Trino Márquez 13 de octubre de 2016
@trinomarquezc
El
ajuste económico y social aplicado por el gobierno de Nicolás Maduro ha sido el
más feroz que se conozca en Venezuela, sin haber sido planificado de forma
consciente por ninguna autoridad oficial. Simplemente ha venido ocurriendo, de
manera improvisada y caótica, como
suceden la mayoría de los procesos desde 1999.
Tenemos
la inflación más alta del mundo, a pesar del control de precios, por cuarto año
consecutivo, lo cual disparó la pobreza coyuntural, medida en términos del
ingreso monetario, a 80%. Tenemos uno de los salarios mínimos más bajos América
Latina, similar al de Cuba y Haití, los otros dos países de la región que
compiten con nosotros en deterioro. El dólar de Dicom se ha deslizado hasta
acercarse al dólar paralelo. Los precios de numerosos productos de consumo
masivo –leche, aceite, café, granos, harina pan, papel higiénico, entre mucho
otros- son similares en el mercado paralelo, que es donde se consiguen, a los
de países en los cuales no hay control de cambio, y los trabajadores ganan salarios
cinco o seis veces superiores a los nuestros. Las importaciones de alimentos,
materias primas e insumos para la industria, retrocedieron entre 50% y 70%,
dependiendo del rubro, lo cual combinado con la caída de la producción
nacional, eyectó la escasez y el desabastecimiento. De acuerdo con cifras de
Conindustria, las pocas fábricas que aún quedan en el país trabajan a menos de
50% de su capacidad instalada por falta de insumos y materias primas. Todas las
empresas expropiadas por el régimen arrojan perdidas. La falta de medicamentos
supera 80%. Desapareció el dólar viajero y a los pensionados y jubilados en el
exterior no se les paga.
Los
chavistas han ejecutado un ajuste que tritura a la inmensa mayoría de los
venezolanos. Los informes de Datanalisis y otras encuestadoras muestran que
cerca de 50% de la población come menos de tres veces al día, y que la calidad
de las dos comidas que se consumen resulta muy baja. Los trabajos sobre pobreza
señalan que los niños están naciendo con menos talla y peso, por el escaso
consumo de alimentos de sus madres. El déficit de atención de los niños y
jóvenes en edad escolar ha aumentado, debido a que la capacidad de concentrarse
y aprender está asociada a la calidad de la alimentación.
Estos
representan apenas unos pocos datos del ajuste chavista. Leer los informes de
la CEPAL, Banco Mundial, BID o cualquier otro organismo multilateral donde se
comparan los desempeños de las economías latinoamericanas o de otras naciones,
produce en el lector nacional una combinación de rabia y vergüenza. Venezuela
se encuentra en los últimos lugares en todos los indicadores que sirven para
medir el desarrollo económico y la equidad social. Sólo en uno, nada memorable,
despuntamos: la corrupción. Pasamos a convertirnos en uno de los países más corruptos de la Tierra. La fuente más
importante de la podredumbre es el control de cambio y los demás controles y
requisitos impuestos por el gobierno para obtener cualquier tipo de licencia
para establecer un negocio, o importar o exportar productos. El lugar donde
campea el latrocinio es Cadivi y las empresas estatizadas. Donde el chavismo
tiene metidas sus manos pasa a convertirse en foco de lucrativos negocios y
mecanismo de formación de súbitas y obscenas fortunas. Cadivi ha sido el instrumento
de enriquecimiento más poderoso alguna vez montado en Venezuela. Esta realidad
no inquieta a Aristóbulo Istúriz, solo preocupado en mantener el control de
cambio para que no “tumben al gobierno” y, desde luego, favorecer su círculo
íntimo.
El chavismo
sitúa en El Caracazo, 27 de febrero de 1989, el origen y justificación del
golpe de Estado del 4-F. La ira popular habría sido la respuesta legítima del
pueblo ante el “ajuste neoliberal” impuesto por Carlos Andrés Pérez, a pesar de
que este sólo tenía tres semanas ejerciendo la presidencia de la República. Los
comandantes del 4-F reivindicaron a ese pueblo reprimido.
Los
chavistas llevan casi dieciocho años gobernando, han disfrutado de los ingresos
petroleros más altos de la historia y, ahora,
por su ineptitud y corrupción, aplican un ajuste regresivo y criminal. El régimen castiga al pueblo, pero
no muestra ninguna intención de moderar
sus gastos. Maduro invierte fortunas en organizar cumbres inútiles,
viajar por el mundo dando pena, mantener el apoyo a Cuba y comprar armas para
guerras ficticias. El ajuste madurista ajusta a cualquiera, sobre todo a los
pobres.
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