sábado, 29 de octubre de 2016

El papa negro rojo rojito


Por Jesús María Aguirre S.J.


El P. Arturo Sosa, actual Superior General de los Jesuitas, no se va a caer del caballo como San Pablo, porque no ha cambiado de religión o ha perseguido a nadie, ni tampoco se retractará de sus posturas ideológicas al estilo de San Agustín, porque no fue un maniqueo político, como los que abundan en las páginas de opinión nacional (1).

Como humano y jesuita reza diariamente el “yo confieso” para arrepentirse de sus errores cotidianos y ha sido suficientemente evaluado dentro de la Compañía y de la Iglesia por sus superiores y pastores para acceder al cargo de Superior General. Nunca fue convocado a Roma por deslices doctrinarios, ni siquiera por imprudencias ideológico-políticas en la época de la intervención contemporánea de la Compañía de Jesús por Juan Pablo II, secundado por el Cardenal Ratzinger.

El nuevo Papa Negro debe mucho más, intelectualmente hablando, a la influencia del P. Luis Ugalde s.j. y a sus correligionarios del Centro Gumilla, que al catecismo castro-comunista de la satrapía cubana. Ambos jesuitas, que en el futuro iban a ser Rectores y vicecancilleres de Universidades Católicas venezolanas, participaron activamente en el sector social dentro del marco de las directrices institucionales, en el entonces llamado “diálogo marxista” durante el periodo de pacificación de la guerrilla y cualquier alfabeta bienintencionado puede recurrir a los escritos de ambos en la página web del Centro Gumilla, para ser sus itinerarios intelectuales con sus aciertos y errores.




Ambos se mantuvieron fieles a las líneas que se trazaron en la Congregación General XXXII, celebrada el año 1975, y a las posteriores directrices del Superior General, Pedro Arrupe, respecto a las relaciones con el marxismo y el comunismo (3), y sus escritos son fiel reflejo de ello, aunque algunos detractores lograron que el primero fuera preso en el Caracazo y el segundo haya dejado de ser profeta en su tierra.

Ya en la Iglesia Católica universal, fuera de nuestro terruño, las autoridades vaticanas están acostumbradas a leer en las páginas de Wall Street y sus simpatizantes, la advertencia sobre la contaminación marxista de cuanto escrito de doctrina social trata de sobre justicia social u opción preferencial por los pobres. Pero después de unos dos mil años de historia la Santa Sede se resiste a expurgar el canto del Magnificat (Lc. 1:46-55).

Y dentro de nuestro patio, el lenguaje político no se destaca tanto por su precisión, sino por el manejo de clichés para descalificar personas y desautorizar sus palabras (el Papa blanco es peronista, el Papa negro chavista…). Con esa ligereza retórica no es de extrañar el barranco político en el que estamos sumidos.

Sobre la acusación de castro-comunismo con el que pretenden estigmatizar algunos al P. Arturo Sosa, éste en un escrito de 1978 titulado “La mediación marxista de la fe cristiana” concluye su artículo:

“Una mediatización marxista de la fe cristiana sería la peor instrumentalización que puede hacerse de una religión –relación con Dios– que al poner en su centro al Jesús crucificado rompe con cualquier construcción humana de Dios y lo afirma como quien es siempre inédito en sus posibilidades”.

Es decir, afirma contundentemente que no está de acuerdo con aquellas versiones de la teología de la liberación, instrumentalizadas por el marxismo, con una referencia implícita a ciertos exponentes que se adscribieron a la corriente de “cristianos por el Socialismo”. Por lo demás está clara su posición respecto al reconocimiento de la trascendencia del Reino de Dios frente a cualquier construcción política humana, que intente absolutizarse. Y esto vale tanto para el castro-comunismo del momento en que se escribieron estas líneas como el chavismo del “comandante eterno”, que conoció después en su auge y en su caída.

Sobre su relación con Chávez a raíz del traslado del Cuartel San Carlos a la penitenciaría de Yare, sobran testimonios y escritos, que están a disposición de quien lo desee. Resulta triste confundir una mediación pedida a la Iglesia con un ardid político o una confabulación ideológica.

Que los politólogos juzguen sus escritos de acuerdo a los baremos académicos, sin confundir sus intereses en búsqueda de dividendos políticos en el campo de los creyentes con las expresiones de una fe cristiana, que llama a la superación de las flagrantes divisiones económicas y a trascender el maniqueísmo político. 

Notas de referencia:

“El Papa Francisco acaba de realizar una sofisticada operación de equilibrio de poder, por medio de dos grandes honores a Venezuela. Designar el ahora Baltazar Cardenal Porras, un adalid a ultranza del retorno a la democracia, que ha corrido riesgos y recibió abyectos insultos por su defensa de la libertad. Y Papa Negro al padre Arturo Sosa, uno de los ideólogos prácticos más importantes de la Teología de la Liberación en Venezuela, la forma que cobró dentro la iglesia Católica la marejada universal y arrolladora de Fidel Castro”.


     2. Métodos e ideología marxista

Se advierte en bastantes partes cierta  simpatía  por  el  marxismo en general o  por  partidos  políticos  de  clara  inspiración  marxista. Esta simpatía asume diversas formas y se expresa de muchas maneras: desde los que utilizan algunos elementos del análisis social y de la praxis política marxistas sin  querer   admitir   toda   su   ideología,   hasta los que se identifican públicamente  con  el  marxismo  o  se  declaran  sin más sostenedores de partidos  comunistas  o  miembros  activos  de  éstos. Sin cerrarnos a todo lo que pueda haber de bueno en el marxismo y sin excluir la posibilidad de un diálogo y hasta de  una  cierta  colaboración crítica con grupos y movimientos  de  inspiración  marxista,  es  evidente que el compromiso de algunos jesuitas con el marxismo como tal y sus declaraciones públicas de apoyo a su ideología son inaceptables y  son motivo  de escándalo  y  desconcierto  no  sólo para  los que sufren  opresión y  persecución  bajo  regímenes  marxistas,  sino  también  para  muchos otros. Lo que digo del marxismo se aplica también a otras ideologías y movimientos políticos, que por  estar  a veces  más  cerca  de  nosotros  no por  eso  dejan  de ser menos  inaceptables.

Los aislados intentos de introducir en nuestras reuniones, asambleas y consultas, métodos de presión de grupo y manipulación política, inspirados en el marxismo o en otras ideologías, deben ser enérgicamente combatidos como diametralmente opuestos al auténtico discernimiento comunitario y espíritu que anima el gobierno de la Compañía.

(Discurso inicial a la Congregación de Procuradores (27.IX.78). Informe sobre el estado de la Compañía.

En: La identidad del jesuita en nuestros tiempos. P. Pedro Arrupe, s.j. Editorial Sal Terrae, 1981)

26-10-16




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