RAFAEL LUCIANI 09 de octubre de 2016
@rafluciani
Uno de
los ejes de acción de la geopolítica pastoral del Papa Francisco es la búsqueda
de procesos de diálogo, sea en el ámbito interreligioso como en el sociopolítico.
Y es que, en cualquier situación conflictiva, si no hay diálogo sólo quedaría
la opción de la confrontación y la violencia. En este sentido el diálogo no es
una alternativa, sino la única salida transicional y pacífica posible. Pero,
¿puede haber diálogo sin condiciones mínimas de reconocimiento entre las
partes? ¿Condiciones que, además, deben responder al clamor de la población
ante la actual crisis alimentaria y de salud que padecemos? Los obispos
venezolanos han insistido, en diversas ocasiones, que no puede haber diálogo
sin aceptar la realización del referéndum revocatorio este año, respetando lo
establecido en la Constitución Nacional.
Cabe
entonces preguntarnos ¿qué puede aportar un proceso de diálogo sociopolítico en
Venezuela hoy? ¿Qué criterios de discernimiento han de inspirarlo para que sea
efectivo? Un discernimiento cristiano de nuestra realidad no puede hacerse sin
tomar como principios irrenunciables los siguientes cinco: (a) la primacía de
la «dignidad humana», para el desarrollo socioeconómico y político; (b) la
necesidad de la «libertad», para el reconocimiento de las diferencias; (c) la
afirmación de la «justicia», para la convivencia; (d) la «fraternidad», para
frenar el odio y la violencia; (e) y la primacía de la «verdad», como base para
el diálogo.
La
aplicación de estos criterios significa reconocer una serie de aspectos sobre
los que dialogar. Primero, la gravedad de la crisis alimentaria y de salud que
atenta contra la dignidad humana. Segundo, la existencia de personas privadas
de libertad por ejercer derechos políticos establecidos en la Constitución.
Tercero, la superación de la impunidad como camino para recuperar la
convivencia social. Cuarto, la reconstrucción del tejido sociocultural, pues si
no recuperamos la fraternidad no podremos sanar nunca las heridas ni
reencontrarnos como país. Quinto, la verdad tiene que ser buscada y no evadida,
y ha de ser discutida por todas las partes y sin precondiciones.
Esta
serie de criterios nos ayudan a entender que las ideologías no son absolutas,
que no están por encima del sujeto humano en sus necesidades concretas, tales
como la alimentación y la sana convivencia. Pues de otro modo nos dirigimos
-como decía Juan XXIII- hacia «la triste realidad de tener que reconstruir, posteriormente,
sobre ruinas». El Papa Francisco ha dicho, en varias ocasiones, que sigue
nuestra situación «con preocupación». En el 2014 hizo un llamado a que «los
“responsables institucionales y políticos” rechacen firmemente toda violencia y
establezcan un diálogo basado en la “verdad”, el “reconocimiento mutuo”, la
búsqueda del “bien común” y el “amor de la nación”».
El
discernimiento sociopolítico nunca parte de cero. Siempre está basado en
valores irrenunciables, en derechos humanos. Por ello, no puede poner de lado a
la pregunta por la naturaleza del modelo político y lo que realmente se
pretende imponer si no se quiere un diálogo. Sin procesos de diálogo, los que
dirigen el destino del país seguirán volteando la mirada a lo que es evidente y
notorio, al clamor del pueblo, a la carencia de medicinas que está poniendo en
riesgo la vida de tantos venezolanos, y al hambre que padecen la mayoría de las
familias porque el sueldo no alcanza. Sin un diálogo que involucre a todas las
partes corremos el riesgo de no lograr una transición pacífica y viable a
mediano y largo plazo. El gobierno gana cuando polariza. No podemos caer en su
juego.
Rafael
Luciani
Doctor
en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
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