Por Vladimiro Mujica, 18/07/2013
Hay sectores de la MUD que ven las elecciones
del 8-D como un acto para que se expresen los liderazgos locales.
Discutir el carácter de las venideras
elecciones municipales desde el punto de vista puramente formal no es especialmente
instructivo. De allí solamente se deriva la conclusión de que dada su condición
de elecciones regionales, no revisten el carácter de una verdadera consulta popular sobre el estado de la nación y su
gobierno.
Pero esa es solamente la verdad formal y, en
cierto modo, histórica. La verdad política puede terminar por ser completamente
diferente. En un país poseído por el paroxismo del centralismo más exacerbado y
viviendo un estado de polarización extrema desde hace más de una década,
cualquier consulta popular, y eso el chavismo lo entiende mejor que la
oposición, puede terminar por convertirse en el punto de partida de eventos
impredecibles.
La incertidumbre sobre lo que puede
desencadenarse en Venezuela si el gobierno pierde las elecciones municipales de
una manera contundente es una de las pocas cosas que comparten gobierno y
oposición. La incertidumbre no proviene tanto del campo opositor, donde se ha
trazado una clara línea de respeto a las salidas democráticas, sino más bien
del campo chavista, donde los adversarios internos del madurismo pueden
terminar de culpar al Presidente de haber dilapidado el inmenso capital
político que les dejó Chávez. La predecible protesta de los sectores más
militaristas y violentos del chavismo, e inclusive una conducta de
desconocimiento abierto de una eventual derrota electoral, podría colocar a
Maduro en una condición de mucha fragilidad y llevar al país a una situación de
precaria gobernabilidad.
Para la alternativa democrática es un asunto de
importancia central que las elecciones municipales sean percibidas como un
plebiscito sobre la acción del gobierno y la exclusión de la mitad del país que
no respalda el proyecto autoritario chavista. Esto es perfectamente viable si
se logra la fórmula de oro de concertar y hacer converger la conflictividad
popular con el acto electoral. Es necesario reconocer que Capriles, en su
condición de líder fundamental de la alternativa democrática y jefe de campaña
designado por la MUD, ha planteado el problema, pero todavía estamos lejos de
ese objetivo. Siguen existiendo tendencias en la oposición, perfectamente
respetables pero en este momento muy inconvenientes, que pretenden seguir
viendo las elecciones de diciembre como un acto donde deben expresarse primariamente
los liderazgos locales. Eso es verdad, pero es insuficiente. En un combate
donde se nos va la vida como país no puede aceptarse el criterio de que las
consideraciones locales deben privar de modo exclusivo sobre los grandes
problemas nacionales.
En un país donde el poder y la
institucionalidad han sido secuestrados por la oligarquía chavista hay que
construir un lenguaje que transmita con claridad el mensaje de que quienes
tienen todo el poder, y lo administran con el propósito de nunca abandonarlo, y
no para servir a la gente, son responsables por el agravamiento de los males de
Venezuela que ha ocurrido en esta década.
Bajo esa óptica, las elecciones municipales
deben ser entendidas y vistas como escenarios y tribunas para denunciar lo que
ocurre y hacer propuestas a nivel local pero hacerlo con una vocación nacional.
Es, en el fondo, el mismo tema sobre el cual yo, y mucha otra gente, hemos
insistido en relación con los conflictos sociales sectoriales, sean éstos de
las universidades o de los sindicatos en Guayana: la protesta es una sola porque la causa de la misma es única.
Solamente cuando se entienda la naturaleza multiforme de lo que se pretende
combatir, es decir el proyecto de poder chavista, se terminará por actuar de
acuerdo a las tremendas exigencias de estos tiempos.
Imaginemos que llegamos a unas elecciones
“calientes” en diciembre. Unas en las cuales las protestas diarias que se
suceden en Venezuela, y que el gobierno trata de silenciar acosando a los
medios o imponiéndoles la autocensura, adquieran una vocería política única en
el ámbito nacional y variada y diversa en los espacios regionales, con una sola
visión compartida que haga evidente la confrontación con un centro único de
poder y con un proyecto autoritario que se expresa en varios espacios de
conflicto sobre los cuales es necesario actuar regionalmente. Ese será el
momento en que terminará por percibirse que la alternativa democrática tiene,
en verdad, un plan de recuperación y reunificación de Venezuela.
Que la posibilidad de convertir a las
elecciones municipales en un plebiscito existe es algo que tenemos que
considerar cuidadosamente cada vez que la trituradora de liderazgos que es la
escena política venezolana irrumpe contra Capriles.
Indispensable es criticar para que las cosas
mejoren, pero hay una línea que no debemos cruzar so pena de destruir todo lo
que hemos avanzado en estos años tan difíciles para lo que queda de democracia
y libertad en Venezuela.
Vladimiro Mujica es miembro de la ONG Compromiso Ciudadano
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