Por Félix Seijas Rodríguez
Quienes ostentan el poder en
Venezuela no tienen un ADN democrático. Para ellos las elecciones son
herramientas que se usan solo cuando conviene; y en estos momentos, no
conviene. El gobierno sabe que perdería por paliza cualquier elección en el
país, y por lo tanto hará, como lo viene haciendo, todo lo posible por
evitarlas. El que logre o no tal objetivo depende del costo que les represente
el hecho de secuestrar elecciones. Un costo elevado genera o incrementa
fricciones internas: dentro del oficialismo habrá quienes estén dispuestos a
atrincherarse a toda costa y morir allí si es necesario, pero también habrá
quien no esté dispuesto a ello. Entonces las fracturas comienzan a obrar por sí
solas y las puertas al cambio se abren. Por lo tanto, estratégicamente, el
trabajo de la Unidad debe concentrarse en elevar ese costo; es ahí donde tiene
que ser eficiente.
En este sentido la MUD se ha
anotado victorias, incluso donde a la mayoría les cuesta verlas. Un buen
ejemplo es la puja por el RR. Haber dado los pasos necesarios hacia ese
objetivo, sorteando cuanto escollo se le pusiera en el camino, obligó al
gobierno a cruzar una línea delicada que hubiese preferido no transgredir:
secuestrar un derecho constitucional basado en el voto. Este hecho activó las
alarmas en la comunidad internacional y obligó al oficialismo a sentarse en una
mesa donde no quería estar, ya que al hacerlo reconoce que en el país existe
una crisis de proporciones importantes y que hay una contraparte con el
suficiente peso para reclamar respuestas.
Ahora bien, también es
cierto que la Unidad no ha aprovechado al máximo la coyuntura que se le ha
presentado para elevar los costos a niveles más altos. Por un lado se desactivaron
las acciones de presión popular que se habían iniciado, y por otro lado, parece
haberse desatado una crisis de articulación estratégica a lo interno de la
coalición que a su vez originó una crisis comunicacional que contrasta de
manera notoria con los aciertos que en esta materia se registraron durante
2015. Ya es algo común ver a los actores de la coalición hablando a diario en
términos que las personas reconocen claramente como agendas propias, y que
transmiten de manera bastante transparente aquello que le hace el mayor daño a
la Unidad: la desunión.
La confianza en la MUD ha
recibido entonces algunos golpes estas semanas. No así la fuerza electoral en
números. Mientras que la coalición sea identificada como “la alternativa” al
gobierno, ella mantendrá la mayoría a la hora de medirse en las urnas de
votación. Sin embargo, hay dos cosas que alertar: primero, en la medida en la
que se debilite la confianza que la gente siente en la Unidad, aumenta la
posibilidad de que pueda surgir una tercera opción para pescar en río revuelto,
y ya sabemos que estas cosas, en sociedades donde la valoración de lo
institucional es baja, suelen terminar mal. Segundo, el “ánimo” para salir a
votar por la MUD en elecciones percibidas como de menor peso para el cambio general,
se puede ver mermado, costándole a la MUD, por ejemplo, algunas gobernaciones.
De nada vale ser mayoría si
esta no se hace sentir. Si el arma que ha llevado a la Unidad a conquistar
batallas es el apoyo popular dispuesto a salir a votar –y recientemente a
manifestar públicamente su descontento–, y si esa presión popular es la que
eleva el costo al gobierno ante decisiones que violan el ejercicio de los
derechos ciudadanos, pues flaco favor se le hace al país al desanimarla,
confundirla y alejarla de las aguas unitarias. Así como gran daño hacen también
quienes atacan a la Unidad de manera visceral y destructiva. Quien pretenda
acabar con la coalición en estos momentos tan delicados colabora con que la
situación que vive el país se prolongue, y eso no es juego.
La MUD es vital hoy y es
bastante posible que en el futuro se le deba mucho. Las debilidades hay que
señalarlas; es cierto, justo y necesario. La crisis que atraviesa el país es
enorme. Millones están sufriendo. A gritos se pide claridad, y eso solo se
puede ofrecer con una estrategia política unitaria y concertada, y con una
estrategia comunicacional eficiente. El trabajo político de alto nivel
colocando el bienestar de la gente como centro de gravedad no es un deseo ni un
lujo, y mucho menos una opción: es la mayor de las necesidades.
24-11-16
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