Por Vanessa Davies
El gobierno tiene la
legitimidad “en el suelo” pero no está caído, afirma el sacerdote jesuita. “La
paz del país depende del CNE”. El Vaticano ayuda pero no puede hacer magia por
el diálogo, enfatiza
Beberse un café con el
sacerdote jesuita José Virtuoso es un doble placer: por el café, tan costoso en
estos días, y por la conversación con alguien capaz de ponerse en los zapatos
del chavismo, de la oposición y del “ninismo”. En este 2016 en cualquier
diálogo sobre política en Venezuela se repite una palabra: revocatorio, y no
fue diferente durante la conversación que Virtuoso sostuvo con Contrapunto.
El rector de la Universidad
Católica Andrés Bello (UCAB) le teme a la violencia política que se pueda
desanudar en el país luego de los tres días de recolección de huellas para el
RR. No ve voluntad en el Consejo Nacional Electoral (CNE) para abrirle cauces
democráticos al malestar de la población, pero cree que tampoco puede aguantar
Venezuela otros dos años de gestión del presidente Nicolás Maduro.
¿Y si se desborda?
El principal escollo para el
país es el peligro de la violencia política, con una crispación de la
polarización y un camino “que pareciera conducirnos a la confrontación sin
vuelta atrás”. Las condiciones para la recolección de 20% de las manifestaciones
de voluntad inevitablemente generan rabia: “Ya todo el mundo sabe que el que
quiera participar va a tener que calarse muchas horas de cola y va a tener
muchas dificultades para poder llegar”, resume.
Virtuoso, sin embargo, le
teme a la polémica que se registraría si no se recoge 20% de huellas por
estado, como lo pautó el CNE; o por la fecha de concreción del revocatorio. No
deja de preguntarse por qué, si el ente comicial ha sido tan expedito para
otras cosas, en esta ha actuado ajustado a los plazos máximos. “Uno teme que
eso se pueda desbordar, que no se pueda controlar y que se le pueda ir de las
manos al Gobierno y a la oposición”, plantea.
-¿Usted cree que va a haber
revocatorio este año?
-Si hubiera voluntad
política de parte del CNE claro que se pudiera hacer. Pero no veo para nada esa
voluntad política. Por otro lado, veo una voluntad muy férrea en la población
venezolana para que sí se haga, un deseo muy profundo. ¿Qué va a poder más? ¿La
resistencia o la voluntad de que se haga?
-¿Cree que es la voluntad
mayoritaria?
-Sí. Hoy día el revocatorio
tiene muchísima aceptación, más allá de las identidades políticas. La gente lo
ve, lo vemos como un camino pacífico, institucional, democrático de avanzar en
este proceso de transición política que vive el país.
Un huequito para el agua
salga
-¿No es un engaño pensar que
con el referéndum se van a resolver los problema, las colas, el
desabastecimiento?
-Por supuesto. Hay que
ubicar el significado de un evento como el referéndum en el año 2016: serviría,
efectivamente, para iniciar un proceso de transición política. Creo que ese sí
sería el momento de un gran diálogo nacional. En el momento en que se pueda
producir el referéndum, sus resultados pudieran dar lugar a que los actores
efectivamente se sienten a dialogar sobre cómo puede ser la transición política
y cómo se puede llegar a ciertos acuerdos. El verdadero puente para entrar en
un proceso que permita enfrentar la crisis pasa por los acuerdos nacionales y
porque los dirigentes políticos lleguen a algunos acuerdos. Porque el chavismo
entienda que, aunque no va a ser poder, va a seguir jugando un papel
importantísimo en la sociedad venezolana, y que la oposición entienda que va a
necesitar el concurso de toda la sociedad, por lo que tampoco se puede
convertir en un actor excluyente de otro.
José Virtuoso compara el
revocatorio con lo que sucede cuando una casa se inunda “y buscas un huequito
por donde empiece a fluir el líquido”, pero evidentemente “por ese huequito no
va a salir toda el agua”. Los venezolanos “convertimos cada evento político
como la gran panacea nacional”, aunque no sea así, porque los problemas de la
nación son mucho más complejos y pasan por definir el modelo de país,
sintetiza.
-Usted dice que el diálogo
después del revocatorio. ¿No tiene sentido ahora?
-Tendría todo el sentido del
mundo; el problema es que no lo veo posible por la crispación que hay. No veo
al gobierno con verdaderos deseos de hablar con la oposición, ni veo a la
oposición con la base necesaria para hablarle al gobierno. Todos vemos la
necesidad del diálogo, pero no hay condiciones. La condición primera para
dialogar es querer dialogar. El gobierno habla mucho del diálogo, pero cada vez
que invita al diálogo comienza a insultar, y por supuesto del lado de la oposición
se generan también unas reacciones que son producto de esa dinámica perversa.
Entre ellos no hay confianza. Lo que sí veo es que el referéndum pueda ser el
momento en el que se generen condiciones más adecuadas para que eso se pueda
dar.
-¿Sería “con el brazo
torcido”?
-La dinámica política es una
contraposición de fuerzas, un forcejeo de voluntades y de posiciones. El
gobierno sabe que no tiene la popularidad pero tiene el poder del Estado. La
oposición sabe que tiene mucha legitimidad popular y mucha aceptación, pero no
tiene el poder del Estado. Las fuerzas están en bastante equidad de condiciones
y no se le ve el sentido a dialogar. El diálogo es posible cuando los actores
saben que cada uno por su cuenta no va a llegar a ninguna parte. Por eso creo
que el referéndum es una vía posible: es como la balanza que va a equilibrar
las fuerzas. El pueblo venezolano dirá cuáles son los actores que gozan de su
legitimidad y confianza para conducir el Estado.
El chavismo no entendió el
momento político
-¿Le ve sentido al
referéndum en 2017?
-Yo le veo sentido, pero
evidentemente no tendría el mismo efecto. Le veo sentido porque es una consulta
que ayudará a medir quién goza efectivamente de la legitimidad política del
pueblo venezolano. Si el gobierno lo pierde, queda muy mal parado. Si la
oposición lo pierde, es una señal evidente de qué quiere el pueblo venezolano.
Pero no va a solucionar el tema de la transición, de la crisis política de dos
fuerzas encontradas.
-¿Usted cree que estamos en
transición?
-Estamos en transición.
-¿Hacia qué? ¿Qué la
precipitó?
-Desde el momento cuando el
presidente Chávez murió se abrió la transición en Venezuela. Coincidió, además,
con otro elemento: la caída de los precios del petróleo tan abruptamente. El
chavismo combinó dos elementos fundamentales: el carisma, la capacidad política
del presidente Chávez con una suma muy cuantiosa de recursos que permitía una
política de distribución que satisfacía muchas necesidades. De repente esos dos
grandes pilares se cayeron, con el agravante de que Chávez era un gigante –para
bien o para mal- que no permitió que surgieran otros liderazgos. El chavismo se
quedó sin liderazgo. Además, el chavismo cometió un error grandísimo: fue
incapaz de entender que comenzaba otro ciclo político, que era la apuesta que
muchos venezolanos hicimos. Era el momento de que el chavismo entendiera que,
si quiere sobrevivir, va a tener que repensarse, quizá disminuir la
polarización.
-¿El chavismo no entendió el
momento político?
-No. Y el liderazgo de
Maduro se convirtió en intentar de imitar a Chávez, peor demasiado represivo y
confrontador. No dio chance para que se pudieran repensar las cosas.
-¿Ese nuevo momento político
encuentra preparada a la oposición?
-Para nada. Eso ocurre en el
año 2013 y la oposición logra replantearse y dar un paso decisivo en el año
2015 (con la victoria en las elecciones parlamentarias). Pensé que esa realidad
iba a hacer posible una “convivencia política”. Si el gobierno hubiera sabido
jugar un juego más inteligente, no estaríamos en este momento. Debió haber
aceptado que iba a tener una Asamblea que lo debía controlar y no tomar el
camino de la exclusión. ¿Qué le queda a la oposición? Buscar el camino obvio:
otra vez la polarización.
Estamos en el momento del llegadero, porque lo que
pueda pasar con el referéndum a finales de octubre puede ser decisivo en muchas
cosas.
-Cuando piensa en el
llegadero, ¿en qué está pensando?
-En que se desate la
violencia política de una manera incontrolable. ¿Qué pasa con la violencia
política? Eso no se programa; eso ocurre. La rabia puede dar origen a una serie
de elementos que nadie programa y que nadie quiere.
-¿Piensa en protesta
popular, golpe de Estado?
-Puede haber protesta, puede
haber diversas situaciones de violencia que pueden ir in crescendo.
No está boqueando
-¿Hacia dónde va la transición?
-Estamos en un proceso de
transición en cuanto a que el status quo que existía en Venezuela a la muerte
de Chávez se empezó a desmoronar y está totalmente resquebrajado y busca una
nueva definición. Vamos hacia una nueva correlación de fuerzas políticas. La
correlación de fuerzas políticas cambió y vamos hacia una nueva correlación de
fuerzas. ¿hacia dónde va la transición? Hay que definir una serie de cosas
previas. Hay que definir cuál será la nueva correlación de fuerzas para ver
hacia dónde se va a enrumbar el país ideológicamente.
-¿Usted cree que el gobierno
está débil?
-Creo que el gobierno está
muy débil en popularidad y en legitimidad, pero eso no quiere decir que no
tenga seguidores. El gobierno cuenta con una base de 20%, que es bastante, que
tampoco es una tontería. Además, el gobierno cuenta con todo el poder del
Estado, lo que le da una capacidad de movilización y de actuación en la
sociedad venezolana muy grande. De ninguna manera veo al gobierno caído.
-¿No ve al gobierno caído?
-No veo al gobierno que esté
en suelo, pataleando. Veo un gobierno con muchísimo poder pero con muchísimos
problemas de gobernabilidad y con la legitimidad en el suelo.
-¿Pudiera terminar su
periodo así?
-Pudiera terminar su periodo
así. Cómo no, pero con un conflicto social creciendo cada vez más y generando
muchos problemas internamente. Creo que no hace falta ser demasiado inteligente
para ver que en el mundo chavista hay muchos conflictos e interpretaciones.
Hacia fuera pareciera que no, porque los líderes tienen todos un mismo
discurso, pero uno sabe que es de la fachada para afuera.
-¿Y la oposición no está
igual?
-Dentro de la oposición hay
dificultades. El chavismo tiene un único liderazgo y tiene una capacidad de
actuación operativa mucho más dirigida y homogénea, lo que le brinda una
fortaleza muy grande. La oposición es una coalición de partidos que tienen que
ponerse de acuerdo y además hay diferencias de criterios, aspiraciones
distintas.
-¿Quién marca la agenda
política en Venezuela?
-Yo diría que en los últimos
meses la está marcando la MUD, en el sentido de que es la que pone los eventos
ante los cuales políticamente el país tiene que decidirse: el 1 de septiembre,
el referéndum.
Como en la época de CAP II
-Cuando insiste en el
peligro de la violencia política, ¿ve a chavistas y opositores enfrentados, por
ejemplo, en una cola? ¿Guerrilla?
-Veo violencia espontánea.
Hay un elemento que no hemos metido en el análisis: conflicto político con
conflicto social. En el año 2002 llegamos a unos momentos de crispación
política muy fuertes, pero al menos la situación económica y social no era tan
apremiante. Esa mezcla actual de crisis social y de crisis económica, aunada a
una rabia política muy fuerte, puede ser causante de violencia social espontánea:
estamos en una cola y nos caemos a golpes. Si hay sectores del chavismo o de la
oposición que quedan molestos con los resultados de este proceso, se pueden
organizar para la violencia. Eso pusiera pasar y puede ser una cosa
incontenible, de un lado o de otro. Ahorita el gobierno cuenta con el apoyo,
por lo menos formal, de la Fuerza Armada, pero pudiera ser que en nuestra
Fuerza Armada hubiese un sector descontento que decidiera pronunciarse.
-¿Este momento se le parece
a otros de nuestra historia?
-Se me parece muchísimo a
los años 90 del siglo XX. Se me parece mucho a Carlos Andrés Pérez II
(1989-1993), a los primeros años de Rafael Caldera (1994-1999). Todos los
venezolanos con un poquito de conciencia crítica nos sentíamos profundamente
molestos con lo que estaba pasando con Pérez y con Caldera. La dirigencia
política, por el contrario, estaba de espaldas a lo que estaba ocurriendo.
Tengo recuerdos de haber hablado con Luis Alfaro Ucero (Acción Democrática),
hasta con el mismo presidente Caldera, y de haber sentido que estas personas no
estaban conscientes de la bomba que estaban pisando.
-¿Está pasando algo igual
ahora? ¿Está consciente la dirigencia del gobierno y de la oposición?
-La dirigencia del gobierno,
al menos en su discurso público, da un mensaje para sí misma. Yo les digo: sal
un rato a la calle y escucha a la gente, escucha a tu familia, escucha los
problemas que hay, anda a la farmacia a buscar una medicina. A mí me toca
dirigir una universidad y tengo que lidiar todos los días con 3 mil personas y
escucho que el sueldo no les alcanza; todos los días tenemos que inventar algo
para ayudar a los profesores, a los empleados, a los estudiantes. Si eso lo
estoy viendo yo, en un mundo de 25 mil personas, imagino que el Presidente de
la República tendrá que verlo.
-¿Por qué cree que Maduro no
lo ve?
-Me imagino que hay unas
directrices políticas que dicen “tenemos que hacerle frente a esta situación,
tenemos que evitar que nos saquen del poder, tenemos que aguantar parados”. Y
me parece que es todo lo contrario: en una crisis no te queda más que bajar la
guardia y ver cómo puedes negociar con la gente, cómo puedes acordar cosas.
La paz depende del CNE
-¿El país puede aguantar dos
años más de Maduro?
