Por José Guerra
El PSUV, el partido de
gobierno, es una organización formada a la sombra del Estado. Nació en abril de
2010 apuntalado en los fondos públicos usados como sui fuesen sus propios
fondos. Sus oficinas y casas son las de las entidades públicas, sus medios de
comunicación son los del Sistema Nacional de Medios Públicos, en
particular tiene un canal propio de TV sin haberlo adquirido, VTV y sus
activistas son la inmensa red de empleados del gobierno. Hasta un brazo armado
tienen. Es un partido nacido al calor del auge petróleo que vivió
Venezuela.
Mientras vivió Higo
Chávez y el petróleo mantuvo precios elevados fue el principal partido, corriendo
parejo con la suerte del gobierno. Llama poderosamente la atención sus bases
pragmáticas. Éstas comienzan con la retahíla de lugares comunes de los partidos
comunistas, donde se hace una caracterización de la crisis global del
capitalismo, para derivar en la inevitabilidad del socialismo. Pero no
cualquier socialismo, sino una especie de menestrón ideológico: la mezcla
indigesta de marxismo con bolivarianismo. Juntar a Bolívar con Marx es
una tarea imposible, salvo que se trate de tomar una que otra cita aislada de
Bolívar contra la potencia en ciernes que representaba Estados Unidos.
Pero quienes tratar de poner de acuerdo a Marx con Bolívar tal vez se olvidan
de la biografía que el alemán escribió del venezolano donde lo cataloga de
oligarca, cobarde y reaccionario.
Para ser justos con los
hechos, una cosa era el PSUV dirigido por Chávez y el actual PSUV. Claro,
Chávez con el precio del petróleo en US$ 100 el barril. La más reciente
encuesta de Datanálisis de finales de octubre de 2016, ayuda a entender la
realidad de ese partido. Según esa firma, el chavismo reconoce solamente
dos líderes: Nicolás Maduro y Diosdado Cabello y éste último es quien lleva las
riendas del partido. Maduro tiene un rechazo de 78,5% y una aceptación del
19,5%, mientras que el rechazo de Cabello supera el 80,0%.
Pero el detalle más
interesante es que la imagen positiva de Chávez se desvanece con el peso muerto
de Maduro y Cabello, quienes han terminado de sepultar a Hugo Chávez. Así, en
abril de 2013, apenas fallecido Chávez, su aprobación estaba en 71,6% y en
octubre de 2016 la misma se sitúa en 50,0% con un rechazo igual. Es decir, el
repudio a Maduro se transmite a Chávez, tal vez porque Chávez se jugó la parada
apoyando a Maduro y éste no ha respondido. En el caso del PSUV, después
de haber gozado de un apoyo del 53,3% en abril de 2013, en octubre de
2016 tiene un raquítico 14,6%. Con esta política ultra radical de Cabello
y la inhibición de Maduro es difícil que el PSUV se recupere porque se ha
enajenado apoyos del centro político y los sectores medios, sin los cuales no
se puede construir una fuerza mayoritaria.
27-11-16
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