Por Claudio Nazoa
Me encantan las
casualidades. Muchos hechos importantes de la historia han comenzado y han
terminado por casualidad.
Nuestra existencia es una
increíble y enorme casualidad de millones de espermatozoides y de un óvulo
solitario. Imagine que otro, y no el que lo formó a usted, hubiese sido el
espermatozoide que llegó primero a fecundar al óvulo. Usted no estaría leyendo
este artículo. Su pareja se habría casado con otro o con otra, y sus hijos no
serían suyos.
Si vamos hacia atrás, a lo
genérico y a lo grandote, nos daremos cuenta de que la existencia de nuestro
planeta es una enorme e increíble casualidad. Cualquier error cósmico habría
bastado para que la Tierra fuera un planeta tan pendejo como Marte o Plutón.
Sin embargo, interviene otra vez la casualidad. La ubicación de la Tierra con
respecto al Sol, la vital existencia de la Luna que estabiliza los movimientos
de nuestro planeta, todo eso, hizo posible la vida.
Muchos pensamos que
moriremos viejos. Eso puede no ser cierto, ya que, por un golpe de casualidad
negativa, podríamos fallecer en este instante de múltiples formas no naturales,
y esto, Dios me lo salve, lo incluye a usted, amigo lector. ¿Quién, el 11 de
abril, en las Torres Gemelas, pensó que un avión lleno de pasajeros se
estrellaría en su oficina? ¡Nadie!
Si no hubiese sido porque
hace 65 millones de años, por casualidad, un asteroide se estrelló contra
Chicxulub, en México, los inútiles dinosaurios continuarían caminado sobre la
tierra, con su absurda vida y, nuevamente, no sería usted quien estaría
leyendo.
En política también ha
ocurrido que la casualidad y no la planificación, produce un cambio de rumbo.
Nicolae Ceausescu y su
esposa Elena, dictadores rumanos, en el año de 1989 convocaron un multitudinario
mitin en apoyo a su dictadura. Miles y miles de manifestantes, seguramente
obligados, enarbolaron banderas rojas y gritaron consignas a favor de los
Ceausescu. De pronto, algunos comenzaron a gritar en su contra. La protesta
cambió inesperadamente. Nicolae, desconcertado, ordenó a los militares reprimir
al pueblo. Ellos se negaron. El dictador decidió huir junto con su esposa.
Ambos fueron capturados y fusilados casi de inmediato, el día 25 de diciembre
de 1989. Este dictador y su esposa, pensaron que morirían de viejos en el
poder. La casualidad, quiso otra cosa.
Y hablando de casualidades,
en el poblado de Santa Rosa, en Margarita, ¿cuándo Maduro iba a imaginar que…?
Ay, se me acabó la página.
26-09-16
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