Argelia Ríos julio 26, 2013
Twitter @Argeliarios
Todavía no entienden que los tiempos
de siembra no son los mismos que los de la cosecha. No se percatan de que es la
actuación reposada de Capriles lo que continúa perforando los cimientos del
oficialismo, la única manera de que la oposición se consolide como una mayoría
amplia e invulnerable al fraude. Algunos opositores siguen mirándose el
ombligo: creen tener la razón, aunque todo indique que la conducta del
excandidato -y el contraste que con ella ha estimulado- le está generando
ganancias gruesas a la causa democrática.
Es increíble que el país
revolucionario haya comenzado a ver en Capriles lo que otros le escamotean
desde las propias trincheras de la Unidad. La ignorancia, la incomprensión, la
mezquindad y el cálculo personal se dan la mano para desconocer que sólo él
encarna hoy la aspiración de cambio que se ha venido extendiendo entre todos
los estratos sociales, donde se le valora justo por las razones que provocan
las críticas de los impacientes. No hay otro que se le equipare y no hay tiempo
para cambiar de caballo a esta altura avanzada de la carrera.
El civismo que ha caracterizado el
desempeño postelectoral de Capriles le ha dejado ver al pueblo revolucionario
que sus intenciones no se parecen en nada a las que proclaman las voces del
oficialismo. Las discrepancias entre lo que él hace y todo aquello de lo que se
le acusa, está minando la credibilidad del régimen, cuyos dirigentes enfrentan
hoy a una masa arrepentida de no haberle dado la oportunidad al cambio y
pesimista ante la conducción de Maduro. La desilusión causada por la decadencia
en que se haya hundido “el proceso”, representa la clave del remordimiento que
está tomando cuerpo entre quienes aceptaron cumplir la última voluntad del
comandante.
Transcurridos 100 días desde el 14-A,
Capriles se ha reafirmado como una esperanza hasta para un segmento creciente
de lo que fue el chavismo, mientras Maduro está convertido en una pesada
equivocación; en el peor error del comandante. Si los seguidores de Chávez
pensaron que su muerte significaba el fin de la revolución, ahora ya no tienen
rastros de dudas, porque el “heredero” no ha sido capaz de demostrarles lo
contrario. La certeza de que todo ha culminado -y de que “el chavismo sin
Chávez” no resolverá los viejos ni los nuevos problemas-, además de la
comprobación de que Capriles no es el monstruo ambicioso de la etiqueta
propagandista, han estimulado la propagación del arrepentimiento y el deseo,
cada vez más extendido, de que Venezuela emprenda un camino diferente.
Las cosas marchan bien para la
oposición. Quien diga lo contrario, no sabe de lo que habla. Ni sabe cómo es la
dinámica que concluye en la irreversibilidad de un cambio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico