Por Rasalía Moros de Borregales, 14/07/2013
Una vez más uso mi pluma para hacer un llamado, a
quienes están en posición de autoridad, por la compasión en nuestra nación.
Muchos dirán que es algo totalmente infructuoso, como lo ha sido en el pasado;
sin embargo, soy del pensamiento que debemos cumplir con nuestro deber y nunca
dejar pasar las inspiraciones del corazón. A pesar de tropezarnos con una
muralla cada vez que pedimos compasión, el intento se convierte en una
oportunidad de rectificación para quienes obstinadamente han endurecido su
posición. Quizá, de esta manera, un día ellos también puedan ser objeto de
misericordia; si su soberbia les deja recordar que la Tierra gira, que
absolutamente todos los seres humanos algún día, en algún momento,
necesitaremos de la compasión de otros, de la compasión de Dios.
Como ciudadana venezolana, como portadora del
derecho a expresar mis opiniones decente y libremente, hoy dirijo mis palabras,
con respeto a Ud. Sr. Nicolás Maduro. De manera generosa Ud., ha ofrecido asilo
al Sr. Edward Snowden; de acuerdo a sus palabras, entendemos que Ud. considera
al Sr. Snowden un perseguido del gobierno de Estados Unidos de América, y como
una medida humanitaria Ud. le abre las puertas de nuestra casa a dicho
individuo. Solo Dios y Ud. conocen las motivaciones de su corazón. Quizá, Ud.
es un hombre de principios morales, de ética, que se compadece de un muchacho
de 30 años que anda dando vueltas por el mundo buscando un refugio.
No es que seamos indiferentes a las terribles
circunstancias que atraviesa el exagente de la CIA, sino que simplemente no
entendemos tanta bondad para con un desconocido mientras se priva de los
derechos humanos más esenciales a gente de nuestra propia casa. Son unos
cuantos los venezolanos exiliados que quisieran regresar a su patria. También son
otros tantos a quienes la vida se les va extinguiendo tras los barrotes, a
quienes la debilitada justicia practicada en Venezuela los ha condenado, no por
razón de las leyes, sino por la razón de un corazón endurecido que buscó
mostrar la intransigencia de su poder ejemplarizándolo en casos como el de Iván
Simonovis. Razón que Ud. y su gobierno Sr. Maduro siguen izando como causa
justa, a pesar de que el país entero conoce y entiende las irregularidades
cometidas en el proceso de este caso.
Tal cual se lo expresé al presidente Chávez,
nuevamente hoy levanto mi voz, levanto la luz que enciende el hambre y sed de
justicia. La compasión, Sr. Maduro, es esa capacidad que tiene el ser humano de
sentirse tan vulnerable como cualquiera de sus semejantes en desgracia, la cual
despierta el deseo de aliviar la pena o reducir el sufrimiento en quien lo
padece. Indudablemente, Ud. ha sentido esa compasión por Snowden, pero recuerde
que realmente somos lo que hacemos en nuestra propia casa, con nuestra propia
gente. Parece difícil sentir compasión por alguien ajeno si antes no hemos
practicado esta virtud con los hermanos que viven bajo el mismo techo.
Solo unos pocos, Sr. Maduro, tienen el privilegio
de ocupar una posición de poder en la que su palabra dada en un esquema de
autoridad se convierte en hechos palpables. Recuerde al centurión romano, aquel
que le pidió a Jesús que sanara a su siervo: "Señor, no te molestes en
venir, porque no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; por eso ni siquiera
me consideré digno de ir a Ti, tan sólo dí la palabra y mi siervo será sanado.
Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis
órdenes; y digo a éste: 'Ve', y va; y a otro: 'Ven', y viene; y a mi siervo:
'Haz esto', y lo hace" (Lc.7:5-8). Un ejemplo que nos ilustra claramente
el principio de autoridad. Alguien que sabe que está en una posición de poder
para dar órdenes que se convierten en realidades, y al mismo tiempo, sabe
reconocer la autoridad sobre él.
Reconozcamos que por encima de cualquier autoridad
y poder está el de Dios, el verdadero Supremo. Recuerde que la práctica
constante del poder sin compasión va transformando al ser humano en una suerte
de escorpión, empañando las posibilidades infinitas de bien que podrían
resultar del ejercicio compasivo en la administración del poder, impidiendo la
restitución de las grandes grietas que tiene la justicia humana. Solo cuando
miramos a Dios, cuando consideramos nuestra vulnerabilidad, cuando analizamos
atentamente los imposibles que el poder no puede resolver; solo entonces, nos
damos cuenta que no hay autoridad en esta Tierra que pueda cambiar la sentencia
de la mano de Dios sobre la vida de un hombre. Así pues, Sr. Maduro, haga el
bien que tiene en su mano hacer, mientras es el tiempo para hacerlo. Quizá su
compasión será tomada en cuenta a la hora de lo inesperado que inexorablemente
nos llega a todos.
¡Señor, ten piedad!
@RosaliaMorosB
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico