Luis Vicente León 27 de septiembre de 2016
La MUD
tomó una decisión racional: actuar sobre aquello que puede controlar. Ir a
recoger sus firmas. Llenar el país de gente por tres días mostrando su mayoría.
Defender que el 20% relevante es el nacional, tal como establece la
Constitución, y convertir esa recolección en la demostración de que el pueblo
quiere cambio. Y cuando un pueblo quiere cambio, más tarde o más temprano, lo
consigue.
Más
allá de las diferencias que se puedan tener sobre la metodología usada para
reaccionar a la decisión del Consejo Nacional Electoral, la oposición no puede
dejar de presionar la ejecución del Referendo Revocatorio, incluso a sabiendas
de que el gobierno hará todo lo posible por evitarlo, mediante el control
institucional que todavía tiene.
Se
puede perder una batalla… pero peleándola.
Sería
un error abandonar el campo y dejar espacios libres para que el adversario gane
por forfait. Y hay que aclarar que esto no se trata de aceptar las violaciones
de los derechos constitucionales: se trata de defenderlos, se trata de mantener
la presión necesaria para que esos derechos se puedan ejecutar y así elevarle
el costo a la estrategia del adversario. Y eso sólo se logra cuando no se baja
la guardia ni un segundo en ese intento de ejercer el derecho, incluso contra
los más poderosos obstáculos que pongan para bloquearlo.
Todos
debemos hacerle ciertas preguntas a quienes creen que la ruta no es ésta, sino
enfrentarse al gobierno ya mismo por la fuerza para presionar y “no regresar
hasta llegar a Miraflores”. ¿Con cuál liderazgo? ¿Con cuáles armas? ¿Con cuáles
militares? ¿Con cuánta gente que vaya a arriesgar la vida? ¿Con quién en la
primera fila para atravesar el fuego antimotines? Es facilito escribir o decir
que “se va porque se va”, pero lo realmente importante es construir una fuerza
verdadera que se enfile hacia un objetivo común y sea capaz de defenderlo en su
ejecución. Y esa fuerza verdadera es
algo más que la mayoría de los votos.
Sin
embargo, la oportunidad de tener a la mayoría de los venezolanos persiguiendo
un objetivo común en plena calle y mostrar su mayoría, mostrar su deseo de
cambio, no tiene precio. Recoger las firmas y manifestaciones de voluntad, pese
al evidente abuso de poder con el cual el gobierno intenta complicarlo todo, es
en sí misma una actividad de movilización. Y el hecho de que la presión de
calle sea la consecuencia natural de esa búsqueda y que el país se una para
defender ese objetivo activamente evitará el temor a que la acción se frustre,
se atomice y se enfríe. Si se hace bien, una acción unificadora sería imparable
y quien se le atraviese a una avalancha como ésa la va a pasar muy mal.
Obligar
al adversario a mostrar su desespero, no porque sea mayoría sino precisamente
porque no lo es, hoy es la estrategia correcta.
Y de
eso se trata: de seguir la lucha sin descanso, de entender que el camino es
largo y que se enfrentarán muchas tentaciones y cantos de sirena para tomar
atajos, de saber que sólo siendo consistente con tus posibilidades reales y más
inteligente que tu adversario podrás lograr lo que estás buscando.
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