Por Simón García
Desde que el representante
del Vaticano, monseñor Celli, aplicó este dicho coloquial para calificar la
situación que sufrimos, el gobierno se ha empeñado en empeorarla. La implosión
de la economía ha prendido todas las alarmas. El crecimiento de las
dificultades para subsistir se hace inaguantable. Y para coronar el descalabro,
Maduro no cumple los compromisos de la mesa de diálogo.
La lentitud oficialista no
obedece sólo a alborotar las discrepancias en las fuerzas de cambio. En ella,
influyen varios factores, entre otros, tres inocultables: los sectores
gubernamentales contrarios al diálogo, no por radicales sino para proteger sus
ilegales enriquecimientos rápidos. La segunda, es que el visor totalitario del
gobierno identifica como agresión la aplicación del referendo revocatorio. Y
finalmente, que la acentuación de la autocratización no es un proceso
homogéneo.
El Presidente; que en vez de
gobernar para solucionar problemas, los multiplica, apuesta descaradamente a
que sea la MUD quien tumbe el tablero. Sabe que seguir las reglas del diálogo y
atender los intereses del país lo lleva a una derrota insalvable. El plan
gubernamental para provocar el estallido del diálogo es provocador hacia la
MUD, grosero con el papa y una burla hacia el 80% de los venezolanos que aun
sostiene la expectativa de convivencia sin hambre y con respeto a la
Constitución.
Si el poder fuera
democrático ya se hubiera realizado el referendo revocatorio. Pero la
infiltración del Estado por mafias asociadas a actividades delictivas como la
corrupción, el contrabando de extracción o el narcotráfico envilecieron el
proyecto que originalmente ilusionó a los venezolanos. Hoy en día, una apabullante
mayoría de sus seguidores llegó a la conclusión de que apoyó la revolución que
no era.
El Gobierno puede abandonar
la mesa y Maduro saldrá de la historia como un dictador bananero. Pero puede
optar por una transición, sustituyendo al presidente, para evitar que la
destrucción de la economía abra las puertas al hambre, a la anarquía y a la
violencia. En esa opción, la MUD es el seguro para una transición pacífica,
electoral y constitucional. Así lo entiende más de la mitad de la base del
PSUV.
Lo mejor para el PSUV es
seguir el librito azul. Lo mejor para el país es salir de Maduro, con la mayor
premura y el mayor consenso posible, por la vía del medio referendo y que el
PSUV mantenga su presencia en el gobierno hasta las elecciones presidenciales
del 2018. El segundo compromiso es la realización de las elecciones de
gobernadores, confiscadas inconstitucionalmente sin justificación alguna.
Necesitamos pasar del
diálogo a una negociación que permita un entendimiento nacional sobre las
condiciones para un cambio en convivencia, un programa con metas de
reconstrucción progresista tanto de la economía como de la institucionalidad y
criterios para la formación de un gobierno de integración nacional capaz de
tomar las primeras acciones para comenzar a sacar al país de la crisis. Un
gobierno respaldado por la Asamblea Nacional, sin que implique la participación
directa de la MUD.
La Agenda del gobierno
contra el diálogo debe ser derrotada y para ello hace falta la presencia de
nuevos actores y factores. Seguir en la mesa, acrecentar la presión
internacional, actuar en función del país desde la Asamblea y diversificar la
presión popular.
28-11-16
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