-Eso es lo que me temo. Que
no lo aguante. Po eso te digo que, para mí, finales de octubre es una prueba de
fuego para la sociedad, porque la población venezolana ha puesto sus esperanzas
en el referéndum. Estoy hablando de mayorías. El gobierno cuenta con un 20% que
no ve esto positivamente, pero la gran mayoría ve que, al menos, el revocatorio
destrancaría el juego. Suponte que la oposición obtiene 5 millones de
manifestaciones de voluntad, pero no obtiene los 5 mil votos de la cuota
necesaria en el estado Cojedes. Si el gobierno o el CNE no acceden al
revocatorio, eso puede ser un tema muy fuerte.
-¿La paz del país depende
del CNE?
-La paz del país depende del
CNE. Estoy claramente de acuerdo. Lamento mucho que no lo entiendan. Conozco a
gente del CNE, conozco a Tibisay Lucena desde hace muchos años y no entiendo
por qué ella no entiende eso, o las decisiones que de ella emanan no reflejan
que viera este problema.
-Si el presidente Maduro es
revocado, en ese diálogo posrevocatorio ¿cuáles serían los puntos que pondría
sobre la mesa?
-En primerísimo lugar, se
debe abordar cómo puede haber un cambio de gobierno sin retaliaciones
políticas.
-¿Cómo se lo imagina?
-Si el chavismo entiende que
salir del gobierno es pasar por la guillotina, algo hará para que no haya
cambio de gobierno. Tiene que haber un acuerdo, y eso lo ha habido en Chile y
en El Salvador. En los procesos de negociación política se hacen acuerdos.
Tiene que haber algún proceso de acuerdo y negociación que permita un cambio de
gobierno sin que se convierta en una retaliación de vida o muerte.
-¿Hay madurez en el
liderazgo político opositor para entender eso?
-No lo sé. Creo que la
oposición ha madurado muchísimo y que cada vez los dirigentes están más claros
del momento que vivimos. Y si no, las circunstancias lo impondrán. Segundo,
tiene que pensarse en un gobierno de unidad nacional.
-¿Cómo lo ve?
-Alguien ganará la
presidencia de la República, y detrás de ese alguien habrá un partido. Hay esa
gran federación de intereses llamada MUD, y tienes que gobernar con ellos: el
partido que resulte ganador no puede excluir a los otros. Pero también hay un
chavismo y unos sectores que vienen del chavismo que han sido capaces de dar
sus aportes, que han mostrado la suficiente comprensión del momento y tendrías
que pensar cómo los incorporas, cómo forman parte del entramado político.
Tienes también las fuerzas vivas sociales: el empresariado, los sindicatos, los
sectores sociales tienen que sentirse parte de este proceso. Y, por supuesto,
creo que aquellos sectores con presencia y representación popular, que son
líderes populares, también tienen que ser incorporados en ese proceso. Eso pasa
por la necesidad de muchos acuerdos, la necesidad de mucho diálogo, la
necesidad de acordar bases comunes.
Comida y economía
-¿Cuál es la primera medida
que usted le recomendaría a ese gobierno de unidad nacional?
-Un programa social de
emergencia y un programa de recuperación económica de emergencia. Hay que tomar
algunas medidas económicas de emergencia.
-¿Qué debería tener el
programa social?
-Garantizar la alimentación
básica a los sectores más empobrecidos. Hay que buscar mecanismos de apoyo
financiero internacional. Es importante que garantices que los venezolanos no
pasen hambre. Los hospitales tendrían que funcionar. Y los aspectos económicos
fundamentales. En estos días escuché a un grupo de economistas hablar sobre el
pago de la deuda externa. Necesariamente va a tener que llegar a una
renegociación, para dedicar los pocos recursos a reactivar el aparato
productivo nacional.
-¿En el ámbito político?
-Creo que se debe liberar a
los presos políticos, se debe devolver la libertad a los medios de
comunicación. Ahorita hay demasiados miedos; son muy pocos los medios en los
que logras hablar. También se debe recuperar la división de poderes; es básico
para que podamos funcionar. Al menos, se deben fortalecer las medidas que
garanticen cierta paz ante la criminalidad existente en las calles. El problema
de la violencia criminal es cada vez más insoportable, cada vez más invivible.
Hay que hacer planes estructurados, pero también medidas que ayuden.
El Vaticano no hace magia
-¿El Vaticano puede hacer
magia por el diálogo? ¿Hay una expectativa muy grande sobre lo que puede hacer?
-No se puede
sobredimensionar. La gran ventaja que tiene el Vaticano es que es un actor que,
de alguna manera, goza de credibilidad, y por lo tanto goza de confianza. Por
lo tanto, puede jugar un papel conciliador, de puente, importante. Ojalá, junto
al Vaticano, pudiese haber una representación de Naciones Unidas, organismos de
derechos humanos. También, ciertas personalidades, como el presidente Juan
Manuel Santos, que ha tenido un rol relevante para la paz en su país. En los
diálogos de paz en Colombia había un equipo facilitador y una serie de garantes
del acuerdo. Una participación internacional plural les da garantía a los
acuerdos.
02-10-16
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