Por Ismael Pérez Vigil, 30/09/2016
¿Cómo explicarlo? No me sorprendió la decisión del CNE sobre lo
del 20% de las firmas por estado, porque todo se puede esperar de los secuaces
del régimen; pero debo reconocer que no me esperaba tamaño descaro. Por otra
parte, la MUD asumió la posición que le tocaba asumir: rechazar las condiciones
del CNE y disponerse a recoger las firmas que corresponden, conforme al
artículo 72 de la Constitución, para solicitar el Referendo Revocatorio.
No voy a comentar acerca de la posición de la MUD, al menos por lo
momentos, pues creo importante detener unos instantes el análisis del fragor
político, para evaluar las violaciones a la Constitución, que es un tema
recurrente e inagotable.
La Constitución Bolivariana ejerce sobre mí una extraña
fascinación, a pesar de que en 1999 voté en contra de ella y junto con otros
venezolanos fuimos al Consejo Nacional Electoral de la época, a inscribirnos
por el NO a la Constitución e hicimos abierta campaña en su contra.
Una de sus características, no intrínsecas, sino circunstanciales,
es que la Constitución Bolivariana es como la plastilina: “flexible”,
moldeable, adaptable. Concebida por el régimen de Chávez Frías para reemplazar
a la “moribunda” de 1961, como la calificó el propio Chávez Frías y sobre la
cual juró, se suponía que iba a dar sostén al “proceso”, pero son notables y
muy significativas las violaciones que ha sufrido en su corta vida como
Constitución.
Haciendo memoria y recordando eventos, la venezolana tiene el poco
envidiable registro de ser la única Constitución, que yo sepa al menos, que ha
sido violada “intrauterinamente”. Aun no había nacido, es decir, no había
entrado en vigencia, cuando aquella Comisión Legislativa de infausta memoria,
llamada también “Congresillo”, que sustituyó a la Constituyente, comenzó a
violarla, designando cargos como: Fiscal, Contralor, Defensor del Pueblo y
otros, a “dedo”, sin cumplir con los pasos, procedimientos y requisitos que ya
demandaba la novísima Constitución.
El entonces Presidente de ese órgano, el Sr. Luís Miquilena, hoy
conspicuo opositor del régimen, justificaba esta acción con el dudoso argumento
de que el país aún no estaba listo para cumplir con los mandatos
constitucionales y que además seguíamos en un “régimen transitorio” –del que
por lo visto aún no hemos salido– en el cual el mandato popular dio para
todo, hasta para nombrar el mencionado “Congresillo” con “congresillistas” que
nunca fueron electos popularmente y que sin embargo nombraron cargos,
organismos como el CNE de entonces, aprobaron el presupuesto nacional,
legislaron y promulgaron leyes, aprobaron viajes presidenciales, etc.
Tras este acto contra natura, en el cual el padre viola a su hija
aun no nacida, ¿Cómo habría de sorprendernos que hoy esté desbocada la cadena
de violaciones? No pretendo enumerarlas todas, pues sería interminable, pero
glosaré algunas de las más notables y recientes.
Comencemos por el Ejecutivo, desde luego, que es el Poder que
siempre ha marcado la pauta en eso de violar la Constitución y desde la más
alta magistratura. Por lo tanto, ya nadie se escandaliza con que en estas
circunstancias sea el propio Presidente de la Republica quien mediante el
último decreto de “emergencia económica” elimine facultades a la Asamblea
Nacional, la esté dejando sin presupuesto y amenace sin recato y abiertamente
con disolverla, hasta el punto de que el próximo presupuesto de la nación, ha
dicho el Presidente Nicolás Maduro, no lo va a pasar a la aprobación de la
Asamblea Nacional, sino que buscara su aprobación en el “Congreso de la Patria”
(?).
Con este ejemplo, que de raro tiene entonces que una Asamblea
Nacional, la anterior a la actual, con el voto favorable de todos sus
integrantes, haya aprobado la Ley Orgánica del Poder Electoral con un artículo,
el 19, en el cual se reservó para sí 11 de los 21 cargos del Comité de
Postulaciones, con el pretexto de que ellos son también sociedad civil,
contradiciendo el artículo 295 de la Constitución, y de paso una sentencia del
TSJ donde claramente se establece:
“… que las
organizaciones políticas no conforman la sociedad civil, sino la sociedad
política cuyos espacios están delimitados por la Constitución y las leyes.”
(Sentencia de la Sala Constitucional N° 1395/2000)
En el mismo sentido, era perfectamente “natural” que dicha
Asamblea, a la carrera, entre gallos y medianoche escogiera entre diciembre de
2015 y enero de 2016 nuevos magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia,
sin importar o no si estos cumplían con los requisitos constitucionales para el
cargo o las normas mínimas del “decoro” político.
En ese contexto, nada de raro, aunque sí de lamentable, tiene que
el TSJ esté tomando un conjunto de decisiones que violando la Constitución,
estén algunas de ellas en contra de atribuciones constitucionales de la
Asamblea Nacional, desconociendo de paso el valor del voto y e irrespetando la
voluntad y soberanía popular que la Constitución ordena preservar. Estas
decisiones son por todos conocidas y describirlas y enumerarlas aquí sería
prolijo y hacer este artículo interminable. Baste citar la última, según la
cual la Sala Constitucional –nada menos– del TSJ, el pasado 2 de septiembre de
2016, dictó la sentencia N° 808/2016, según la cual cualquier acto de la
Asamblea resulta nulo y sin ningún tipo de validez legal o jurídica.
En este contexto, ¿Qué de particular tiene que el CNE tome una
decisión, al definir las normas para recoger el 20% de las firmas para
solicitar un referendo revocatorio, que viola flagrantemente el artículo 72 de
la Constitución?
¿Y ahora qué? Y la pregunta no es meramente retórica.
El Gobierno parece dispuesto a defender, con todo su “poder de
fuego”, su permanencia en el poder: Sin estado de derecho, ejerciendo en la práctica
una dictadura, sin leyes que acatar, salvo las “propias”, las que él defina,
sin procesos electorales y con presos políticos y perseguidos por oponerse a
sus designios.
Mientras, el país sigue, desangrándose por el hampa y la
inseguridad, desabastecido de alimentos y medicinas, con recién nacidos en
cajas de cartón, con una inflación galopante, con recesión económica, sin
inversión, al borde de una crisis financiera y resignado, ¡Por ahora!, a
interminables colas para proveerse de lo indispensable.
Pero lo dicho ya la semana pasada: “A la larga, el pueblo que ha
ido despertando en Venezuela del sopor del socialismo del siglo XXI es el cauce
de un río que arrasará todo aquello que intente contenerlo”.
@Ismael_Perez
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