FÉLIX PALAZZI sábado 8 de febrero de 2014
Doctor en Teología Dogmática
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi
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Da la impresión de que nos hemos
habituado demasiado rápido a ver colas interminables frente a un supermercado o
a leer dramáticas cifras de homicidios; nos vamos adaptando, poco a poco, a las
restricciones cada vez más acentuadas y a la escasez de alimentos; asistimos
casi como en una rutina mensual a despedidas de amigos que logran salir del
país en busca de un futuro mejor; sobrellevamos embates cotidianos de la
convivencia en los medios públicos, en el tráfico vehicular, con el malandro de
la cuadra o el abusador cotidiano. A fin de cuentas parece que nos vamos
adaptando y acostumbrando a las nuevas situaciones. Y cabe preguntarnos: ¿Hasta
cuándo tanta tolerancia?
Lo cierto es que como sociedad no prevalece la tolerancia, al contrario, existe una profunda intolerancia en todos los sectores, pero no debemos confundir el contenido ético de la tolerancia con la indiferencia. Cuando la intolerancia se instaura como forma común en una sociedad, ésta degenera o bien en la confrontación o bien en la indiferencia, que es la forma más común asumida por aquellos que no pueden huir de la realidad o se ven imposibilitados de hacerse cargo de la misma. La indiferencia no es un valor ético y mucho menos humano, ya lo recordaba Benedicto XVI: "toda forma de indiferencia es radicalmente contraria al profundo interés cristiano por el hombre y su salvación. La verdadera tolerancia presupone siempre el respeto del otro, del ser humano, que es criatura de Dios". La tolerancia tiene su principal fundamento en la dignidad de la persona, pero no existe como posibilidad sin el reconocimiento y la custodia del valor de la dignidad del otro.
Doblegar el ánimo
Una ideología totalitaria logra imponerse cuando ha alcanzado doblegar el ánimo colectivo. Su mayor victoria consiste en desarticular las fuerzas vitales que incentivan cualquier forma de manifestación articulada. La indiferencia y el relativismo se esconden así bajo solapadas formas de tolerancia y respeto.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en el 2007, advertía: "constatamos un cierto progreso democrático que se demuestra en diversos procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo". Urge recuperar los valores que nos permitan reconstruirnos en nuestra dignidad y como colectivo.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140208/hasta-cuando-tanta-tolerancia
Lo cierto es que como sociedad no prevalece la tolerancia, al contrario, existe una profunda intolerancia en todos los sectores, pero no debemos confundir el contenido ético de la tolerancia con la indiferencia. Cuando la intolerancia se instaura como forma común en una sociedad, ésta degenera o bien en la confrontación o bien en la indiferencia, que es la forma más común asumida por aquellos que no pueden huir de la realidad o se ven imposibilitados de hacerse cargo de la misma. La indiferencia no es un valor ético y mucho menos humano, ya lo recordaba Benedicto XVI: "toda forma de indiferencia es radicalmente contraria al profundo interés cristiano por el hombre y su salvación. La verdadera tolerancia presupone siempre el respeto del otro, del ser humano, que es criatura de Dios". La tolerancia tiene su principal fundamento en la dignidad de la persona, pero no existe como posibilidad sin el reconocimiento y la custodia del valor de la dignidad del otro.
Doblegar el ánimo
Una ideología totalitaria logra imponerse cuando ha alcanzado doblegar el ánimo colectivo. Su mayor victoria consiste en desarticular las fuerzas vitales que incentivan cualquier forma de manifestación articulada. La indiferencia y el relativismo se esconden así bajo solapadas formas de tolerancia y respeto.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en el 2007, advertía: "constatamos un cierto progreso democrático que se demuestra en diversos procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo". Urge recuperar los valores que nos permitan reconstruirnos en nuestra dignidad y como colectivo.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140208/hasta-cuando-tanta-tolerancia
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