Leonardo Padrón 29 de septiembre de 2016
Aún no
salgo de mi asombro. El país entero esperaba el pronunciamiento de la MUD el
lunes pasado. La expectativa era absoluta. Mas aún, porque el fin de semana
previo la MUD había hecho algo inédito, inesperado, como fue convocar a
diversos sectores de la sociedad civil para exponerles su propuesta y, a la
vez, escuchar opiniones, sopesar ideas, alimentar el contenido que se urdía en
esas horas claves. Es tradición: los políticos prefieren hablar, les cuesta
escuchar. Eso los hace muchas veces distanciarse del pulso real de la calle,
patinar sobre el fango de su soberbia, perder el norte dentro de la brújula.
Por eso fue tan bien recibida la noticia de que la MUD abriría sus puertas a
otras voces. Y, efectivamente, así ocurrió. Reunidos en un salón del Hotel
Pestana, en Caracas, miembros de las distintas toldas políticas estaban allí,
sentados, atiborrados de café y agua,
recibiendo el desfile de opiniones y sugerencias de distintos sectores de este
complejísimo país. Yo mismo tuve la oportunidad de ser invitado, de dejar caer
algunas ideas, de proponer matices o ángulos de la realidad que podrían
obviarse con facilidad en la vorágine de los hechos. Insisto, muchas veces he
sido convocado a tertulias políticas y generalmente uno los oye monologar sin
pausa, y termina con la sensación de haber sido solo audiencia, público en
primera fila, sin más utilidad que ser receptor y no interlocutor. Esta vez fue
distinto. Oían, anotaban, evaluaban, asentían o no, pero casi nunca
interrumpían. Estaban allí para escuchar. Es como si hubieran roto las reglas
del club para ampliar con urgencia la membrecía. Eso solo se puede catalogar de
instinto de supervivencia. Ante el desmoronamiento del país, y lo crucial del
momento, lo más sensato era escuchar otras voces. Fueron, cómo no, tres días de
lucidez.
Chúo
Torrealba, que es un periodista de raza prestado a la arena política, era
quizás el más convencido de lo que allí ocurría. Por eso me comentaba con
entusiasmo la jornada del día anterior cuando representantes de los barrios de
Caracas llegaron allí y expusieron sus criterios. Gente de La Vega, Antímano,
Catia o Petare que daba cuenta de sus penurias cotidianas pero también de su
posición ante la idea del revocatorio como solución a ese trágico accidente de
nuestra historia llamado Nicolás Maduro. No era poca cosa lo que allí ocurría.
Una de
las ideas que prosperó con éxito fue la de hacer del pronunciamiento de la
MUD un evento que replicara lo sucedido
ese fin de semana. Es decir, que no hablaran solo los representantes de los
partidos políticos, sino que en esa tribuna del Parque Miranda estuviera
también parte del país que sufre la crisis: las amas de casa, los estudiantes,
los médicos, los transportistas, los profesores, los ciudadanos sin adjetivo,
los que no persiguen el poder. Hubo consenso. Y así ocurrió.
Pero,
y he aquí el asombro que asomé en la primera línea de este texto, prácticamente
casi ningún medio de comunicación, a la hora de reseñar el acto, hizo el más
mínimo énfasis en los pronunciamientos de gente como Evelyn Martínez, miembro
del Consejo Comunal “El Carmen Socialista” de Antímano; de Oscar Gutiérrez,
líder de los transportistas de Guarenas; de Victor Márquez, de la Asociación de
Profesores de la UCV o de Carolina Jaimes Branger, articulista de prensa y
locutora de radio. Solo en un periódico me tropecé con un brevísimo recuadro
que daba cuenta de la intervención de Hasler Iglesias, representante del
Movimiento Estudiantil. Muchos portales web que transmitieron por Periscope el
evento para romper el cerco comunicacional establecido por la cadena de Maduro,
se afanaron en transmitir los discursos de Capriles, Ramos Allup, Henry Falcón,
María Corina Machado o Freddy Guevara. En definitiva, eran las figuras
mediáticas. Y muchos analistas aplaudieron luego, con el acento debido, que
María Corina hubiera estado presente reforzando el carácter unánime que entraña
la propuesta del revocatorio y convalidando la supervivencia de la Unidad. Pero
uno de los puntos más importantes del evento, la inclusión de rostros de la
sociedad civil, la urgente ampliación de la MUD a la hora de tomar decisiones,
fue ignorado por los propios medios de comunicación. Allí no había mucha sal.
No eran nombres jugosos. No había gritos ni aplausos fervorosos de la
militancia. No había farándula posible. Se silenciaron las voces que finalmente
tenían cabida. Las voces que también merecían ser escuchadas y a las cuales la
política esta vez les prendía los micrófonos. Quizás vale la pena reflexionar
sobre este hecho. Entender la política como espectáculo terminó abriéndole el
camino del poder a uno de los personajes más carismáticos y perniciosos de la
historia de Venezuela: Hugo Chávez Frías, el último gran animador de la
televisión venezolana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico