limpieza de los comicios. Las encuestas ya muestran el desgaste del recién
estrenado presidente.
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