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martes, 13 de diciembre de 2016

¿Y ahora, qué?: Acción de la Sociedad Civil, @ismael_perez




Por Ismael Pérez Vigil, 09/12/2016

¿Qué hacer?, ¿Cómo reaccionar? ¿Qué curso se le da a la frustración? ¿Cómo salimos de este atolladero? ¿De esta especie de “limbo” político en el que nos encontramos, tras la eliminación de un derecho constitucional como lo es el Referendo Revocatorio (RR)?

Desde principios de este año seguimos la vía de solicitar un RR, que se nos presentaba como la opción válida, constitucional, pacífica y democrática alcanzable para salir de este régimen, hasta que el 20 de octubre una decisión inconstitucional del CNE, basado en una actuación de tribunales que no tienen competencia en la materia, canceló esa alternativa y hasta el momento, la oposición, en su conjunto o alguna de sus “individualidades”, no han tenido la fuerza para mantener la opción del RR ni han planteado una alternativa, viable, para restituirlo.

Durante un par de meses se abrió la posibilidad de un “diálogo” con el Gobierno, que trajo no pocas discusiones y diatribas y evidenció un resquebrajamiento de la unidad opositora, que es inocultable, hasta el punto de que en la MUD se está discutiendo “la optimización de su estructura”; pero además, a la tercera sesión de diálogo, tras la liberación –siempre importante– de algunos presos políticos y haber puesto en evidencia una vez más al Gobierno maula que día a día refuerza su carácter totalitario frente a la comunidad internacional, el “diálogo” parece haber llegado también a su fin y los venezolanos de oposición no hemos visto mayores logros o propuesto una vía alternativa. ¿Y ahora qué?

Al momento de escribir esta nota, viernes 9 de diciembre, es poco lo que se conoce del análisis de la MUD con respecto a las propuestas que hicieran los facilitadores y el Gobierno en la frustrada tercera reunión del diálogo, salvo que no regresará a la Mesa de Dialogo hasta que el Gobierno cumpla con lo ofrecido y que se dispone a reanudar las acciones de calle.

Es decir, la solución a los problemas del país, que pasa por la salida de este Gobierno y el cambio del sistema económico, político y social que ha generado el llamado socialismo del siglo XXI, luce compleja y difícil y dos de los caminos, el RR y cualquier acuerdo por vía del diálogo, parecen cerrados de manera definitiva y no vemos que nadie plantee una opción viable para lograr una salida. Para que eso ocurriera, sería necesario que hubiera en el país una crisis de gobernabilidad, que no pareciera el caso.

Al tema de la gobernabilidad ya me he referido en una nota anterior (¿Crisis de Gobernabilidad?, Noticiero Digital, 08 de abril de 2016) y en ese momento señalaba que no había duda que la actual crisis económica y social y el conflicto que se venía presentando entre el Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional podría devenir en una crisis de gobernabilidad y una deslegitimación del Gobierno de Nicolás Maduro; pero eso no ha ocurrido. No estaba tan “caído” el Gobierno como pensábamos. Se requerían algunas condiciones y supuestos que no se han dado.

No basta con que el Gobierno no sea eficaz y no logre sus objetivos –y este Gobierno ni es eficaz, ni logra sus objetivos, ni los tiene, como no sea mantenerse en el poder–, sino que es imprescindible que las decisiones que toma sean cuestionadas, resistidas o rechazadas por la mayoría del pueblo, para que se produzca la pérdida de legitimidad y eso conduzca a una situación de ingobernabilidad o de pérdida de la capacidad de gobernar. Y esto no es un proceso automático.

Se requiere de la toma de conciencia por parte de la población de la ineficacia del actual modelo de Gobierno para resolver los problemas del país y esto es un problema de expectativas y de percepción subjetiva de cuál es la causa y raíz de los problemas. Si no hay una conexión contundente entre la grave situación y la responsabilidad única y directa del Gobierno en ella, no se producirá un cuestionamiento que lleve a deslegitimar al gobierno en los sectores populares que aun lo apoyan.

Por eso la tarea política que la oposición al régimen debe emprender y continuar de forma persistente y sin dilación, es la de lograr que los sectores populares que aun lo apoyan hagan la conexión entre los problemas que nos aquejan y su único responsable, el Gobierno Nacional. De esta tarea nos debemos ocupar todos y con “todos” me refiero no solo a los partidos políticos, sino sobre todo a los ciudadanos más conscientes, a los integrantes de las llamadas organizaciones de la sociedad civil (SC), que debemos sumarnos a esta tarea, de una manera más eficaz que la que estamos realizando ahora.

Ese es un camino: la incorporación de la SC al proceso político, que en la situación que vive el país significa la denuncia de la crisis en la que vivimos y la concientización del pueblo acerca de la innegable, ineludible y única responsabilidad del Gobierno en esa situación y sus consecuencias, que día a día agravan las penurias y el sufrimiento de todos, secuestrando nuestro futuro como venezolanos, como país.

Esa incorporación de la SC a la actividad política debe abarcar también la lucha por la restitución del derecho al voto en Venezuela, que en este momento implica la concreción de un cronograma electoral para designar los diputados del Estado Amazonas y sobre todo para elegir los Gobernadores de Estado y los Diputados de las Asambleas Legislativas de los Estados.

La SC a través de las organizaciones no gubernamentales, defensores de derechos civiles, sociales, derechos humanos, gremios técnicos y profesionales: de médicos, maestros, abogados, ingenieros, trabajadores de la salud y la educación, y demás profesiones liberales, transportistas, sindicatos, etc., debemos movilizarnos por el país, mostrando nuestras respectivas realidades y propuestas para que se tome conciencia de nuestras carencias y posibilidades. No son necesarias manifestaciones multitudinarias, ni muchedumbres, basta con unos pocos ciudadanos con actividades y demostraciones pacíficas y bien dirigidas, a los organismos públicos que cada quien bien conoce, responsables de la situación con la que cada organización confronta y con la que interactúa, para que se vaya sembrando en el pueblo esa semilla de la agitación social que el país necesita para sacudirse del adormecimiento que le quita la esperanza de que es efectivamente posible un país distinto, mejor, con un futuro de justicia, paz y progreso para todos.

Más allá de cualquier definición, la SC, en esencia, es tener conciencia de que somos ciudadanos que desarrollamos una actividad política, sin pretensiones de poder y sin participar en disputas por cargos o en procesos electorales. Para eso están los partidos; hay que ayudar, sí, a que estos sean verdaderamente democráticos, con procesos internos transparentes, que no teman al control ciudadano. Pero por nuestra parte, mantengamos nuestras organizaciones de la SC fuertes, unidas, libres de disputas insignificantes, de personalismos intrascendentes, de rivalidades huecas, hay demasiadas cosas que hacer como para perdernos en disputas internas de poca monta, cabemos todos y podemos ayudarnos.

Tenemos que romper con la práctica mezquina de que en Venezuela los espacios políticos se construyen desplazando a los que están en ellos. Se deben construir sobre la base de llenar los vacíos, buscando ampliar el terreno hacia donde no está ocupado, buscando conquistar nuevos espacios políticos.

El papel de la SC es ayudar a la sociedad y a las organizaciones políticas a dar el salto modernizador hacia la plena democratización, que se produce solo por el auge y el fortalecimiento de las instituciones.

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