jueves, 27 de octubre de 2016

La usurpación militarista del poder, por Oscar Battaglini



Oscar Battaglini 27 de octubre de 2016

El militarismo ha tenido en nuestro país una presencia permanente en el ámbito político desde el momento en que Venezuela se establece como república independiente y soberana.

Esto quiere decir que el elemento militar y el militarismo como concepción han permanecido entretejidos a la estructura y a la dinámica del poder que en nuestro medio se ha constituido históricamente.

Primero fue el tiempo y la impronta de los caudillos militares surgidos de la Guerra de Independencia y de la Guerra Federal, y después, en pleno siglo XX, con la formación de la sociedad petrolera, se instituye un caudillismo de nuevo tipo de procedencia militar, pero también de origen civil.

Con Castro y Gómez, los iniciadores de este nuevo caudillaje, se establece la figura del jefe político-militar único, a cuyo mandato quedaran subordinadas de manera automática todas las autoridades (civiles y militares), que nacionalmente debían cumplirse desde el Estado en proceso de reestructuración política, que no implicara la incorporación a la estructura y a la dinámica del Estado, de nuevas instituciones que ampliaran o hicieran más completa la vida institucional del país, sino simplemente, operar un proceso de centralización del Estado altamente militarizado y que concentrara en las manos del autócrata y dictador todos los mecanismos del poder político.

Como puede deducirse fácilmente, lo que se procura con esa reestructuración era hacer más efectiva la defensa y preservación de las grandes inversiones de capital hechas por las transnacionales petroleras en la explotación del petróleo venezolano.

Con la muerte de Gómez se introducen algunas modificaciones político-institucionales en la dinámica del Estado, producto sobretodo de la presión que desarrolló la clase obrera de los campos petroleros y de las principales ciudades del país; del campesinado en lucha por el derecho a la tierra y del estudiantado venezolano, sectores sociales y políticos que se unifican alrededor de la lucha por la conquista de los derechos políticos y la democracia.

Esa apertura duró muy poco, puesto que rápidamente terminaron imponiéndose en el gobierno de López Contreras los contenidos altamente represivos del Estado gomecista heredados por aquel una vez que fuera designado por el propio Gómez como su sucesor en la presidencia de la República.

Cabe señalar que en la bárbara represión desatada por el lopecontrerismo en contra del movimiento popular desplegado en las calles de las principales ciudades y campos petroleros del país, la fuerza armada gomecista desempeñó el papel principal, cumpliendo de esa manera con el rol que el mismo Gómez le había asignado al fundarla y convertirla en la fundamental fuerza de choque en la defensa y preservación del orden petrolero implantado.

Es importante destacar que ese papel lo ha desempeñado invariablemente a todo lo largo de su existencia como tal, es decir, desde el momento de su creación por Castro y Gómez.

Así fue al ejecutar el derrocamiento del presidente Medina el 18 de octubre de 1945; así fue al promover y mantener en el poder a Acción Democrática y Rómulo Betancourt, en el período 45-48 del siglo pasado; así fue al provocar el derrocamiento del presidente Gallegos, el 24 de noviembre de 1948, lo que dio paso a la feroz y vesánica dictadura militar de Pérez Jiménez; así fue durante los cuarenta años del régimen puntofijista, particularmente bajo los regímenes de Betancourt (II), Leoni y Pérez, y así sigue siendo bajo el régimen chavista.

En su interior se autodenomina o se hace llamar revolucionaria y socialista, lo cual no pasa de ser un eslogan oportunista que le sirve de pretexto acomodaticio para apoyar a un régimen reaccionario, antipopular y demagógico que no sólo ha quebrado la economía productiva y que ha condenado a la inmensa mayoría de los venezolanos a vivir en medio de una gran desesperación como consecuencia de las inmensas e innumerables dificultades que hay que sortear para adquirir alimentos y medicinas con que satisfacer las necesidades más imperiosas.

Al mismo tiempo se ha valido de la usurpación hecha de los poderes públicos y de la gran influencia que ejerce sobre estos para imponer decisiones en materia del gusto militar, que nos han convertido en el país mayor comprador de armas en el mundo y particularmente en América Latina.

Entre los  años 2011 y 2015, Venezuela ocupó el puesto Nº 18 en el ranking de los mayores compradores de armas de todo el mundo, y en el período de 1999-2015, se registra que nuestro país ha gastado la suma de 5.620.000.000 de dólares, siendo esta cifra superior a la de Colombia, un país en guerra permanente, cuya compra de armas durante ese mismo período, fue de 2.554.000.000 de dólares.

El 71% de estas compras han sido hechas a la Rusia de Putin, mientras que a China se le han facturado 597 millones de dólares, y a España, 290 millones de dólares.

Salta a la vista lo escandaloso que resulta este gasto militar, sobre todo si se tiene en cuenta que el mismo se ha efectuado en medio de la espantosa crisis que vive el país y de las inmensas penurias a las que se ha visto sometido el pueblo venezolano en los últimos años debido a la precarización que ha venido experimentando el ingreso salarial y familiar en general.

Lo menos que esa situación concita es el repudio de la inmensa mayoría de los venezolanos.

Lo mismo puede decirse de las expresiones del actual ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, en las que con tanta frecuencia nos habla de las supuestas virtudes de un régimen que actúa e impone sin muchos miramientos condiciones tales como las que padecemos.

Olvida el general Padrino López que esas son cosas que el pueblo anota, que lleva grabadas en su memoria, y que por lo general, afloran con una gran fuerza cuando llega la hora de exigir cuentas y hacer justicia.

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